REGIONES TURÍSTICAS DE ASIA
Tiene este enorme continente de 44.412.681 km² (repartidos entre casi 40 países) una forma maciza, excepción hecha de sus tres grandes penínsulas meridionales (Arábiga, Decán e Indochina), "poco asiáticas" geológicamente, puesto que forman parte del antiguo macrocontinente Gondwana, y por tanto son más afines al sector africano que al Euroasiático.
Su altitud media ronda los 950 m, elevada cifra que enmascara grandes contrastes, puesto que alberga desde la cumbre más alta de la Tierra (Everest, 8.848 m), a las mayores depresiones continentales (fondo del lago Baikal, a 1.300 m de profundidad) y las fosas marinas más profundas (junto a las islas Marianas, 11.500 m bajo el nivel del mar).
En este espacio es posible encontrar toda la variedad climática del Planeta: climas árticos (Nueva Zembla), hipercontinentalizados (Verjoiansk), áridos y desérticos (Rub-al-Jali, Gobi, Thar), templados (costas japonesas), de alta montaña (Tíbet) y monzónicos (desde la desembocadura del Indo a la península de Corea).
Posee más de la mitad de la población mundial (casi el 60%), aunque muy desigualmente distribuida tanto demográfica como racial y lingüísticamente. Así, cuenta con los dos países más poblados del mundo (China y la India), y con otros cuatro que superan los cien millones de habitantes (Japón, Pakistán, Indonesia y Bangladesh). Pero en Asia encontramos también enormes áreas deshabitadas, sobre todo en el oeste chino (Dzungaria) y en la Península Arábiga, con densidades inferiores a los 5 hab/km², así como con los hasta hace poco restos coloniales de Hong Kong y Macao (en territorio chino, pero antiguas colonias británica y portuguesa respectivamente) y de la ciudad-estado de Singapur que, con densidades mil veces mayores, basan su desarrollo en las actividades industriales, turísticas y portuario-comerciales (las tres son puertos francos). Entre estos valores extremos, Asia ofrece toda la gama intermedia, que se refleja en infinidad de paisajes que hacen de él un continente muy heterogéneo.
Esta diversidad se manifiesta también en el campo del turismo, donde podemos diferenciar grandes regiones, a partir de sus recursos turísticos, que reseñamos de una manera abreviada:
1. Asia del Sudoeste, (Oriente Próximo y Medio)
Zona donde el factor religioso tiene una enorme importancia, bien como lugares de peregrinación (santos lugares cristianos, musulmanes y judíos), o bien como parte del patrimonio arqueológico-cultural (mezquitas de Estambul, iglesias bizantinas chipriotas, templos Jordanes, etc.). Aunque tienen menos promoción turística, no son desdeñables los recursos naturales de esta región, como los desiertos, paisajes montañosos e incluso las costas, que casi siempre justifican desplazamientos internos, es decir, como turismo doméstico dentro de cada nación o bien como movimientos intrarregionales, pero que comienzan a ser conocidos a escala internacional.
2. Asia Central
Es una región bastante desconocida para los mercados occidentales, cuyo principal reclamo turístico es el recorrido de la antigua Ruta de la Seda, que comunicaba el Mediterráneo Oriental con China a través de las estepas asiáticas, aunque no carecen de otros interesantísimos recursos culturales y naturales. Integran esta región buena parte de Rusia (Siberia, desde los Urales al Pacífico), así como las cinco repúblicas ex-soviéticas del Asia Central (Kazajstán, Turkmenistán, Uzbekistán, Tayikistán y Rirguistán), Afganistán y todo el Pakistán que queda a la orilla derecha del Indo. Pero como veremos, los problemas políticos (incluso conflictos bélicos) mantienen a estas naciones alejadas de los circuitos turísticos internacionales.
3. El Himalaya.
El techo del mundo tiene unas características especiales que le diferencian notablemente de los mundos chino e indio, con los que más se ha relacionado. La región autónoma del Tíbet (en China), Cachemira (India-Pakistán), Nepal, Bután y el norte de la India conforman esta región que tiene como principal recurso turístico el exotismo y los paisajes montañosos. El trekking y otros deportes de montaña (rofting, escalada, etc.) componen el resto de la oferta.
4. El mundo indio o hindú.
Formado básicamente por la India y la porción oriental de Pakistán (a la izquierda del Indo), es uno de los principales destinos de Asia, y mantiene una incuestionable "imagen de marca" relacionada con el mundo religioso (Varanasi, el Ganges), el cosmopolitismo de sus grandes urbes (Bombay, Calcuta, Delhi, Madras), algunos hitos monumentales (el Tah Majal es el más conocido) y, por supuesto, el exotismo cultural.
5. El Sudeste Asiático.
En él podemos diferenciar entre aquellos países plenamente insertos en el contexto turístico mundial (Tailandia, Singapur, Indonesia, Malasia y, en menor medida, Filipinas) y aquellos otros que inician en estos últimos años un débil aperturismo, como Birmania, Camboya, Vietnam, Laos y Brunei. De nuevo el exotismo es un recurso básico, pero no se puede descuidar la importancia de las playas tropicales de Bali (Indonesia), o de Phuket, Partaya y Samui (Tailandia), ni el peso específico de las grandes ciudades, como Bangkok, Singapur y Yakarta, que por su posición en el sistema industrial y económico mundial generan importantes movimientos de negocios.
6. En el Lejano Oriente
No sólo una nación (Corea del Norte) permanece al margen de las corrientes turísticas, mientras que las demás (China, Japón, Corea del Sur, Taiwan y las ciudades de Hong Kong y Macao) son receptoras de primer orden y cuentan con infraestructuras perfectamente adecuadas a los flujos que reciben. Tan sólo China mantiene una política turística internacional poco definida, que, sin embargo, dista mucho del aislamiento en el que se encontraba hasta hace unos pocos años. La imagen de esta región viene encabezada por ciertos hitos turísticos mundiales de primer orden (la Gran Muralla, el Fuji Yama, y las ciudades de Pekín, Shangai, Cantón, Seúl, Tokyo, Kyoto y Hong Kong), aunque la variedad de recursos que ofrecen los mantiene en una posición de privilegio dentro de las previsiones de crecimiento de la Organización Mundial del Turismo.
Explicaciones sobre la sinopsis anterior
1. Asia Sudoccidental: Próximo Oriente y Oriente Medio
Es este espacio un nudo del viejo mundo en el que se encuentran las tierras de Asia, África y Europa, bajo el nombre de Oriente Medio. Se trata de un espacio de transición desde Europa hacia el Extremo Oriente, que ha conocido las más viejas civilizaciones de la Tierra, y que ofrece una cierta heterogeneidad, si bien puede verse en ellos el rasgo común de la cultura islámica. Por su variedad paisajística y socio-económica, es una región difícil de delimitar, que abarca los territorios comprendidos entre Asia Menor y su prolongación hacia Europa en Turquía (Estambul), la trasera de las franjas costeras libanesas, sirias e israelíes y las extensiones del sur del continente asiático hasta Pakistán.
En estos espacios confluye una considerable diversidad de climas y relieves, que favorecen una enorme riqueza de paisajes. Aun así, es evidente que forman parte del mismo conjunto socioespacial, en relación con unas estructuras agrarias comunes en el entorno de los ríos Tigris y Eufrates, y con vastas extensiones de multiformes medios desérticos. Ahora bien, la identificación de este espacio como región homogénea, profundamente influida por el Islam y con una evolución socioeconómica similar, al menos hasta Irán, se debe sobre todo a la explotación petrolífera.
Así pues, se incluyen en el estudio de esta región del Asia Sudoccidental los países integrantes de la Península Arábiga (Arabia Saudí, Yemen, Omán, Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Kuwait y Bahrein), Turquía, Siria, Líbano, Israel, Jordania, Irak, Irán y el occidente de Pakistán.
En un contexto natural marcado por la escasez de los recursos hídricos es ocioso señalar que los espacios de mayor densidad poblacional se sitúan1 en torno a una franja de 100 km de ancho que bordea las riberas mediterráneas, apoyadas en las cadenas montañosas litorales bien regadas. En el mismo sentido, es notable la presión demográfica sobre los oasis y en los valles de los grandes ríos.
Parece evidente que la distribución de población entre los distintos países, y aun dentro de ellos mismos, es muy desigual, de forma que junto a grandes extensiones escasamente pobladas de carácter rural poco evolucionado, coexisten unos pocos centros que catalizan la actividad económica de la región, relacionados básicamente con la exportación de materias primas, fundamentalmente energéticas.
Estos países del Asia Sudoccidental han sido la cuna de importantes civilizaciones urbanas, que basaron su crecimiento en el comercio, al cual añaden hoy importantes funciones religiosas, culturales y políticas. En la actualidad, la distribución de las grandes ciudades de base fundamentalmente industrial, poco tiene que ver con estas funciones tradicionales. Las grandes metrópolis industriales, que aglutinan a la mayor parte de la población, no siempre en condiciones óptimas y con importantes bolsas de desempleo y pobreza, conviven con el subdesarrollo de sus áreas rurales.
En algunos países, la riqueza procedente de la industria y la exportación de hidrocarburos ha permitido poner en marcha grandes proyectos desarrollistas y superar las limitaciones impuestas por el medio natural, gracias a la inversión de ingentes cantidades de capital, que muestra un considerable poder de actuación y unas enormes posibilidades de desarrollo futuro si no malgastan sus recursos.
El desarrollo turístico de la región, que apenas alcanza un 2% del turismo internacional mundial, se ha visto enormemente influido por cuestiones políticas. Conflictos recientes como la intifada, los alzamientos palestinos, guerras civiles en Yemen y Afganistán, las tensiones entre Grecia y Turquía por la isla de Chipre, o la invasión de Irak en Kuwait y la siguiente crisis que culminó en la guerra del Golfo, todas ellas han tenido gravísimas repercusiones en el mercado turístico. No sólo el turismo receptor o emisor de los países afectados en cada uno de los conflictos, sino en toda la región del Próximo Oriente y Oriente Medio.
Por fortuna, las dramáticas repercusiones de esta guerra se han traducido en un proceso de negociaciones políticas al más alto nivel en busca de la estabilidad de la zona, que sin duda ha influido para cambiar el destino de la industria turística. No obstante, el seguimiento de los recientes acontecimientos políticos de la región hace pensar que esta estabilidad puede evaporarse repentinamente, lo cual evidencia su fragilidad.
Conviene matizar la importancia del turismo en la región del Asia Sudoccidental, con claras diferencias entre distintas subregiones, entre países vecinos, e incluso entre distintas zonas de un mismo país. Evidentemente, la razón ha de buscarse en una evolución histórica y política que ha seguido caminos diferentes en cada uno de estos espacios, derivando en unas condiciones socio-económicas distintas, todo lo cual ha favorecido un crecimiento exponencial de los ingresos turísticos en unos países, como es el caso de Turquía o Israel, y el descenso e incluso la desaparición del turismo en otras naciones o provincias, como resultado del clima de inestabilidad política. Tal es el caso de espacios fronterizos de Irak e Irán, Jordania, o Afganistán, entre otros.
Por otra parte, se observan enormes diferencias entre la gran mayoría de los países que se incluyen en la región, que presentan un predominio de las cifras de ingresos turísticos en relación con los gastos, normalmente por encima del cien por cien (figura 12.4), lo cual muestra una estructura turística básicamente receptora, de procedencia mayoritariamente europea y de la propia región, seguida de lejos por el mercado americano. No obstante, reforzando la idea de la variedad de la estructura turística de la región, en unos pocos países se invierte la balanza, con superioridad de los gastos turísticos, apuntando un potente mercado emisor que normalmente se dirige a destinos de la propia subregión, como ilustra claramente el caso de Kuwait, y en menor medida en Israel y Yemen, donde los datos de gastos e ingresos turístico se hallan bastante nivelados.
La procedencia de los flujos turísticos internacionales que llegan a la región de Asia Sudoccidental (que se corresponde con la división de Oriente Medio de la OMT excluyendo Egipto y Libia e incluyendo Israel y Turquía), se relaciona directamente con estos hechos. Así pues, si bien para el conjunto el origen de los turistas da un claro predominio en 1997 a los países de la propia región, podremos comprobar que para los destinos chipriotas, turcos o israelitas, predomina con enorme soberanía el mercado europeo, siendo éste apenas testimonial, para Kuwait o Bahrein
Por todo ello, resulta innecesario insistir en que la importancia del turismo de la región es muy diversa, en conexión con la distinta personalidad de cada uno de los estados que la componen.
Por esta razón, el análisis de sus características y evolución debe ser analizada a partir de la subdivisión de este espacio, siguiendo criterios funcionales y de tipología turística similar, fundamentalmente en lo que atañe a los recursos y los productos ofertados de forma genérica por cada subregión.
Distinguiremos en este espacio tres grandes unidades:
1- El Próximo Oriente engloba a Turquía, Siria, Líbano, Israel, Jordania, Gaza-Cisjordania e Irak.
2- la Península Arábiga incluye todos los países de la unidad peninsular
3- El Oriente Medio está formada por los países de Irán, Afganistán y Pakistán.
Turquía y Próximo Oriente
Se trata de una región de transición que hace difícil plantear límites precisos, pero que podríamos identificar con el espacio rodeado por los mares Negro, Egeo y Mediterráneo oriental al norte y oeste; por el arco montañoso del Kurdistán al este; y por la Península Arábiga y el Mar Rojo al sur. Incluye, por tanto, los países de Turquía, Siria, Líbano, Jordania, Israel, Irak y los territorios que se encuentran actualmente bajo el control de la Autoridad Palestina.
El relieve de esta zona, a excepción de las cadenas plegadas de Turquía, ofrece una disposición paralela a la costa, lo cual dificulta que las benefactoras influencias marinas puedan llegar a los territorios interiores. Así pues, al este de las alineaciones montañosas litorales sirias y del Líbano que descienden hasta las fosas del mar Muerto, mar de Galilea (lago Tiberíades) y río Jordán, la morfología del terreno se estructura en grandes mesetas al estilo del continente africano. Sobre estas inmensas llanuras el efecto de sombra pluviométrica que propician los relieves costeros se traduce en un aumento de la continentalidad del clima, y morfológicamente en una interesante variedad de medios desérticos.
El relieve impone contrastes y variaciones climáticas, que hacen que las áreas más pobladas se sitúen en los espacios mejor regados, al pie de las montañas. Así sucede en las costas de Turquía, Siria, Líbano o Israel; pero también, con el aumento de las altitudes de las cordilleras de Tauros y Pónticos en Asia Menor, y una vez rebasados los desiertos en las estribaciones de los Zagros en Irán, así como en las riberas de los ríos Tigris y Eufrates.
Al margen de los conflictos que cierran los pasos fronterizos en algunos puntos de la región, las vías de comunicación actuales ofrecen una red bastante tupida, que reproduce en muchos casos las antiguas rutas de caravanas entre Asia y Europa. La accesibilidad de esta subregión presenta una densidad por tierra y aire prácticamente coincidente con la morfología del territorio y la mayor concentración de población y núcleos urbanos, que disminuye conforme se avanza de oeste a este. A su posición histórica como corredor de flujos comerciales y de población entre Oriente y Occidente debe su variedad de grupos religiosos y la inestabilidad en el plano político, que, con multitud de brechas beligerantes por el control de diversos territorios sigue un complejo, aunque esperanzado, proceso de pacificación.
Dependiendo de las características naturales y la situación de cada uno de los países, las industrias de transformación son todavía débiles pero crecen con rapidez. Sin embargo, carecen de recursos de base como la mano de obra o de un buen sustrato que cultivar por la sequedad del clima, o como ocurre en Irak, por la salinidad de las aguas o las crecidas de primavera en el curso bajo del Tigris y Eufrates. De manera general, apoyan sus economías en la exportación de diversos minerales o hidrocarburos y en actividades comerciales y de servicios, aprovechando así su posición geográfica estratégica como salida obligatoria de los países árabes del interior de la región y paso por tierra de Asia a Europa Occidental. En esta línea, es un objetivo recurrente entre las metas programadas a corto y medio plazo el potenciar el sector servicios en forma de desarrollo turístico como medio para equilibrar la balanza de pagos de estos países.
Consecuencia de todos estos factores, el Oriente Próximo ofrece una combinación de recursos turísticos capaces de atraer a los distintos segmentos de mercado. No obstante, puede decirse que su historia y su cultura son el atractivo turístico principal de la región, ya que se trata de uno de los espacios ocupados o colonizados más antiguos de la Tierra, lo cual se refleja tanto en su historia como en su cultura y arquitectura. En ella pueden encontrarse restos, que corresponden en muchos casos a la estratificación de civilizaciones sucesivas, como resultado de la ocupación de numerosas naciones y grupos étnicos, como asirlos, helenos, romanos, cruzados procedentes de Europa, las aportaciones de la ocupación árabe, la invasión de los turcos y los mongoles y la instauración del Imperio otomano, hasta su hundimiento en los inicios del siglo XX, con la llegada de los ingleses.
Parece evidente que el turismo puede contribuir de manera positiva a la rehabilitación y reconstrucción del patrimonio arquitectónico. A pesar de su gran variedad, se trata mayoritaria mente de templos, mezquitas, palacios o zocos, de enorme interés tanto desde el punto de vista cultural e histórico como desde su consideración como recurso turístico, como así parece verse reflejado en recientes planes de desarrollo turístico propuestos por algunos de estos países.
Muy relacionado con elfo, el turismo religioso o de peregrinación supone otro de los pilares de atracción. La razón estriba en que dentro de este conjunto, el entorno de Israel y Jordania posee restos y ruinas que han sido testigos de un pasado que ha marcado la historia religiosa del mundo occidental. No en vano, en esta subregión se encuentra la Tierra Santa bíblica, que contiene la mayor parte de los lugares sagrados del cristianismo y del judaísmo (Jerusalén, Nazaret, Galilea, Belén, etc.); y es también uno de los principales puntos de peregrinación de los musulmanes, dado que Jerusalén es la tercera ciudad sagrada del Islam.
Por otra parte, en las costas mediterráneas del Próximo Oriente se encuentra la mayor concentración de destinos turísticos de sol y playa de la zona. En la mayoría de ellos es posible combinar el atractivo litoral con la oportunidad de visitar la abundancia de restos arqueológicos y arquitectónicos romanos y bizantinos, corno así se muestra en prácticamente todas las ofertas de operadores turísticos que trabajan este espacio.
A pesar de su enorme potencial para albergar destinos turísticos de sol y playa, no existe un gran desarrollo en este campo, debido al dominio de este mercado por las costas mediterráneas europeas, y a su mayor lejanía respecto de los mercados emisores, en comparación con las costas españolas o del norte de África. No obstante, posee en su espacio más meridional una ventaja comparativa en relación con estos entornos y es su clima especialmente cálido en invierno, sobre todo en el golfo de Aqaba con los centros turísticos de Eilat (Israel) y Aqaba (Jordania), en las costas del mar Rojo, que pueden compararse climáticamente a las Islas Canarias.
Las posibilidades turísticas en el plano deportivo son abundantes y variadas. Éstas pueden agruparse en dos modalidades principales: por un lado, las desarrolladas en el litoral y los lagos (submarinismo, esquí acuático, vela, natación, etc.) y, por otra parte, los deportes de montaña como el esquí, practicable en más de seis estaciones en las montañas de Turquía y una en Chipre, en la ladera occidental de los montes Troodos, además de la oportunidad de practicar el montañismo y senderismo, u otras modalidades propias de turismo de aventura, como la escalada, que en los últimos años se combina con visitas a los desiertos y oasis.
En relación con el turismo balneario y de salud, y abundando en la variedad de atractivos de la región, pueden encontrarse espacios de enorme interés terapéutico por la riqueza mineral del agua y el barro, en combinación con un clima seco y suave, que ha convertido a ciertas zonas en verdaderos centros de salud. El mar Muerto y el mar de Galilea (Tiberiades), concentran la mayor parte de las instalaciones balnearias que ofrecen tratamientos sanitarios en instalaciones modernas, que en ocasiones se combinan con actividades deportivas. A pesar de las modas, no puede decirse que se trate de un nuevo aprovechamiento turístico, como ilustra el histórico destino de las termas israelíes de Tiberiades o las de Bursa en Turquía, con importantes edificios otomanos, o las espectaculares cascadas de aguas termales sobre calizas de Pamukkale, en el mismo país, usadas por los romanos por sus cualidades curativas.
Finalmente, en conexión con el proceso de paz iniciado en 1993, se empiezan a advertir en los programas de algunos de los gobiernos de este espacio estrategias que incentivan la inversión para crear nuevas infraestructuras capaces de acoger congresos y convenciones internacionales, de entre los cuales destaca sobre todo el caso israelí.
En la última década, las tendencias del mercado turístico internacional han sido alcistas, al tiempo que otros destinos de la Europa Occidental perdían cuota de mercado. Las cifras son enormemente ilustrativas al respecto, ya que si atendemos al número de llegadas e ingresos desde el extranjero, en algunos casos como Israel o Turquía, suponen niveles de crecimiento récord, con cifras comparativas entre 1982 y 1992 que llegan a superar el 400% de incremento. Todo ello, sin tomar en consideración las cifras de visitantes diarios, ni los desplazamientos del turismo doméstico, que en algunos de los lugares considerados "santos" por varias religiones podrían disparar todavía más las cifras.
Atendiendo a estos datos, no sería descabellado pensar en el desarrollo de proyectos de base regional, teniendo en cuenta la similitud de estos recursos, y los avances en el proceso de pacificación de la zona. El número de turistas podría aumentar si se considerase seriamente la oportunidad de articular las visitas a varios países, como puntos de un mismo paquete más amplio, que ligase Israel con Siria y Jordania en forma de visitas cortas o excursiones. En esta misma línea, la cooperación regional en marketing turístico para Oriente Próximo y el Mediterráneo Oriental puede estimular un desarrollo turístico articulado de estos espacios.
Merece una mención especial, por su singularidad geográfica, el caso de la isla de Chipre, a mitad de camino entre tres continentes (Europa, África y Asia), la cual, a raíz de la ocupación turca del norte de la isla en 1974, se encuentra dividida en dos estados: la República de Chipre, con capital en Nicosia (o Lefkosia, en griego), y la República Turca del Norte de Chipre, con capital en Famagusta, y que no está reconocida por la ONU (de hecho, entre 1974 y 1994 se han formulado 65 resoluciones del Consejo de Seguridad y 12 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, condenando la ocupación turca del tercio norte de la isla de Chipre).
La mitad meridional de la isla de Chipre (la greco-chipriota) es la que más intensamente se inserta en los circuitos turísticos internacionales, y en ella se atesoran los recursos turísticos de la isla, que se concentran en dos sectores:
Los montes Tróodos, presentan una densa vegetación, e incluso una pequeña estación de esquí, y en sus laderas pueden encontrarse nueve iglesias bizantinas declaradas Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO, de modo que lo convierten en un atractivo cultural y artístico de primer orden.
El litoral sur de la isla, ofrece una serie de destinos consolidados en el producto sol y playa como Pafos, Larnaka, Limasol y Ayia Napa. La primera de las ciudades, además, cuenta también con la declaración de Patrimonio de la Humanidad, y en todas ellas el producto cultural complementa con éxito las estancias en la costa, que además se encuentra enriquecido con la oferta de golf (Pafos) y talasoterapia (Limasol).
Ambos recursos justifican que en 1997 acudieran a la República de Chipre más de dos millones de turistas, casi tres por cada habitante local, que generaron, según datos de la OMT, unos ingresos superiores a 1.600 millones de dólares.
Sus clientes principales son en un 90 % europeos (británicos, alemanes, suizos y escandinavos, por ese orden), seguidos muy de lejos por el mercado libanés, ligado a Chipre por compartir la religión maronita (105.000 turistas). Pese a todo, la oferta de alojamiento sigue siendo escasa, con algo más de 35.000 camas para todo el país en 1996.
Península Arábiga
Por su personalidad geográfica desgajada del continente, es una región mucho más sencilla de delimitar que la anterior. La Península Arábiga fue definida en 1939 por Beaujeau-Gamier, como "un trozo de desierto empapado de petróleo, cuna del Islam y dividido de un modo curioso" y, a pesar de los casi sesenta años transcurridos desde este escueto enunciado, sigue manteniendo todo su vigor.
En efecto, su principal fuente de ingresos procede de la extracción petrolífera y de la comercialización del crudo y sus derivados. Aun así, no son despreciables las exportaciones de pieles, minerales y metales preciosos, sin olvidar los ingresos obtenidos por las peregrinaciones a las ciudades santas de La Meca y Medina. No obstante, algunos países como Kuwait buscan diversificar su fuente de ingresos con otras ramas industriales, pero sobre todo con las inversiones en el extranjero y el desarrollo del sector servicios.
Al igual que en las otras dos zonas del entorno del Asia Sudoccidental, la guerra del Golfo marcó un dramático hito de referencia, tanto en el plano económico y social como en el turístico, por la alineación directa o indirecta de estos países en la plataforma anti o pro-iraquí, cuyas consecuencias aún son palpables en el equilibrio comercial y presupuestario de los países que componen este conjunto.
En ellos el crecimiento vegetativo es muy elevado, aunque sin alcanzar las cifras del Sudeste Asiático. Sin embargo, la debilidad generalizada del poblamiento sobre un dominio árido propicia unas densidades poblacionales bajas, a excepción de Bahrein y Kuwait, de las notables densidades agrícolas de Omán, y de las costas occidentales de la península, posibles gracias a la disponibilidad de reservas hídricas, puesto que se ven ligeramente beneficiadas por el monzón húmedo de verano.
De estos datos se deduce la existencia de un entorno natural poco homogéneo, con intensos contrastes entre la costa oriental y occidental y el corazón de Arabia Saudí, entre los fuertes ingresos de las extracciones petrolíferas o la agricultura comercial y la precaria subsistencia de la población dedicada al pastoreo nómada o a la agricultura de secano. Precisamente este atractivo contraste entre el mundo árabe tradicional y la modernidad industrial y urbana es uno de los factores que más claramente diferencia a este grupo de países del resto de unidades de la región del Asia Sudoccidental.
En este contexto, resulta especialmente atrayente el contraste de los barrios árabes tradicionales, con sus mezquitas y zocos, y con la típica morfología de ciudad antigua sembrada de callejones en la que todavía se observa la distinción gremial de los barrios, frente al moderno perfil, similar al de cualquier ciudad occidental, del corazón de sus ciudades comerciales, tanto en Kuwait, como en los Emiratos Árabes Unidos o en Qatar.
En general, la accesibilidad es buena (excepto en espacios fronterizos por inestabilidad política) y el alojamiento abundante y de elevada calidad, sobre todo en el área occidental de la región. Por sus características naturales, pueden distinguirse varios espacios turísticos dentro del conjunto de la Península Arábiga. Por un lado, el entorno turístico de alto nivel del sur del Golfo Pérsico, en el que destacan las posibilidades de turismo costero con un fuerte potencial de desarrollo del turismo deportivo náutico, gracias a la morfología de su litoral en el entorno de la ensenada de Dubai (uno de los emiratos que integran los Emiratos Árabes Unidos). Por otro, es de señalar la oferta de turismo de sol y playa de las costas occidentales, más cálidas y húmedas conforme se avanza hacía el sur, las cuales, con un esfuerzo de coordinación regional internacional, podrían llegar a convertirse en la Riviera del Mar Rojo.
Al margen de sus recursos costeros, el interior de la península ofrece una sorprendente variedad natural que podría favorecer el turismo de aventura, con el desarrollo de visitas a los oasis del desierto saudita o el montañismo en la cordillera litoral yemení, que alcanza los 3.000 m entre laderas abancaladas, alternado con el turismo cultural de la vista a yacimientos arqueológicos y sepulcros cercanos, o del patrimonio natural en Omán. No obstante, sin lugar a dudas, los principales centros receptores de visitantes de esta subregión son las ciudades de Medina y La Meca, que atraen a peregrinos de todo el mundo islámico, haciendo de este espacio el centro comercial y turístico de la península.
El Oriente Medio
Al igual que la mayor parte de los países que conforman la región del Asia Sudoccidental, el Islam es el principal vínculo de unión de la subregión del Oriente Medio, que abarca las repúblicas islámicas de Irán, el sur de Afganistán y la parte occidental de Pakistán. Es, además, nota común su antigua importancia como escenario de las grandes rutas de caravanas del mundo eurasiático, de la seda y las especias, hasta la apertura en 1869 del Canal de Suez, que asestó un duro golpe a las rutas de transporte terrestre interior.
Desgraciadamente, también comparten cierto clima de tensión política que ha desembocado en la última década en brotes de violencia y guerras que han afectado profundamente el desarrollo económico de estas naciones.
Del mismo modo, a grandes rasgos, comparten un medio físico hostil marcado por la sucesión de cadenas montañosas desde la cordillera de Zagros hasta la meseta del Beluchisán (Pakistán), pasando por las vastas extensiones desérticas iraníes debido al efecto climático continental y a la naturaleza salina de los suelos. Al este de estas unidades destaca la doble cadena del Hindú Kush que alcanza cotas cercanas a los 7.500 m de altitud. Todo ello propicia una serie de elementos comunes en las características de sus recursos turísticos naturales y culturales.
Las mayores densidades poblacionales, en relación con las condiciones del medio físico, aprovechan la relajación topográfica y las posibilidades de aprovisionamiento hídrico en las costas del mar Caspio, donde se encuentran los espacios agrarios más fértiles de la región.
La accesibilidad y capacidad de alojamiento se encuentra íntimamente ligada a las condiciones topográficas y a la inestabilidad civil de determinadas regiones, en las cuales no sólo es difícil la práctica de actividades recreativas y el desarrollo turístico, sino que éste llega a ser desaconsejado por los propios gobiernos afectados. A pesar de ello, este espacio reúne importantes recursos potencialmente turísticos.
En lo referente al patrimonio histórico y cultural, la mayor parte de sus atractivos se halla relacionada con su pasado como cuna de la civilización persa, antigua y refinada, o a su vinculación a la Ruta de la Seda durante siglos en el caso del llamado Triángulo de Oro (Hamadan-Bakhtaran-Khorramabad) por su enorme riqueza histórica. Sus capitales, antiguas y modernas, y sus ciudades ofrecen restos de su pasado gremial, de la arquitectura mogol y colonial, así como notables mezquitas, mausoleos y bazares. El atractivo cultural y natural se hace único en las tierras del norte de Pakistán, donde se encuentran las montañas de retiro de Mingora, con abundantes monasterios y estatuas budistas apenas conocidas en el hermoso valle de Swat. Además, el aislamiento físico de algunos espacios a lo largo de los siglos ha hecho posible que, todavía hoy en el noroeste de este país, puedan encontrarse en la región de Chitral espacios salvajes bajo leyes tribales paganas que han empezado a conocerse en los últimos años.
La práctica de turismo deportivo, náutico en las riberas de los lagos y del mar Caspio; o de montaña, con la práctica del esquí en Elburz (Irán), tiene un carácter fundamentalmente nacional. No obstante, es destacable el atractivo internacional para la práctica del montañismo especializado que suponen las montañas del Hindú Kush, en Afganistán y Pakistán, y su prolongación en las montañas del Karakorum en los territorios de Jammu y Cachemira, disputados por India, China y Pakistán, que serán estudiados dentro de la unidad del Himalaya en el subcontinente indio.
La zona indostánica.
La imponente barrera montañosa del Himalaya y el océano Indico delimitan este inmenso espacio de más de cuatro millones de krn2, que le ha valido la denominación del "subcontinente indio", en virtud de la variedad paisajística y cultural que engloba. Esta región abarca cuatro pequeñas naciones como Sri Lan-ka, Nepal, Bután y República de las Maldivas, dos grandes estados, como son la India y la parte oriental de Pakistán (orilla izquierda del Indo), y uno intermedio, Bangladesh.
La pluralidad de este espacio es una de sus características básicas. En él el abanico de paisajes varía desde las regiones septentrionales marcadas por el reborde montañoso de la cordillera de mayor altitud del mundo, hasta los medios monzónicos, o los subecuatoriales y ecuatoriales del sur de la península y de los conjuntos insulares indios, pasando por la gran llanura central, dentro de la cual las diferencias topográficas y climáticas son notables.
A pesar de esta enorme diversidad, la personalidad geográfica del conjunto indostánico en el contexto del Asia Meridional queda fuera de toda duda. En efecto, el dominio más o menos evidente de la civilización y la religión hindú da cohesión al conjunto a pesar de la multiplicidad religiosa y lingüística de la India, y la distingue con respecto al Sudeste Asiático. Además, a pesar de la existencia de acusadas diferencias históricas entre unas regiones y otras, incluso dentro de los mismos países, la colonización inglesa ha supuesto un factor fundamental, que ha dejado su huella en la economía y la cultura de las naciones que conforman esta región.
La ubicación de los asentamientos humanos, relacionado con el relieve y las condiciones climáticas, es otro rasgo común a estos países. Es innecesario insistir en el hecho de que estos factores imponen serios condicionantes en la distribución de las concentraciones de población, que buscan las mejores condiciones térmicas, exposición a los flujos húmedos y posibilidad de abastecimiento hídrico. Es por ello que las mayores densidades poblacionales del conjunto indostánico se sitúan en el entorno de los colectores fluviales principales, tradicionalmente sobre las llanuras de inundación, sobre sus valles y deltas, sobre todo en la bahía de Bengala, y en torno a los cursos del Indo y Ganges. Debemos recordar, no obstante, que el dominio monzónico afecta a una parte importante del conjunto, propiciando períodos de intensas lluvias (generalmente de mayo a septiembre), que dan lugar a grandes variaciones del caudal de los ríos con los consiguientes desbordamientos e inundaciones, en muchas ocasiones de consecuencias catastróficas.
Pese a la existencia de las islas industriales en algunos estados de la India y en Pakistán, puede decirse que nos encontramos en un contexto económico marcado por el subdesarrollo, con gravísimos problemas de superpoblación, una organización social desequilibrada y un escaso dinamismo económico. Por ello, no extraña que la mayor parte de los estados que conforman el conjunto se planteen el desarrollo turístico como posible vía de ingresos en sus maltrechas economías, en las que la agricultura sigue siendo la principal fuente de empleo y subsistencia de la población.
Así pues, a pesar de los trastornos políticos y los desastres naturales, la India como principal destino turístico de la región ilustra los esfuerzos de estos países en la puesta en marcha de políticas estratégicas, centradas en cambiar la percepción de la región hacia una imagen de prestigio para el turismo de alto nivel, si bien es cierto que, aunque algunos espacios de la región están bien preparados para recibir turistas, muchos otros necesitan una mejora importante de sus infraestructuras, tanto de la red de comunicaciones como de la calidad de la oferta de alojamiento. La accesibilidad es buena en términos generales, bien por vía terrestre, bien aérea o marítima, con una densidad y una frecuencia de trayectos aceptable.
Superados los fortísimos incrementos del número de llegadas en décadas anteriores, las metas propuestas plantean básicamente desarrollar las posibilidades de atracción de mercados ampliando la oferta de plazas hoteleras y, sobre todo, mejorando las infraestructuras de acceso y alojamiento en localizaciones específicas.
Dentro del conjunto, la India representa el máximo exponente turístico, con más de la mitad de las llegadas de turistas internacionales a la zona, seguido de lejos por Pakistán y Sri Lanka. Se trata básicamente de un espacio de turismo receptor, a tenor de los datos de ingresos y gastos con claro predominio del mercado europeo. No obstante, las cifras correspondientes a Pakistán y Bangladesh, en las cuales el gasto por turismo internacional supera a los ingresos en el mismo concepto, refuerzan el hecho de que el segundo mercado turístico proceda de la propia región del Asia Meridional.
De acuerdo con sus posibilidades de desarrollo y uso turístico, el conjunto indostánico puede subdividirse en cuatro grandes unidades funcionales que responden tanto a sus valores paisajísticos como a la tipología turística dominante: las regiones montañosas del Norte, que incluye el reborde montañoso del Himalaya y Karakorum; la gran unidad central de la India, con los espacios más poblados del conjunto indostánico (valle del Ganges); la India del Sur, que se extiende sobre la meseta del Decán, que abarca la costa Malabar y Coromandel; y, finalmente, las agrupaciones insulares del entorno, como la República de las Maldivas
Las Regiones montañosas del Norte
Esta región turística no puede considerarse en sí como una unidad geográfica homogénea, pues son muchos y muy variados los paisajes que en ella se encuentran.
De forma sucinta está formada por los rebordes montañosos de la cordillera Himalaya y el Karakorum, abarcando parte de la India y Pakistán, Nepal y Bután.
Los límites de esta unidad, reconocida por sus características topográficas se sitúan, de este a oeste, en las cadenas del vecino país de Birmania (Myanmar) y en los rebordes montañosos del espacio fronterizo indo-pakistaní incluyendo el Karakorum, definiendo así un arco que alcanza los 2.000 km de longitud.
Así pues, en este amplio espacio, los matices topográficos y climáticos relacionados con la altitud y la exposición de las laderas montañosas hacen variar las condiciones térmicas y de pluviosidad, y por tanto, también la distribución de los asentamientos humanos, mucho más frecuentes en los valles y laderas orientadas al Sur. Su altitud varía desde los 300 m de las tierras bajas y hasta los más de 8.000 m en las cumbres himalayas al norte, ofreciendo un amplio abanico de espacios geográficos desde un ambiente tropical, con habitat y vida salvaje propios de la jungla hasta el clima extremo de la región del alto Himalaya, apenas habitada por el hombre.
El aislamiento, debido a la difícil accesibilidad de estas cadenas montañosas, ha tenido consecuencias políticas importantes, como son el mantenimiento de pequeños países independientes corno Bután o Nepal, cerrados durante mucho tiempo a la penetración europea, o el mantenimiento de las disputas entre la India, Pakistán y China por los territorios de Cachemira y Jammu, todavía sin resolver.
La población de la región se dedica principalmente a la agricultura de subsistencia o a la ganadería en torno a las granjas, que ven en el desarrollo turístico, con un considerable potencial de crecimiento, una posibilidad de mejora económica de la región o del país, según el caso. Esta región es reconocida nacional e internacionalmente por sus espectaculares paisajes de cumbres nevadas, bosques de coníferas, glaciares y ríos y con una considerable riqueza natural y cultural en multitud de parques, reservas y santuarios para la conservación de la fauna y la flora de la zona.
No obstante, después de las dos últimas décadas, la explosión del trekking turístico ha puesto en peligro el equilibrio ecológico de estas sociedades basadas en los productos forestales y naturales, pero también ha lesionado las características culturales de la región. Todo ello ha llevado en el área del Annapurna (8.078 m), en Nepal, a considerar la creación de un nuevo concepto de región protegida, teniendo en cuenta la enorme extensión del área que reúne variedades culturales, paisajes y microclimas distintos, que han de regirse por esquemas también diferentes.
Toda la región cuenta con un interesante precedente turístico (al margen de las peregrinaciones a las fuentes del Ganges), a principios del siglo XVIII siguiendo las costumbres europeas e inglesas de la época en busca de las temperaturas moderadas de la montaña para sus curas de salud. Esta larga tradición, conocida entre los indios en estaciones a menor altitud, se desarrolla en estaciones para el descanso y el relax del valle de Cachemira desde el cual se dominan espectaculares panorámicas. Con el tiempo, estas estaciones-refugio se han convertido en el lugar de partida para las expediciones de montañeros a algunas de las mayores cumbres del planeta.
Además de la práctica deportiva del montañismo y el trekking, o la práctica de algunas actividades propias del turismo de aventura como el rafting, excursiones en elefante, o paseos en canoa, la apertura de Mepal y Bután ha dado al Himalaya nuevos atractivos, relacionados con la búsqueda de la espiritualidad y la meditación, que Siego a convertir a Katmandú en un verdadero centro de peregrinación para los hippies en las décadas pasadas. Por otra parte, la profusión de templos, monasterios y sepulcros budistas e hinduistas a lo largo de la región supone un atractivo añadido a uno de los escenarios naturales más espectaculares de la Tierra, capaz de atraer por sí mismo a un turismo internacional cada vez más numeroso.
El Norte indogangético.
Al sur de la unidad montañosa y al norte del golfo de Bengala y los Montes Vindhya, queda definida la unidad de la gran llanura Indogangética, que abarca el estado de Bangladesh, parte de Pakistán y el espacio más poblado de la India, en el cual se encuentran las bases físicas y humana de esta gran potencia; es decir, como su propio nombre indica, ocupa los valles del Indo y el Ganges. En esta zona se pueden definir varios conjuntos paisajísticos, que pasan de un extremo climático a otro, desde el delta del Ganges y Brahmaputra o las llanuras surcadas por los grandes ríos y sus interfluvios, la jungla y los marjales que las separan del Himalaya, hasta las extensiones trigueras del Punjab o el desierto de Triar.
Es un espacio variado en el cual coexiste la pobreza de la población agrícola, azotada por desastres naturales, con el desarrollo industrial y tecnológico de las grandes ciudades. El contraste es uno de los atractivos de la región en la cual se encuentran macizos montañosos arbolados y extensos desiertos en los que conviven la tradición y la modernidad, perfectamente ilustrada en las grandes ciudades industriales como Islamabad, Karachi, Delhi, Nueva Delhi y Chandigarh. Son destacables en este sentido las ciudades de Calcuta y Bombay, las más pobladas de la India, centros de negocios del país, así como creativos e intelectuales.
La riqueza patrimonial cultural y arquitectónica hindú, islámica o colonial de todo el conjunto es el principal activo turístico de la región, y el principal elemento de conexión en las rutas internacionales establecidas por los operadores turísticos. En los últimos años, buscando una reorientación de la oferta turística y la captación de nuevos segmentos de mercado, se intenta lanzar al exterior una imagen de turismo de élite a partir de la conversión de antiguos palacios reales en hoteles de lujo, y del intento de difundir el turismo de incentivos y congresos en este marco, con el apoyo del gobierno indio.
El turismo internacional de circuito es el principal mercado de la región, que recorre las ciudades monumentales de Dehli, Agrá y Jaipur, que conforman el triángulo de oro, en la puerta del desierto de Thar, jalonado de palacios y fortalezas. Pero no es el patrimonio arquitectónico su único recurso turístico, ya que son notables los yacimientos arqueológicos de la provincia de Sind en Pakistán que muestran restos de algunas de las culturas más antiguas de la Tierra. Del mismo modo, es necesario dar el lugar que corresponde a los flujos turísticos nacionales relacionados con el turismo religioso y de peregrinación hacia las ciudades santas de las orillas del río sagrado Ganges, de entre las cuales destaca Varanasi (Señares).
Es igualmente importante la variedad de actividades recreativas y deportivas de agua y tierra ofertadas al turista, que abarca desde la visita a las numerosas reservas naturales para observar la fauna y la flora de la zona, hasta los recorridos por el desierto o las excursiones y posibilidades de practicar el montañismo y el trekking en las elevaciones cercanas. Sus espacios litorales, a pesar de contar con algunas de las playas más largas y anchas del mundo con aguas azules en la Bahía de Bengala, con unos entornos espectaculares con palmeras y cocoteros, mezquitas y minaretes, se hallan muy poco desarrollados.
La India central y peninsular.
Esta región está constituida básicamente por los territorios de la península del Dekán, al sur de los Montes Vindhya, como umbral geográfico sembrado de macizos montañosos que dificultan la accesibilidad. Por sus características físicas, históricas y culturales, se incluye también en esta región turística la isla de Sri Lanka (antes Ceilán).
Su medio físico, en general, está marcado por las fuertes temperaturas y la complejidad de su régimen de precipitaciones, dependiendo de la altitud y la exposición a los flujos húmedos del monzón. En este sentido, es destacable el cambio en las estaciones turísticas, de noviembre a abril, o de abril a septiembre, según se trate de destinos situados en la costa occidental u oriental respectivamente.
La población de la región se distribuye de norte a sur, en una serie de franjas desigualmente pobladas, con mayor peso demográfico en la mitad occidental, sobre todo en la umbría de los Ghates. Su economía es predominantemente agrícola, con cultivos de plantación algodonera en el interior, y de caña de azúcar en la costa oriental, así como de té en Sri Lanka, todos ellos restos del pasado colonial de la zona. No obstante, también posee centros de extracción de minerales y algunos de los centros industriales y comerciales más importantes del país, como Bombay, Bangalore o Madras, antiguo centro de comercio con Persia, China y Ceilán.
Así pues, se trata de un espacio cambiante, aunque unido por una historia común. Su base económica es igualmente variada pero, al igual que la mayor parte de los estados indios, éstos han declarado al turismo como una industria a la que hay que preparar el terreno con incentivos y concesiones. No obstante, lo más preocupante en el plano económico deviene de la situación de inseguridad civil que afecta a Sri Lanka, que ha afectado particularmente desde los años noventa a la industria turística.
Tanto en el antiguo Ceilán, como en la costa Coromandel o en la Malabar, esta región ofrece largas y hermosas playas orladas de palmeras, de entre las cuales destaca el sector de Goa y Kerala en la costa Oeste, donde se encuentra la mayor concentración de destinos turísticos de costa del país. En la costa oriental es necesario mencionar el entorno de Puri, una de las ciudades santas de la India y centro de peregrinación que, en los últimos años, ha desarrollado un complejo turístico de sol y playa. En todas ellas, la oferta recreativa en forma de festivales y danzas, así como de deportes acuáticos, es variada. Además, estos espacios cuentan con numerosos parques nacionales, reservas y santuarios para la conservación y observación de la vida salvaje.
No obstante, aunque el principal activo turístico de la región se basa en sus playas, es notable el interés de la complementariedad entre estos recursos y el rico patrimonio histórico y cultural de sus ciudades, en las cuales se entremezclan las construcciones de las ciudades modernas con los vestigios coloniales ingleses, franceses o portugueses, y con los restos arquitectónicos en forma de templos, palacios y sepulcros de las religiones cristiana, hindú, budista e islámica.
Las conexiones internacionales desde este espacio y a través de él son fluidas y la accesibilidad es buena en la mayor parte del territorio, a excepción de la montaña de Sri Lanka, bajo el control de los grupos independentistas tamiles. De hecho son numerosas las rutas organizadas por los grandes operadores turísticos que, en tren, autobús y avión, atraviesan la región para dirigirse a otros espacios turísticos del espacio indostánico.
Los Conjuntos insulares.
Son varios los conjuntos insulares que se encuentran en la región, situados en tomo a la península del Decán.
Las islas de Andaman y Nicobar al sur del golfo de Bengala y las Islas Laquedivas frente a la costa Malabar, bajo dominio indio y República de las Maldivas, al sur de éstas, en el extremo occidental.
En un medio físico afectado por el monzón, con características subecuatoriales, la población basa su economía en la exportación de pescado y en el turismo, ya que la cobertura forestal tropical cercana al 80% de su superficie deja poco espacio para el aprovechamiento agrario. No obstante, aunque en todos estos conjuntos isleños el turismo es una actividad en alza, destaca de modo particular el caso de las islas Maldivas, con más de setenta complejos turísticos, y en menor medida, las islas Andaman.
Su principal recurso turístico es el sol y la playa sobre multitud de atolones, islas (casi siempre de origen volcánico) rodeadas por una barrera coralina que engloba un lago de aguas poco profundas. Evidentemente, este turismo contemplativo se ve complementado con las enormes posibilidades deportivas que un conjunto de arrecifes coralinos puede ofrecer, en todas las modalidades de submarinismo o buceo y de deportes acuáticos de todo tipo.
Algunos de los operadores turísticos más potentes incluyen a estas islas en sus programas, incluso con vuelos directos desde Europa, por el momento su principal mercado. Se ofrecen éstos como parte de paquetes combinados que incluyen visitas a Tailandia, Sri Lanka, Singapur y Malasia, incluyendo visitas a los poblados de pescadores nativos cercanos y a las más de 200 islas deshabitadas.
Las cifras de llegadas reflejan un ascenso notable en el número de turistas y se traducen en la creación de nuevos destinos en las islas. De hecho, en los últimos diez años el turismo ha tenido un incremento cercano al 250%, ciertamente elevado incluso al compararlo con el 40% de crecimiento experimentado por los destinos turísticos del Sudeste Asiático; las cifras, además, auguran un continuo incremento. En este contexto, sólo la limitación de los recursos hídricos podría poner tope a esta colonización turística. No obstante, recientemente algunos complejos han instalado plantas desalinizadoras para el aprovisionamiento de agua.
La mayor parte de estos destinos turísticos se encuentran en el atolón maldivo de Kaafu, donde se sitúa la capital, Male. Aunque cada vez más abundan los complejos ubicados en los grupos de islas más al norte y mucho más al sur, rebasando el Ecuador, como el de Seenu. Estos complejos turísticos incluyen normalmente todo lo necesario: deportes y ocio, restaurantes, bares, tiendas, etc, y cada una de las islas atrae a una clientela de distinta nacionalidad.
Se trata, pues, de destinos enclavados, en la mayoría de los cuales los nativos no se mezclan con los turistas, a excepción de aquellos que rodean los complejos turísticos más importantes y de los cercanos a Male. En general la oferta suele tener un carácter ecológico que responde a las exigencias de una clientela más o menos exigente. El alojamiento suele ser en bungalows o chozas cercanos a la playa, pero en los últimos años la tendencia a la masificación, con la llegada de grupos de turistas extranjeros a estos espacios, ha propiciado la aparición de poblados turísticos mucho más multitudinarios, que incluyen además una oferta recreativa considerable. Todo ello, puede suponer el inicio de degradación de unas formas turísticas respetuosas con el medio ambiente físico y cultural de estas islas.
Siberia y Asia Central
Comprende esta gran región las repúblicas ex-soviéticas de Kazajstán, Uzbekistán, Turkmenistán, Tayikistán y Kirguistán, además de parte de Afganistán y de Siberia, la Rusia asiática al este de los Urales.
Se trata, por lo tanto, de una enorme región con escasa homogeneidad interna, que viene definida principalmente por su antigua pertenencia a la antigua URSS.
El clima es extremadamente duro, con una fortísima continentalidad, que se manifiesta en amplitudes térmicas próximas a los 40 "C. Con estas condiciones y la elevada altitud media, el paisaje predominante es el estepario, aunque el importante desarrollo latitudinal permite ir desde los climas árticos y de tundra en el norte de Siberia hasta el desierto en el sur de Afganistán. No obstante, no faltan grandes áreas pantanosas en torno al mar Caspio y a los grandes cursos fluviales (Ural, Sir Daria, Amu Daria), frecuentemente sobreexplotados para el aprovechamiento agrario, sobre todo de algodonales, hasta el punto de haber provocado la desecación del Mar de Aral, entre Kazajstán y Uzbekistán.
Hacia el este, la progresiva elevación del terreno (que culmina en los montes Tian Shan, a casi 7.500 m de altitud) significa una suavización de esos rasgos estepario-desérticos, favoreciendo el cultivo y por tanto la ocupación humana. Por esta razón y por motivos históricos (la Ruta de la Seda), las principales ciudades de Asia Central se encuentran en su sector oriental, a los pies de la cadena montañosa (Almaty, Tashkent, Samarcanda, Dushanbe y Frunze).
Una parte importante de este territorio, Siberia, está funcional y políticamente unido a Europa dada su pertenencia a la Federación Rusa, país que a pesar de ser asiático en un alto porcentaje tiene la mayor parte de su población y sus principales centros de poder político y económico al oeste de los Urales, en la zona europea. El clima extremo, marcado por la alta latitud al norte y la continentalidad, así como el atraso económico y de comunicaciones que tradicional-mente presenta (no en vano estuvo cerrada al turismo procedente del oeste de Europa hasta los ochenta), mantienen a Siberia prácticamente al margen de los flujos turísticos que se dirigen hacia la Rusia europea.
En el resto de las antiguas repúblicas soviéticas del Asia Central, y además del clima existen otros dos criterios menos evidentes pero hasta cierto punto válidos: la religión y, en menor medida, la lengua. En efecto, todas las antiguas repúblicas soviéticas albergan una mayoría religiosa de confesión musulmana sunnita, aunque con importantes minorías turcas, chutas y ortodoxas, mientras que casi todas sus lenguas son formas más o menos evolucionadas del turco, dando lugar al kazako, uzbeko, turkmeno, etc. El ruso, lengua que impuso el régimen soviético, sólo se emplea en las grandes ciudades, y suele provocar cierto rechazo en la población local.
El estudio del aprovechamiento turístico de esta región es el que ofrece mayores semejanzas entre estas repúblicas. Todas ellas comparten unos recursos físicos similares: enormes montañas coronadas por nieves perpetuas, bosques impenetrables, prados y estepas de extensión desmedida, etc. y todo ello en países apenas afectados por el fenómeno turístico, debido a una serie de factores:
1. La inestabilidad política de la zona, especialmente manifiesta en Tayikistán y Afganistán, cuya visita está de momento desaconsejada. En el resto de los estados teóricamente no existen problemas, pero todos ellos siguen exigiendo visados para los turistas llegados de países no adscritos a la antigua órbita soviética o comunista (las quince repúblicas ex-soviéticas, Europa Oriental, China, Cuba, Corea del Norte y Laos), e incluso Tayikistán los exige también a estos últimos.
2. Esta inestabilidad, y el aislamiento de esta gran área durante la época soviética han condicionado una enorme falta de infraestructuras adecuadas para la actividad turística (sanitarias, de transporte, alojamiento y servicios). Las deficientes comunicaciones son determinantes en la elección de los destinos, de modo que los escasos flujos de visitantes se concentran en las principales ciudades (Almaty, Samarcanda, Tashkent, Bujara).
3. La inseguridad económica. Desde la desmembración de la URSS, la inflación ha aumentado de forma considerable, las monedas locales se devalúan de forma constante y el mercado negro se ha convertido en una práctica habitual. Las tarjetas de crédito y los cheques de viaje son casi desconocidos excepto en los mejores hoteles de las principales ciudades. En Tayikistán, además, no existen sucursales de bancos extranjeros. Sólo dólares en metálico son un dinero seguro.
4. Las condiciones sanitarias. Se advierte de la posibilidad de epidemias de malaria en las fronteras
uzbeco-afgana y tayiko-afgana. Son necesarias vacunas contra el tifus, la polio y la rabia en Uzbekistán, Tayikistán, Afganistán y Pakistán, y el agua debe ser hervida para su consumo en casi todas las repúblicas de Asia Central. En algunas de ellas, como Kirguistán y Tayikistán se aconseja al visitante que lleve su propio botiquín, debido a la escasez de medicamentos.
En su favor, todos estos países cuentan con alguna ventaja evidente: son (salvo Samarcanda y algún otro enclave aislado) prácticamente desconocidos en Occidente, a lo que debemos sumar la competitividad de sus bajos precios.
Como se ha indicado, la oferta hotelera apta para turistas en estos estados es casi inexistente. Kazajstán, por ejemplo, una nación que quintuplica la extensión española, sólo cuenta con trece hoteles en todo el país, aunque esta oferta se ve ampliada si tenemos en cuenta las turbazas, pequeños adosados rurales en los que, por uno o dos dólares se tiene derecho al alojamiento y a tres comidas diarias.
Desde el punto de vista de la oferta turística, podrían encontrarse tres subregiones de rasgos similares.
1.- Siberia, con recursos naturales y económicos, y un alto potencial si se produjese una recuperación de Rusia.
2.- Los territorios de Kazajstán y Uzbekistán, son de escaso desarrollo pero notable potencial.
3.- Lo engloban las repúblicas de Turkmenistán, Tayikistán, Kirguistán y parte de Afganistán marcados por la inestabilidad política que limita fuertemente su incorporación al mercado turístico.
Siberia presenta atractivos importantes, algunos de origen humano como el recorrido en el Transiberiano, que une Moscú con Valdivostok, en la costa Pacífico; la vista a los gulags, los campos de concentración de disidentes en la época stalinista, que al igual que los campos de concentración alemanes se están convirtiendo en la memoria histórica de una de las grandes tragedias de este siglo; y un cierto turismo de negocios hacia algunas ciudades industriales surgidas en la época soviética, aunque la mayoría de ellas se encuentren en situación de crisis. De todos modos, sus principales recursos, y los que pueden potenciar su apertura turística en las próximas décadas, a medida que evolucione la economía y la sociedad rusa, son los naturales. No en vano se trata de una inmensa porción del planeta con una escasísima ocupación humana, y que guarda en su interior recursos naturales y espacios casi intactos de enorme atractivo para el turismo de aventuras y de naturaleza: los cursos fluviales del Obi, Yenisei y Lena; paisajes árticos y glaciares; el lago Baikal, el más profundo del mundo y la mayor reserva de agua dulce en estado líquido; etc.
Hasta la fecha, los principales movimientos turísticos en Siberia son internos. Sin embargo, no es descartable que la recuperación económica y la normalización política de Rusia permita que algunos de los recursos más importantes de su zona asiática se integren en los circuitos que hoy día se concentran casi exclusivamente en la zona europea.
Uzbekistán es la única república de Asia Central donde el fenómeno turístico tiene una cierta importancia, debido a su ubicación en el trayecto de las antiguas caravanas que desde el Mediterráneo oriental partían a Extremo Oriente, en busca de especias y sobre todo de tejidos lujosos (Ruta de la Seda), y que confirió a alguna de sus ciudades (sobre todo Samarcanda) un valor comercial, artístico y monumental de primer orden.
A diferencia de Kazajstán, los recursos turísticos de este país son sobre todo monumentales, aunque por desgracia la mayor parte de ellos datan de fechas posteriores al siglo XIV, fecha en la que las hordas mongolas de Gengis Khan interrumpen sus ataques contra las ciudades de Bujara y Samarcanda. Más recientemente, han sido los terremotos los causantes del deterioro de parte de este patrimonio, como el que en 1966 asoló la capital de la república.
Samarcanda es, sin duda, el principal destino de esta república y de toda Asia Central. Fundada hace 5.000 años, fue tomada por Alejandro Magno en 319 a. C, y destruida por Gengis Khan en 1220. Se benefició del tráfico comercial de la Ruta de la Seda entre Oriente y Occidente durante los siglos XV-XVL Samarcanda fue también la capital intelectual del islamismo en Asia Central. El centro de la ciudad es la plaza Rajastán o Registán, donde existen tres medersas o escuelas islámicas de los siglos XV- XVII, decoradas con tejas y mosaicos azules.
Bujara es, sin embargo, la capital religiosa de Uzbekistán. Hay más de 350 mezquitas y más de 1.000 escuelas religiosas. Destaca en esta ciudad el barrio de Shakristan, donde se encuentra el complejo palaciego de los emires, parcialmente destruido tras el incendio de 1920. Sólo el minarete de la mezquita Kalyam, de 47 m de altura, construido en 1127, y el mausoleo Ishmael Samani son anteriores a los ataques mongoles.
En cuanto a las repúblicas de Turkmenistán, Tayikistán, Kirguistán y Afganistán, si bien sus recursos turísticos naturales y culturales justificarían la aparición de determinados flujos turísticos, la inestabilidad política y económica, así como la inexistencia de infraestructuras de acogida; esta escasa oferta se comprueba en las riberas del mar Caspio, donde se han tenido que acondicionar algunas Dom Otdykha (casas de obreros turkmenos) para acoger a los escasos visitantes extranjeros, pero desaconsejan de momento su visita y justifican su ausencia de los circuitos turísticos internacionales.
El Lejano Oriente
Se trata de un enorme y complejo conjunto (tan sólo China supera los 9,5 millones de km²) tanto en sus características físicas como humanas. Los contrastes son impresionantes entre las alturas del Himalaya, que en varios puntos del territorio chino superan los 8.000 m, las del Tien Shan por encima de los 7.000 m o las extensas planicies que forman la elevada meseta del Tíbet, frente a la depresión de Turfan (China) a más de 100 m por debajo del nivel del mar. Estas diferencias altitudinales, así como los contrastes latitudinales y las muy distintas condiciones de continentalidad implican también enormes variaciones climáticas, ya que puede encontrarse desde una importante superficie dominada por el clima de alta montaña (en China, especialmente en la región autónoma del Tíbet, pero también en zonas del norte de Japón), algunos de los más importantes desiertos de la Tierra (Gobi, Takla Makán) hasta zonas que como Taiwan o el sudeste de China presentan un clima subtropical y tropical o se ven dominadas por los monzones (gran parte de Japón), pasando por los climas templados.
Pero quizá sean aún mayores las diferencias humanas, aunque todos los países que se incluyen en este conjunto comparten una característica común: los enormes contingentes demográficos. China, con más de 1.000 millones de habitantes, es el país más poblado de la Tierra; Japón, un 25% más pequeño que España, prácticamente alcanza los 125 millones; y los pequeños territorios de Taiwan y Hong Kong superan respectivamente los 20 y los 5 millones. Sin embargo, estas altas tasas demográficas generales esconden importantes diferencias de densidad, ya que por ejemplo en China la mayor parte de la población se concentra en las provincias orientales del Pacífico, mientras que la parte occidental permanece prácticamente despoblada. Estas disparidades en la distribución de la población se encuentran igualmente en los contrastes de urbanización, con algunas de las más grandes ciudades del mundo (Tokio y su enorme área metropolitana, Pekín, Shanghai) frente a un alto porcentaje de la población china que sigue manteniendo pautas de vida rurales. Finalmente, desde el punto de vista económico, la característica más espectacular es el alto grado de industrialización y los importantes crecimientos que se están experimentando en los últimos años. La senda de Japón, segunda potencia industrial del mundo y uno de los tres más importantes conjuntos económicos (junto con Estados Unidos y la Unión Europea), fue seguida por Taiwan, Hong Kong y en menor medida por Corea del Sur, aunque con características diferentes dado que en estos casos la mayor parte de las inversiones proceden del exterior, aprovechando las ventajas que ofrecen estos países para producir manufacturas a bajo precio. En los últimos años, los enormes crecimientos han llegado también a China con motivo de la apertura económica, que ha supuesto el paso a una economía capitalista dentro de un régimen política y socialmente comunista (lo que ha dado lugar a la definición de "un país, dos sistemas"); complicado aún más con la plena incorporación en 1999 de Hong Kong, antigua colonia británica que sigue manteniendo ahora bajo control chino sus peculiares estructuras políticas y económicas. Sin embargo, si bien en Japón el crecimiento se tradujo en una prosperidad general, en el resto de los países las cifras macreconómicas aún no van paralelas ni al aumento del nivel de vida ni a la apertura política. Tan sólo Corea del Norte mantiene un estricto régimen comunista, y es uno de los países más aislados del mundo desde el punto de vista económico, y por supuesto, también turístico.
Según datos de la OMT, en el año 1998 el conjunto de Asia Oriental, junto con los destinos pacíficos, superaron los 86 millones de turistas internacionales, experimentando rápidos crecimientos (tasas en torno al 7%), que según previsiones llegarán a duplicar las cifras actuales en la cercana fecha del 2010.
Al margen de estas cifras, las previsiones con respecto al desarrollo del sector turístico en esta zona:
a) Japón continuará siendo el principal mercado emisor de la región, aunque con un incremento de la demanda hacia sectores de playa, en detrimento del hasta ahora predominante turismo urbano.
b) Se configuran también como grandes mercados emisores los denominados "tigres económicos": Singapur, Taiwan, Hong Kong y Corea del Sur.
c) El turismo europeo (y en menor medida el estadounidense) tiende a crecer en esta región, con unos objetivos orientados a las motivaciones culturales.
d) China, hasta ahora eminentemente receptora, se perfila como un potencial emisor, pues ya se registran aumentos en el número de desplazamientos interiores, con lo que los viajes regionales al exterior parecen ser el siguiente paso.
e) El crecimiento turístico de la región promete ser tan notable que la OMT calcula que en el año 2010 absorberá el 20% del turismo internacional, frente al 1% que suponía en 1960 y el 3% en 1970. Este aumento, que parece irse confirmando, vendrá dado por la intensificación de los viajes a larga distancia, pero sobre todo por el incremento de las relaciones y del turismo de negocios motivado por el crecimiento y la apertura económica general en la zona.
Tanto sus características netamente geográficas como turísticas llevan a la distinción de una serie de regiones funcionales, que se describen a continuación de manera sucinta
El mundo chino
Dentro de China podemos diferenciar con claridad tres grandes sectores: el noroccidental, vinculado paisajísticamente al Asia Central (depresiones de Dzungaria y Tarim), el suroccídental, relacionado con el mundo himalayo (República Autónoma China del Tíbet) y el Extremo Oriente, donde se concentran los mayores flujos turísticos, la mayor oferta y los recursos más explotados, además de las mejores condiciones climáticas para los aprovechamientos agrarios, y por tanto, el asentamiento humano.
Existen países exóticos donde practicar el turismo se convierte a veces en una aventura, pero China es, sin duda, uno de los más asombrosos. La propia política china se mueve indecisa entre el comunismo conservador a ultranza y un reciente aperturismo hacia una economía más o menos liberal e internacionalizada (condicionada por la reciente integración de Hong Kong y Macao, antigua colonia portuguesa), lo que imprime unas características muy particulares al fenómeno turístico en China, derivadas sobre todo del aislamiento internacional al que se han sometido (hasta hace poco el comercio exterior sólo suponía entre el 4 y el 5% de toda la actividad económica nacional).
Este aislamiento comenzó a ceder en 1979 cuando las autoridades chinas, movidas por la necesidad, rompieron el férreo esquema comunista para crear cuatro Zonas Económicas Especiales (ZEE) que atrajesen las inversiones y la tecnología de los extranjeros, a la vez que mantenían exenciones fiscales y autonomía para comerciar con otros países. Se trata de Shantou y Xiamen (frente a Taiwan), Zhuhai (junto a Macao) y Shenzhen (junto a Hong Kong), todas ellas en el sudeste e ideadas para facilitar la absorción de ambas colonias occidentales. Estas ZEE, "verdaderos enclaves y zonas francas" (Lariviére y Sigwalt, 1991) fueron en principio muy criticadas por razones ideológicas y por la lentitud de la consecución de sus objetivos económicos, pero hoy día su éxito es innegable y han provocado que la provincia de Guangdong (con capital en Cantón), donde se asientan tres de las ZEE, se convierta en la primera comerciante de China, acaparando el 14% de las exportaciones nacionales, con tan sólo el 6% de la población.
A estas cuatro se añadió en 1988 la ZEE de la isla de Hainán (33.900 km²), hecho que ha facilitado su inserción dentro de los flujos turísticos mundiales, liberalizando su economía. Pero en la práctica, Shenzhen es la única ZEE en la que, hasta cierto punto, se han cumplido los deseos del gobierno, aunque a costa de mantener la ciudad rodeada por una valla metálica que impida el contrabando con el resto del país.
Paralelamente a estos cambios, y en buena medida a causa de ellos, en 1978 se abrieron parcialmente las fronteras chinas para el turismo internacional, hasta entonces muy restringido. Es lícito emplear el término parcial porque, aún hoy, existen ciertas zonas del país que sólo pueden visitar los extranjeros si consiguen una autorización especial del gobierno chino.
A pesar de ello, a partir de esa fecha, y debido al innegable atractivo de la geografía y la cultura chinas, el turismo internacional (liderado por los japoneses) ha conocido un fuerte crecimiento, hasta el punto de superar los equipamientos previstos (sobre todo el del alojamiento) durante la temporada alta (de abril a octubre), estimados en 400.000 camas, dentro de los 1.300 hoteles en los que han participado inversores extranjeros. En el resto de establecimientos hoteleros, de momento, no está permitido el alojamiento a los foráneos, y por tanto éstos no figuran en los circuitos turísticos de los occidentales.
En realidad, los turistas que viajan a China en grupos organizados no precisan visado, si su recorrido ha sido autorizado por los encargados del turismo interior. Pero sí se les puede exigir a todos aquellos que viajen por su cuenta, y debe solicitarse en las Oficinas de Seguridad. En él hay que indicar las ciudades que se piensa visitar, y en cada una de ellas un encargado debe sellar el visado. Pero no obstante esto, la tendencia hacia el aperturismo chino es indudable. Por esta razón, y aunque la infraestructura turística es escasa y ocupa a pocos trabajadores, la cantidad de divisas ingresadas por este concepto es fundamental para la economía del país y permitió, en 1987, que por primera vez la balanza de pagos tuviera un saldo positivo, tras pasar en diez años (1977-1987) de recibir 250.000 personas a casi 30 millones a finales de los noventa. Todo ello convierte a China en el principal destino turístico de Asia, aunque estas cifras necesitan una explicación, pues incluyen las entradas fronterizas de los chinos procedentes de Hong Kong y Macao (que ahora no se contarán pues ya están plenamente integrados desde el punto de vista político) y a los procedentes de Taiwan (que aunque independiente en la práctica, en sentido estricto forma parte de la China continental como una provincia más), que generalmente visitan el país por negocios y/o asuntos familiares, y no como turistas de ocio. En realidad la cifra de turistas internacionales, excluyendo los casos anteriores, ascendió a casi siete millones en 1996, pero con espectaculares crecimientos que prácticamente llegan al 15% anual a mediados de la década de los noventa.
El efecto de esta llegada de turistas ha sido muy desigual en las distintas regiones autónomas y provincias chinas. Así, en alguna de ellas como el Tíbet se ha convertido en la actividad motriz de la economía, debido al atraso y aislamiento secular de esta región autónoma, y que comienza a retroceder gracias a los 30.000 visitantes que recibe anualmente.
La isla de Hainán (ZEE), por su parte, se empieza a conocer como el "Hawai chino", puesto que se está potenciando el turismo de sol y playa en la costa sur, muy apta para ello durante los meses de invierno, cuando no le afecta el monzón veraniego. Cuenta, además, con la ventaja de su situación intermedia entre Hong Kong, Singapur, Tailandia, Bali y China, principales destinos turísticos de los turistas occidentales en esta región, los cuales suelen visitar durante algunos días esta isla semivirgen y casi desconocida.
A pesar de este producto turístico basado en el o sol y playa, el turismo en China sigue siendo un hecho principalmente urbano y ligado a la monumentalidad, destacando por encima de todo Pekín (empleado también como base para visitar la Gran Muralla), Xi'an, Shanghai y Cantón. No obstante, n en el interior de la nación, es decir en el Asia Central, el turismo es todavía un hecho extraño, sin infraestructura alguna, no incluido en la oferta turística, y que sólo es realizable a título particular, de e modo casi aventurero.
El verdadero turismo internacional lo constituyen en China los casi siete millones de visitantes considerados "extranjeros" que, si bien no alcanzan ir una cuantía voluminosa, generan el 45% de las pernoctaciones y la mayor aportación de divisas. Se trata de turistas que participan en recorridos organizados de dos a cuatro semanas, en grupos de quince a veinte personas, alrededor de circuitos turísticos y preestablecidos (y autorizados), y que se calcula suponen el 64% de los visitantes. El 36% restante de los visitantes extranjeros lo son por motivos profesionales (empresarios y hombres de negocios sobre te todo de Japón, y secundariamente de Corea del Sur le y Singapur).
Los países que formaban la antigua Unión Soviética aportan también un sustancial contingente de turistas (2,5% del total), cuyo destino principal es la provincia de Heilongjiang (Manchuria) debido al barler toiirism o turismo de intercambio (Xinluo, 1994). Este tipo de turismo, cuyo principio de funcionamiento es el "cambio en la igualdad" se produce en las áreas fronterizas de aquellos países que presentan (por subdesarrollo, problemas económicos o estricto control gubernamental) serias dificultades para el cambio de moneda. Así, para evitar el contrabando y canalizar los flujos de la demanda, los gobiernos respectivos autorizan el turismo controlado de idéntico número de visitantes por cada sector, siempre entre ciudades que ofrezcan unas condiciones semejantes de alojamiento, manutención y oferta de ocio, tratándose, pues, de un turismo esencialmente urbano y por motivos de placer o compras.
El principal cliente de la oferta turística china es Japón (más de 1,5 millones), debido esencialmente a su proximidad y al elevado nivel económico de sus habitantes (Courtin, 1993). Un buen número de visitantes proceden de otros países asiáticos, como Filipinas, Malasia, Singapur y Tailandia, a causa del retorno vacacional de los emigrantes chinos en estos países. Europa Occidental registra mucha menor importancia en cifras globales, pero es el cliente que más ha aumentado en los últimos años, en especial en los mercados alemán y francés, debido a las acciones de promoción chinas y a los crecientes contactos con operadores turísticos europeos, mientras buena parte de los más de doscientos mil británicos se explican por los contactos con su ex colonia, Hong Kong.
Paralelamente a este desarrollo del turismo internacional, se registra un movimiento interior cada vez mayor, que alcanzó 289.000 personas durante los seis primeros meses de 1994 y es una de las razones por las que la OMT augura a China un crecimiento turístico constante en los próximos lustros, y le asigna un papel de mercado emisor cada vez más importante en el sector Asia Oriental-Pacífico.
En cuanto a los destinos más habituales, todavía es frecuente la visita a las comunas populares (Crisá et al., 1985), que tanto se desarrolló durante la Revolución Cultural (desde 1966 hasta la muerte de Mao, diez años después), promovida por el régimen. En las comunas se visitan talleres, granjas, viviendas de los campesinos, escuelas, etc., aunque el turismo en China puede considerarse un hecho esencialmente urbano.
Ahora bien, pese a que un gran número de localidades está abierto al turismo, la fuerte concentración del equipamiento hotelero en el Extremo Oriente explica que tres cuartas partes de las pernoctaciones del turismo extranjero se localicen en tan sólo nueve ciudades, que por orden decreciente son Pekín (Beijing). Shanghai, Cantón (Guangzhou), Guilin, Xi'an, Hangzhou, Shuzhou, Nankín y Wuhan. Es importante, por ello, el proyecto hotelero de la empresa Holiday Inn para construir hasta cien establecimientos en ciudades pequeñas y medianas antes de concluir el siglo, "destinadas a clientes que no requieran servicios completos ni instalaciones de recreo", y que sin duda diversificarán la oferta en este inmenso país.
Pekín (o Beijing, "la capital del norte"), capital administrativa y cultural de China, es en la actualidad una ciudad-museo-palacio que alberga 9.470.000 habitantes en su área metropolitana, sólo superada por Shanghai. Urbanísticamente tiene la curiosidad de carecer por completo de centro histórico, en el sentido que los occidentales damos a esta expresión (núcleo originario de la ciudad, de calles estrechas e irregulares). Su plano presenta una estructura ortogonal, con calles que se cortan perpendicularmente, como si fuera una ciudad nueva implantada ex novo en un país de América del Sur, a pesar de su bimilenaria historia. Dentro de esta retícula, una casilla fundamental de 40 Ha es la Plaza de Tíananmen, corazón cultural y político de China, y tristemente célebre tras los sucesos de 1989. Junto a la Plaza se abre la Puerta de Tiananmen (o Puerta de la Paz Celestial), que da paso a la Ciudad Prohibida y a algunos de los mejores museos de Pekín. A pesar de su nombre, hoy se permite visitar todo el complejo, aunque callejear por Pekín sigue siendo la experiencia más enriquecedora para un occidental.
La Ciudad Prohibida alberga el palacio imperial, residencia de los emperadores chinos desde 1420 hasta 1924. En su interior los patios y jardines se suceden entre casi una veintena de palacios, algunos de ellos reconvertidos en museos.
Pero la política china promociona en Pekín, sobre todo, la oferta de templos y palacios imperiales, es decir, la China "monumental", que culmina para los occidentales en la famosa Gran Muralla China (Wang Li Chang Cheng). La parte actualmente visitable, llamada Badaling, se construyó bajo la dinastía Ming (de finales del XIV a mediados del XVII). Tiene una altura media de 7,8 metros, con torres de guardia construidas a intervalos regulares, que servían para cobijar a los centinelas.
Xi'an (2.390.000 habitantes), que al igual que Pekín se dispone en forma ortogonal, es una ciudad de gran pasado histórico, como denota el yacimiento neolítico de Banpo (6000 a. C.) y el que fue capital de China durante más de un milenio (desde el siglo II a. C). Posee por ello una enorme riqueza patrimonial y sobre todo arqueológica, con tumbas imperiales y animales tallados directamente en la piedra, que culmina en la tumba del primer emperador de la dinastía Qin (Qinshi Huangdi, quien ordenó la construcción de la Gran Muralla). En la cercana ciudad de Lintong, donde se han hallado casi 8.000 figuras de guerreros y caballos esculpidas en terracota a tamaño natural (entre 1,78 y 1,87 cm).
Shanghai, por su parte, carece del encanto histórico de las anteriores, pero es en la actualidad, con sus más de trece millones de habitantes, el centro industrial y comercial más importante de China gracias a su puerto, que durante buena parte del siglo XIX se desarrolló merced a su conexión con Europa (sobre todo con el Imperio Colonial Británico), escapando totalmente al control chino (Tratado de Nankín, 1842), Fruto de todo ello, Shanghai es hoy el centro financiero y económico del país: la producción industrial del municipio es superior a la de cualquier provincia de China (excepto la de Liaoning, en Manchuria). Es la primera productora nacional de textil y la segunda de acero, y sus tierras (aluviales, fruto de los aportes del Yang Tse) son las más fértiles de China. Ofrece la imagen de una ciudad comercial, muy viva, dinámica y en la que las actividades portuarias siguen teniendo un peso importantísimo dentro de sus funciones. Es, por decirlo asi, la ciudad china más occidentalizada, como lo atestiguan sus rascacielos y la presencia de compañías comerciales extranjeras en sus calles principales (Nanjing lu).
Se diferencia, pues, de las demás ciudades chinas por su decidida vocación comercial (gran parte de su atractivo reside en ir de compras por los Almacenes de la Amistad) y por la fama que obtuvo durante la Segunda Guerra Mundial como ciudad de ocio (casinos, discotecas) y centro de prostitución. En la actualidad, sin embargo, estas actividades son duramente reprimidas y Shanghai ofrece una imagen más tranquila que la de hace cincuenta años.
Nankín (o Nanjing, "la capital del Sur"), cuenta con más de dos millones de personas, fue capital de varios reinos chinos durante casi siete siglos. Fruto de ello conserva todavía sus murallas, de trazado irregular y varias tumbas de emperadores que confieren a su urbanismo un patrimonio envidiable. También es famosa la ciudad por el puente que cruza el Yang Tse, que une a la espectacularidad de sus más de 5 km de largo, la importancia que tuvo para las comunicaciones de toda China, pues fue el primero que consiguió salvar el río y unir la China del norte con la China del sur.
Wuhan, aguas arriba del Yang Tse, es un puerto fluvial de primer orden y una populosa ciudad de tres millones y medio de habitantes. Aunque en su interior existen templos de gran interés (sobre todo el templo Yuangui Si, de la dinastía Qing, con más de quinientas estatuas), es en los parques donde reside su principal atractivo. Destaca especialmente el Parque del Lago del Este, bordeado en sus orillas por numerosos palacetes y pabellones que conforman la oferta turística local, enriquecida por encontrarse en el trayecto fluvial del Yang Tse.
Cantón (que en muchos atlas figura ya con el nombre actual de Guangzhou) ha sido durante muchos siglos la ciudad china más relacionada con Europa, desde la llegada de los misioneros en el siglo XVI, y sobre todo durante el siglo XVIII, gracias a los intercambios con Inglaterra a través de la Compañía de las Indias Orientales. A esta mezcla de culturas hay que añadir la cercanía de las colonias de Macao y Hong Kong (100 km río abajo) y la presencia musulmana, extraña en el Oriente chino, asentada desde el siglo vil y que se refleja en la actualidad en una mezquita para sus fieles. Hoy Cantón, con unos cuatro millones de habitantes, posee el aeropuerto más grande del sur de China y cinco hoteles "especialmente reservados para alojar extranjeros en cualquier temporada" (Crisá et al., 1985), aunque si éstos se saturan pueden habilitarse habitaciones en otros hoteles. Como valoración final, conviene apuntar que ha cambiado la actitud de las autoridades chinas con respecto al turismo extranjero: mientras antes se utilizaba a los turistas para propagar las excelencias del régimen, actualmente se contempla el fenómeno turístico como una industria necesaria, generadora de divisas. Por ello lo han insertado dentro de sus planes de desarrollo económico, con el objetivo de aumentar la llegada de visitantes extranjeros hasta los diez o doce millones anuales para final de siglo.
Hong Kong
Hong Kong (o Xianggang), era un enclave colonial británico en el sudeste de la República Popular China, que acoge en tan sólo 1.068 km2 a casi seis millones de personas. Su origen se debió a los intereses comerciales y estratégicos ingleses, como escala en la ruta comercial con Extremo Oriente y Australia, aprovechando uno de los mejores puertos naturales del mundo para buques de gran calado (el Victoria Harbour), además de ser el punto de contacto comercial entre Occidente y China. Con todo ello y gracias a la emigración llegada de China (siempre) y de Vietnam (1978-1979), Hong Kong constituye en la actualidad uno de los puertos francos y centros bancarios y financieros con mayor movimiento del mundo.
Es conocida como uno de los "cuatro pequeños tigres económicos", junto a Corea del Sur, Taiwan y Singapur. Su economía depende del intercambio mundial de mercancías y del turismo extranjero, que en 1996 superó los once millones de visitantes, de los cuales 2,3 millones procedían de la República Popular China. Esta cifra tan cuantiosa de llegadas (que casi duplica la población local) desborda la capacidad de alojamiento y manifiesta una grave carencia de camas de hotel, que se esperaba solucionar con la entrada en funcionamiento de varias líneas ferroviarias que mejorasen las comunicaciones terrestres con el resto de China. De este modo, las localidades vecinas podrán ofertarse como ciudades-dormitorio para turistas de Hong Kong, conformando un área turística más amplia, especializada y mejor definida que el actual foco puntual que es la ex-colonia británica.
Hong Kong ofrece como principal atractivo la exención fiscal y de aranceles que le supone su condición de puerto franco, por lo que las funciones comerciales se encuentran plenamente desarrolladas. Esta Libertad fiscal atrajo las inversiones chinas (tras la Segunda Guerra Mundial), y norteamericanas, japonesas, neerlandesas y suizas en la actualidad, favorecidas por una mano de obra abundantísima y de muy bajo coste (trabajo domiciliario).
En la actualidad, Hong Kong es una escala habitual, como Singapur, en los viajes ofertados por los operadores turísticos occidentales, como complemento a los largos recorridos que llevan a China, Japón o Tailandia. Para Go et al. (1994), la media de pernoctaciones de un turista extranjero en Hong Kong se mantiene en tomo a las 3,5 noches por persona desde 1985 y hasta 1993, con lo que la estancia en la ex-colonia británica supone cuando menos un tercio del tiempo total destinado al viaje, cifra que da idea de la importancia que ha adquirido Hong Kong, dentro de los circuitos turísticos internacionales en Asia Oriental. Junto a esta motivación del turismo de compras, es también importante la función financiera y bancaria, auténtico motor de su economía, que provoca la llegada de numerosos hombres de negocios japoneses, y en menor medida norteamericanos y europeos.
Hasta principios de los noventa, el liderazgo de las llegadas correspondía a Taiwan, lo que se explicaba por la ausencia de vuelos directos entre China y Taiwan, con lo que para viajar entre ambas naciones era preciso hacer escala en Hong Kong (Go et al., 1994), incrementando las llegadas a la ex colonia británica. Ambos países carecen de relaciones diplomáticas desde que, con la revolución de Mao Tse Tung en 1949, las tropas nacionalistas chinas -encabezadas por Chiang Kai Chek- se refugiaron en la isla de Formosa, hoy Taiwan, estableciendo allí un régimen capitalista abiertamente enfrentado a las tesis ortodoxas maoístas. Sin embargo, a mediados de la década esta posición la ocupaba ya Japón, aunque a punto de ser superado por China, dado que las relaciones entre este enorme país y Hong Kong se iban intensificando a medida que se acercaba la fecha de la reunificación. En la actualidad, todas las entradas desde China son consideradas turismo interno, puesto que ambos forman un único territorio, al menos desde el punto de vista político.
Japón
Japón (Nippon, "allí donde nace el Sol") es un archipiélago formado por cuatro islas principales (de norte a sur Hokkaido, Honshu, Shikohu y Kyushu), y miles de islas e islotes pequeños, que suman en total 377.815 km², tres cuartas partes de la superficie española, con una densidad media total de casi 332 hab/km². Aunque este valor resulta falso si no tenemos en cuenta que varias cadenas montañosas elevadas (Alpes Japoneses y Montes Mikuni) recorren el arco de islas por su centro, como si fuera una espina dorsal, obligando a sus pobladores a concentrarse en las estrechas llanuras (como la de Kanto, donde se asienta Tokio, y la de Kansai, donde se encuentran Kobe-Osaka), que suponen tan sólo una séptima parte de la superficie nacional, con densidades que superan los 2.300 hab/km², llegando a la necesidad de ganar terreno al mar para asentar ciertas infraestructuras como el nuevo aeropuerto de Osaka.
Esta falta de espacio, usada como argumento histórico por los japoneses para justificar sus invasiones en el Extremo Oriente asiático (Manchuria, Corea), se intenta paliar en las últimas décadas con medidas de planificación demográfica que han logrado reducir el crecimiento vegetativo de por encima de 1% anual en las décadas de los sesenta y setenta al 0,3% a mediados de los noventa; al tiempo que las mejoras sanitarias han reducido la tasa de mortalidad, elevando la esperanza de vida media aproximadamente a los 79 años, una de las mayores del mundo.
La insularidad, la latitud y la presencia de corrientes marinas frías (Oya Shivo, al noreste) y cálidas (Kuro Shivo, al sudeste), determinan la aparición de varias regiones climáticas, con características contrastadas. Aun así, salvando las excepciones, puede decirse que el clima japonés se caracteriza por un verano húmedo y caluroso, pero también por un invierno frío en el que la nieve está siempre presente, incluso en las costas, salvo en el archipiélago de las Ryu Kyu.
Consecuencia de todo ello resulta una vegetación natural de tipo forestal, lo que sumado a la escasa extensión de las llanuras provoca que los bosques cubran el 68% del territorio (Bloc-Duraffour et al., 1991), índice comparable al de Finlandia o Canadá, y por tanto uno de los más altos del mundo, constituyendo el 30% restante las áreas urbanas y las pendientes aterrazadas dedicadas al cultivo del arroz.
Japón es un país intensamente urbanizado y con una fuerte tradición histórica que es uno de sus atractivos turísticos más importantes. De hecho, casi todas sus ciudades nacieron de un castillo de la época feudal (residencia de algún shogun durante el siglo XVI), a excepción de las ciudades de Hokkaido, de reciente colonización, que se rigen por patrones norteamericanos ortogonales. En las últimas décadas, alguno de estos castillos ha sido objeto He una intensa restauración en madera y piedra, destacando los de Kumamoto, Himeji y Osaka.
Su desarrollo urbano ha sido vertiginoso tras la Segunda Guerra Mundial, conformando en la actualidad una red urbana estructurada a partir de varias aglomeraciones y conurbaciones. Todas ellas se agrupan en dos sectores: la llanura de Kanto, donde se asientan entre otras ciudades las de Tokio, Yokohama y Kawasaki, en una aglomeración que supera los 31 millones de habitantes; y por otro lado, el Mar Interior del Japón, destacando en él su extremo oriental, donde se emplaza la región de Kansai, en la que se asienta la conurbación Kobe-Osaka-Kyoto, con 16,5 millones de pobladores. Entre ambas, se encuentra la aglomeración de Nagoya, con "tan sólo" 8,3 millones. Se trata por lo tanto de una red urbana que se extiende sobre todo por el litoral meridional de Honshu, y ofrece una fachada urbanizada de casi 1.000 km, con 104 millones de habitantes. Esta tupida y densa red, que acumula además un impresionante poder y capacidad de decisión económica, se convierte en un importante centro de turismo vinculado a los negocios.
Salvo en determinadas funciones económicas y empresariales, donde Osaka y Nagoya rivalizan con éxito, Tokio sigue siendo el centro neurálgico de las actividades japonesas y por supuesto de las comunicaciones, gracias a los puertos de Chiba y Yokohama, a los aeropuertos de Narita y Haneda y a que es el punto de partida de las tres líneas ferroviarias de alta velocidad, que la comunican con la isla de Hokkaido (a través del reciente túnel de Seikan), con el oeste de Honshu y con las costas del Mar del Japón. A este respecto, conviene recordar que Japón posee algunas de las infraestructuras de comunicaciones más espectaculares del mundo.
La antigua Edo cambió su nombre por el de Tokio (que literalmente significa "la capital del este") en 1868, cuando con la restauración Meiji sustituyó a Kyoto, la "capital del oeste". Pero, pese a lo reciente de su capitalidad, basa buena parte de su atractivo turístico en la historia y las tradiciones, además de en su función comercial y de compras. Así, el palacio Shogunal (actual palacio imperial), el teatro kabuki (mezcla de teatro, mimo y danza, representado sólo por hombres), el Yoshiwara (barrio del placer), el Museo Nacional del Japón y el Kabuto-Cho (Bolsa de Tokio) son algunos de los atractivos de la ciudad.
Pero sin duda es la mencionada Kyoto el gran centro turístico nipón. Incluida actualmente dentro de la metrópolis Kobe-Osaka, Kyoto mantiene el esplendor tradicional que le confirió el haber sido capital nacional durante varios siglos y, sobre todo, la capital espiritual japonesa, como lo demuestran los innumerables templos (de Inari y de Shinnyo), pagodas, villas imperiales, jardines y palacios, sobre todo del siglo XVII.
En cuanto a la tipología constructiva, salvo los rascacielos de los barrios financieros y las gigantescas torres de televisión (la de Tokio supera a la Eiffel), la edificación es siempre baja, inferior a los diez pisos, y con mayoría de casas de madera y papel, con alfombras o talarais en el suelo. Esto es debido a las precauciones contra los seísmos, dado que el archipiélago se encuentra en el denominado Cinturón de Fuego del Pacífico, en el contacto entre dos placas tectónicas (la asiática y la pacífica), lo que continuamente provoca terremotos en ocasiones con efectos catastróficos, como sucedió en Kobe en 1994.
Al igual que China, Japón basa su turismo en el fenómeno urbano ligado a la historia y a las costumbres tradicionales, aunque con la ventaja de contar con una amplia dotación de servicios modernos, consecuencia del enorme desarrollo nacional y que provoca la atractiva dicotomía pasado histórico/presente moderno que Japón ofrece a sus visitantes. Son por tanto las ciudades los espacios más visitados de Japón, destacando como se ha dicho Kyoto, rica en santuarios, o Tokio por su atractivo comercial y, en menor medida, las ciudades víctimas de los bombardeos atómicos, sobre todo Hiroshima (Parque de la Paz).
Existe, no obstante, un hito geográfico que es símbolo nacional, el volcán Fuji-Yama o Fuji-San (3.776 m), considerado sagrado por el budismo japonés. No obstante, pese a sus nieves perpetuas, carece de aprovechamiento para el turismo de montaña o invernal. Se trata de un centro de peregrinación budista, y junto con el monte Hakone y la península de Izu conforma un parque nacional de 1.223 km², además de una innegable función contemplativa y fotográfica.
El vulcanismo en Japón es también causante de la existencia de abundantes recursos termales. Vitu (1990) aporta la cifra de 20.759 fuentes, de las cuales 14.595 están actualmente en uso, no sólo para aprovechar de ellas sus propiedades curativas, sino también como centros de reunión social, donde los trabajadores de las empresas niponas son enviados para aumentar el grado de cohesión interna de la plantilla y mejorar así la producción. La provincia de Guma, a 100 km de Tokio, es la que acapara la mayor oferta termal nipona.
Hay que hacer constar un hecho significativo, y es que pese a la inserción plena de Japón dentro de los circuitos turísticos internacionales, se trata de un país esencialmente emisor de turistas, más que receptor de los mismos, ya que en 1998 tan sólo recibió unos cuatro millones de turistas, sobre todo de norteamericanos. Por estas razones, la balanza turística de pagos de Japón presenta un gigantes déficit.
Esto se debe a una serie de factores:
1. La gran distancia física que separa a Japón de los otros centros emisores mundiales {Europa Occidental y América del Norte), lo que unido a su insularidad condiciona el precio de los viajes y por tanto la cuantía de los visitantes que recibe. Buena parte de ellos responden a un turismo de negocios centrado en las dos grandes áreas urbanas: Tokio y Kobe-Osaka.
2. El enorme poder adquisitivo de los japoneses que, como la gran potencia económica mundial que es goza de una de las rentas per cápita más altas del mundo, les permite mayores posibilidades de practicar el turismo internacional. Esta misma capacidad económica supone que el turismo interno sea, con mucha diferencia, el más importante, destacando además de los recursos ya comentados, algunos parques nacionales y espacios naturales, destino masivo de una población mayoritariamente urbana.
3. La presencia relativamente cercana de centros turísticos similares al Japón (al menos para la visión simplificadora que de esa zona se tiene en Occidente) pero que requieren una inversión mucho menor, pues allí el nivel de vida es más asequible: China, Hong Kong, Taiwan, Singapur y, en menor medida, Tailandia, que se convierten así en competidores del país del Sol Naciente. La fortaleza del yen dificulta de igual modo la llegada de turistas extranjeros, procedentes de países con monedas más devaluadas.
4. Motivos culturales y de moda. Además de la aversión japonesa contra los estadounidenses (justificada por razones empresariales e históricas). Japón ve en la Vieja Europa un modelo de civilización con una historia milenaria, arraigada, tradicional, que le ofrece elementos culturales y patrimoniales para ellos exóticos: catedrales románicas, góticas, barrocas, templos griegos y romanos, ciudades amuralladas medievales, barrios islámicos, castillos (De Breteuil, 1994), etc., que son motivo de atracción de numerosos japoneses que, armados con sus cámaras fotográficas, asedian nuestras ciudades más monumentales: Toledo, Granada, Sevilla, Salamanca, Venecia, Pisa, Florencia, París, Carcasonne, Roma, Atenas, (...), y constituye así un turismo de elevado poder adquisitivo y gran nivel cultural.
Corea del Sur
Desde 1945 la Península de Corea la componen dos naciones, enfrentadas en lo político, en lo militar e incluso en lo social, contradiciendo el mismo significado del topónimo Corea (Cho-Son), "el país de la mañana tranquila".
El fenómeno turístico apenas afecta a la economía y a la sociedad de la República Popular Democrática de Corea (o Corea del Norte), que con una población de 23,5 millones de habitantes, dispone de tan sólo 6.000 plazas hoteleras, la tercera parte de ellas en la capital, Pyongyang (OMT, 1989), y que recibió solamente 120.000 turistas en 1998. No obstante, el gobierno comunista es consciente de la necesidad de obtener divisas extranjeras que equilibren su balanza de pagos, y se ha propuesto aumentar esta exigua capacidad de alojamiento, para lo que además se integró en la OMT en 1987. Pero su desarrollo deberá pasar inevitablemente por la mejora de relaciones con su vecino surcoreano, mucho más desarrollado y que podría ser el mercado principal del que se abasteciese, sobre todo tras la desintegración del bloque comunista y los indicios aperturistas de China.
Corea del Sur, a la que aludiremos a partir de ahora, es por el contrario una nación con casi 45 millones e habitantes, que ve aumentar de año en año su importancia en el contexto turístico internacional, sobre todo desde 1962, fecha en la que se constituyó la Korea National Tourism Corporation (KNTC), actual responsable del desarrollo de la infraestructura turística del país.
Durante la década de los ochenta las llegadas internacionales mantuvieron un ritmo de crecimiento del 20% anual, con dos hitos cronológicos que merecen destacarse: la celebración de los Juegos Olímpicos de verano de 1988 en Seúl y la Exposición Internacional de Ciencia y Tecnología en Taejon (1991), con los que el país aspiraba a difundir la imagen de una nación moderna y próspera, alejada de la visión que en Occidente se tenía de un país aún no repuesto de la guerra (1950-53). Como consecuencia de todo ello, de los 15.000 visitantes que el país recibió en 1962, se ha pasado a más de cuatro millones en 1998, por los que se obtuvieron más de cinco mil millones de dólares en 1997 (OMT, 1998).
Este espectacular crecimiento en el número de turistas ha ido acompañado de recientes incrementos en la oferta. Así, si en 1991, tres años después de la Olimpiada, padecía todavía un escaso desarrollo en su infraestructura hotelera, pues, aunque contaba con establecimientos internacionales como Hilton, Hyatt e Intercontinental, sólo alcanzaba algo más de 40.000 camas, la mayor parte de las cuales se localizan en Seúl, Pusan y la turística isla de Cheju, al sureste de la península, demostrando una concentración excesiva, por el contrario, a finales de la misma década el número de plazas se había triplicado hasta superar las 120.000 (figura 12.20).
Hasta 1971 los estadounidenses eran los principales visitantes de Corea del Sur, debido a la cooperación militar y a las buenas relaciones diplomáticas. Sin embargo, ese año el restablecimiento de relaciones con Japón supuso que el país del Sol Naciente se convirtiera en el principal cliente coreano, por su proximidad y su elevada renta per cápita. En 1997, Japón aportó el 43% de los turistas a Corea, mientras que Estados Unidos sólo suponía el 11% y Taiwan el 23% (OMT, 1998). Sin embargo, la duración de la estancia sigue siendo mayor para los norteamericanos (13 noches de media, frente a las 5,3 de los japoneses), lógica consecuencia del mayor desplazamiento que se requiere.
Con respecto a las salidas al extranjero eran casi inexistentes a principios de los ochenta, desde 1997 se superan los 4,5 millones de surcoreanos que visitaban otros países (OMT, 1998), provocando que la balanza de pagos turística manifestara un déficit notable.
Dos son las razones básicas que pueden ayudar a explicar este incremento de las salidas internacionales desde Corea del Sur (Zafar et al, 1994).
a) El aumento del nivel de vida surcoreano (la renta per cápita pasa de 270 dólares en 1970 a 7.256 en 1993), lo que redunda en una mayor disponibilidad de gasto. Además, se han obtenido ciertos logros sociales extraños en Extremo Oriente, como las vacaciones pagadas y las semanas con cinco días laborables. Hay más tiempo libre, y por tanto, más posibilidad para el viaje.
b) El levantamiento en 1983 de la prohibición de viajar al extranjero, hasta entonces sólo permitido por motivos de negocios o escolares. En esa fecha el gobierno surcoreano autorizó a los mayores de 50 años a viajar fuera del país, aunque con ciertas restricciones en la duración de la estancia y el dinero que podrían llevar consigo. En 1989 estas limitaciones de edad, tiempo y dinero desaparecieron, provocando una salida masiva (sobre todo a Japón y Estados Unidos) durante los períodos vacacionales, que es la causante del déficit al que antes se aludía.
Por todo ello, el gobierno promociona cada vez más su nación para recibir turistas que equilibren los gastos coreanos en el exterior. Pero los objetivos propuestos eran quizá desmedidos: recibir 6,1 millones de turistas en el año 2000, e ingresar por este concepto 8.500 millones de dólares (Kim, 1994), cuando en 1997 se encontraban en algo menos de cuatro millones de visitantes y 5.116 millones de dólares. Para lograrlo se ponía como condición sitie qua non duplicar el número de camas de hotel y construir nuevos establecimientos, cosa que, como se vio, se ha logrado en gran medida.
Taíwan
Recorrida de norte a sur por la Cordillera Central, que alcanza los 3.952 m en la Montaña de Jade (Yu Shan), Taiwan es una isla de casi 36.000 km2 que acoge 21 millones de personas, de las cuales sólo 325.000 son aborígenes taiwaneses, y el resto chinos de origen continental. Con semejante altitud y atravesada por el Trópico de Cáncer, el clima de la isla es excepcionalmente húmedo y cálido.
Las precipitaciones se encuentran fuertemente condicionadas por el fenómeno rnonzónico, proveniente del sudeste, que propicia un intenso poblamiento en el sector occidental de la isla, y un escaso poblamiento humano en la zona oriental cubierta por una vegetación de gran frondosidad (los bosques cubren el 60% de la isla), donde tampoco son infrecuentes los tifones a finales de septiembre, que se dirigen a las costas su do dentales de Japón.
Aunque la isla fue colonizada por los chinos en el siglo XII, el origen del Taiwan actual se remonta a 1949, cuando con la llegada de Mao Tse Tung al poder, Chang Kai Chek fue expulsado de la China continental, y se refugió en la isla donde, con el apoyo económico y militar norteamericano, aseguraba mantener "el espíritu y los valores de la China tradicional". Hoy el argumento sigue empleándose como reclamo turístico, y no es extraño advertir frases como "En Taiwan será testigo de muchas expresiones de la cultura tradicional china" o "Degustará los platos de la mejor cocina china". Incluso el propio aprendizaje de la lengua (el chino mandarín) es un atractivo para los estudiantes norteamericanos y japoneses.
Por lo que respecta a las áreas turísticas taiwanesas, haremos una distinción básica entre los espacios naturales protegidos y las ciudades.
a) Espacios protegidos. Fruto de la enorme variedad vegetal de la isla y de la presión demográfica, Taiwan ha desarrollado una eficaz política de conservación medioambiental, articulada en diferentes figuras de protección, como los Forest Recreational Áreas (similares a nuestros parajes naturales), Scenic Áreas o Áreas Nacionales Turísticas (que recuerdan a los parques naturales españoles) y, sobre todo los parques nacionales.
Las Áreas Nacionales Turísticas son dos: la de la Costa Este y la de la Costa Noreste.
La primera se extiende entre las ciudades de Taitung y Hualien, protegiendo una costa acantilada de enorme valor ecológico, mientras que la segunda se localiza, lógicamente, en el extremo nororiental de la isla, con idéntico motivo protector. Salvo en el Parque Nacional de Kenting, que debe su protección a los corales y fondos marinos, los principales valores de estos parques son las especies vegetales, a veces únicas en ámbitos tropicales de altitud (como las taiwanias, bambúes, cerezos y azaleas), los paisajes de montaña (lagos, cataratas, torrentes, cráteres volcánicos) y una fauna de gran interés, sobre todo ornitológica.
b) Ciudades. La arquitectura taiwanesa responde a los patrones chinos continentales, aunque con una abundante presencia de modernas construcciones de tipo occidental (rascacielos), fruto del despegue económico de la nación. Salvo algunos monumentos conmemorativos, no existe demasiada riqueza constructiva urbana, aunque sí otros valores que hacen muy interesante la visita a las ciudades de la isla.
Taipei es la principal puerta de entrada a Taiwan a través de su aeropuerto internacional Chang-Kai-Shek, lo que sumado a su condición de capital y ciudad cosmopolita la convierten en la ciudad más visitada del país. La gastronomía variada (taiwanesa y de cada una de las regiones de la China continental), las fiestas populares (del dragón y los leones, festival de la Luna, festival de los faroles chinos) y sobre todo la celebración del Año Nuevo Lunar Chino son buenos motivos para acudir a la capital.
Existen por supuesto otros destinos, aunque de menor importancia cuantitativa.
Las playas suelen ser bastante frecuentadas por la población local, destacando las de Yenliao y Fulung (ambas en el Área Nacional Turística del Noreste, muy frecuentadas para deportes náuticos, como el sur/y windsurf. Taiwan cuenta, además, con 25 campos de golf.
Por otro lado, aunque más de cien cumbres taiwanesas reciben nieve todos los años, sólo una es adecuada para la práctica del esquí, y durante una breve temporada (sólo enero y febrero). Se trata de la estación de esquí de Hohuanshan (Montaña de la Alegría Armoniosa), en el Parque Nacional Taroko, lo que la convierte en la más cercana del mundo al Trópico.
El Sudeste Asiático
Este espacio, mitad continental, mitad insular, incluye los territorios que rodean a dos grandes gigantes como China y la India. Se trata, por tanto, de un espacio en el que se combinan las condiciones tropicales y oceánicas, y en el cual se deja sentir la influencia de una situación de transición entre dos hemisferios y dos océanos. La región distribuye sus espacios entre los países plenamente continentales de Birmania (Myanmar), Tailandia, Camboya, Laos y Vietnam; el paso hacia la condición insular en la península de Indochina, que incluye parte de Tailandia y la parte continental de Malasia; para completar con los conjuntos insulares de Indonesia, Filipinas, Singapur, Brunéi y parte de Malasia.
Todos estos países forman parte de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), y a pesar de situarse en un contexto marcado por el subdesarrollo y la superpoblación, cada uno de ellos posee una dinámica propia muy distinta. Así lo ilustran, por ejemplo, las enormes diferencias entre la riqueza de Brunéi o de la ciudad estado de Singapur, seguidas por Malasia y Tailandia, y los problemas agrarios de Filipinas o la marginalidad de Laos, Camboya y Birmania.
Las dos terceras partes de este espacio presentan un paisaje ondulante de una gran complejidad, debido a su origen plegado y volcánico en el dominio insular, que establece serias diferencias climáticas entre vertientes a barlovento y sotavento. Así pues, se trata de una región montañosa surcada por grandes organismos fluviales, como el río Rojo, el Chao Phraya o el Mekong, en cuyas llanuras y deltas se asienta la mayor parte de la población y las principales ciudades y capitales como Bangkok, Manila, Yakarta o Kuala Lumpur.
A pesar del surgimiento de nuevos países industrializados como Malasia, Tailandia o Filipinas, la mayor parte de la población del Sudeste Asiático es rural y trabaja en la actividad agraria, excepción hecha de los pequeños países de Brunéi y Singapur. Esta dedicación primaria se centra mayoritariamente en el cultivo intensivo de las llanuras inundables con plantas leguminosas y arroz, a pesar de lo cual no consigue sacar al campesinado de una situación de subsistencia que no han logrado corregir las sucesivas reformas agrarias aplicadas en el espacio del Sudeste Asiático. No obstante, es necesario reconocer la importancia del proceso de modernización agraria, fructífero en el caso de Indonesia, para el desarrollo de estos países, aunque no en todos los casos obtenga los frutos deseados.
La proporción de estos territorios peninsulares e insulares propicia una elevada relación mar/tierra, lo cual, unido a su situación en un área climática mayoritariamente de condiciones tropicales con temperaturas elevadas y lluvias monzónicas, permite pensar en un notable potencial turístico, únicamente basado en sus recursos costeros, para un desarrollo turístico de sol y playa. Además, por su situación de encrucijada climática, posee algunos de los bosques más ricos del mundo, ya se trate de espacios forestales de montaña o de llanura, que suponen igualmente un factor de suma importancia para el desarrollo de un turismo de naturaleza, e incluso científico.
Por otra parte, este espacio ha nacido de la superposición de influencias culturales, de lenguas y religiones milenarias provenientes de la India o China, de incursiones musulmanas y de la influencia occidental durante el período colonial. Todo lo cual ha ido dejando huella en las estructuras sociales, culturales, políticas y económicas de estos países, marcando serias diferencias entre ellos, tanto en la forma de distribución de los usos del suelo como en las redes urbanas y las infraestructuras resultantes, todo lo cual repercute en el panorama turístico que ofrecen.
Tras una primera etapa de impulso incipiente del turismo, estrechamente relacionada con el desarrollo de las fuerzas aéreas y de los ejes de comunicación internacional después de la Segunda Guerra Mundial, esta región del continente asiático inicia un crecimiento vertiginoso durante la década de los setenta en torno a las principales ciudades con aeropuerto. Incremento que ha continuado en los decenios posteriores con tal pujanza que se empieza a apuntar por parte de especialistas internacionales que la segunda ola del desarrollo turístico mundial llevará a Asia, y en concreto a su sector meridional, a dominar el sector de los viajes del siglo XXI.
No en vano, a pesar del contexto económico y social descrito anteriormente, es necesario insistir en el enorme desarrollo económico asiático, aunque éste no se halle igualmente distribuido, ni por países ni por regiones. En este sentido, es destacable el esfuerzo realizado por algunos de los gobiernos al plantear estrategias para la descongestión de áreas urbanas, evitando desórdenes sociales y políticos, o al diseñar programas de incentivos para el desarrollo de áreas rurales, sin olvidar la atención a la renovación y creación de infraestructuras, de las cuales el sector turístico será el principal beneficiario, como elemento clave de los planes de desarrollo económico.
No obstante, a este interés económico por el desarrollo acelerado del turismo en determinados destinos y regiones, debería unirse la reflexión y el análisis sobre el proceso de crecimiento turístico obtenido hasta la fecha, que llegó alcanzar el 170% para el período entre 1974 y 1980, siendo el turismo el segundo sector en ingresos por detrás de los crudos. Este disparo propició la sobredimensión del desarrollo turístico, relacionado con una sobredimensión de la capacidad hotelera de Tailandia o Singapur en la década de los ochenta, que favoreció un crecimiento incontrolado enormemente agresivo con el entorno cultural y natural.
Este desarrollo masivo debido a la aplicación de incentivos fiscales y tasas vacacionales se vio reflejado sobre todo en las grandes ciudades del Asia Pacífica como principales polos de recepción, aunque en este momento comiencen a retroceder. Evidentemente, éstas siguen atrayendo a un buen número de turistas, de entre los que destacan los visitantes de negocios y de conferencias o exposiciones. Sin embargo, los turistas que manifiestan con mayor frecuencia una intención de retorno dirigen sus viajes de ocio hacia las áreas rurales y los centros secundarios. Así pues, en línea con la demanda, los operadores buscan el desarrollo de destinos tierra adentro, que precisan costes e inversiones inferiores y que, por tanto, incrementan los beneficios de las nuevas implantaciones turísticas.
A pesar de lo expuesto, estos destinos secundarios no se insertan todavía en los circuitos masivos, aunque paulatinamente algunos de ellos comienzan a independizarse con promoción propia. Ha de tenerse en cuenta, no obstante, que en estos espacios de interior y en las ciudades de segundo orden las oportunidades son tan amplias corno los cambios potenciales. Por ello, sería conveniente establecer los controles y los estándares medioambientales adecuados, estableciendo el límite de la capacidad de carga a través de la planificación, con inversiones en educación e infraestructuras y preservando el patrimonio cultural e histórico.
Este conjunto sitúa a tres de sus países entre los principales destinos turísticos mundiales en 1997, en concreto Tailandia, Singapur y Malasia en los puestos vigésimo, vigésimo segundo y vigésimo tercero respectivamente. Aunque también estas naciones, junto con Indonesia, se sitúan entre los 35 principales emisores del mundo, con lo que su balanza se equilibra en parte frente a otros países asiáticos que son eminentemente receptores.
La principal fuente de turistas de la zona tiene su origen en la misma región, que según la división de la OMT se corresponde con el Asia del Este y Pacífico, dentro de la cual destacan los propios países del ASEAN, con más del 73% del total y en el mercado japonés, que acapara más del 50%, seguido muy de lejos por el mercado europeo, con tan sólo el 15% del total de llegadas turísticas.
Hasta ahora, los destinos turísticos tradicionales de esta región de Asia solían identificarse con ciudades populosas o capitales muy conocidas y con los complejos turísticos de playa. Sin embargo, como tendremos oportunidad de estudiar en adelante, los centros de orden secundario empiezan a hacerse cada vez más conocidos específicamente como destinos emergentes, además de ser parte del mercado turístico emisor. Todo lo cual explica la importante procedencia del turismo internacional dentro de la propia región, a la que debemos unir por su importancia cuantitativa y cualitativa la cercana demanda japonesa.
Todo ello queda reflejado en las cifras de ingresos y gastos por turismo internacional, en las cuales, si bien destaca la preponderancia de las cifras de ingresos turísticos, de considerable cuantía, no es menos sorprendente la cantidad gastada en el mismo concepto por los países más ricos de la región que nos ocupa.
El estudio del turismo de un espacio como el Sudeste Asiático no puede ser abordado de manera global sin la identificación de subáreas más homogéneas, a partir de las distintas características de la oferta turística de cada ámbito. De lo cual han resultado dos regiones funcionales, enormemente relacionadas con las condiciones del medio físico y económico.
El Sudeste Asiático continental
Sintéticamente, este espacio ofrece un paisaje montañoso seccionado por grandes colectores fluviales, que propician la formación de amplias llanuras en cuyo entorno se asienta la mayor parte de la población. Abarca los territorios de la península de Indochina, que incluye básicamente los países de Myanmar (llamado Birmania hasta 1989), Tailandia, Reino de Camboya, Laos y Vietnam.
En general, debido a las características topográficas en esta región montañosa del norte y seccionada por espacios de agua, las infraestructuras viarias y ferroviarias son pobres.
De este modo, se entiende el papel fundamental que tiene la presencia de aeropuertos y puertos como uno de los principales factores de desarrollo turístico, centrado de manera mayoritaria en las ciudades tradicionales, pero cada vez más también en los polos secundarios que complementan y diversifican la oferta inicial.
La variedad define el amplio abanico de los recursos turísticos de la subregión. Los paisajes, tropicales en general, son cambiantes según nos situemos en las colinas boscosas y de jungla que dominan el arco septentrional, o en las llanuras de inundación de los grandes colectores, en los que se encuentra la mayor parte de asentamientos humanos y los terrenos dedicados al cultivo del arrozal. Del mismo modo, sorprende el contraste entre la cultura tradicional que ofrece una variedad considerable de templos, pagodas, monumentos, imágenes budistas y palacios, frente al perfil de sus capitales modernas de aspecto occidental, marcadas en ocasiones por rasgos de la arquitectura colonial correspondiente.
Desgraciadamente, existen también enormes contrastes en el nivel de desarrollo de las naciones incluidas en la unidad de la península de Indochina, debido a cuestiones puramente históricas y en otros casos a la herencia de una economía de guerra que no acaba de ser superada, por la mala gestión de gobiernos socialistas o los embargos internacionales. Sin embargo, en su subsuelo existen las bases para el despegue económico, que paulatinamente comienza a despertar en forma de industrias extractivas y de transformación.
La inestabilidad política está presente todavía en las áreas fronterizas de Myanmar, Tailandia, Laos y Camboya.
De manera que el desarrollo turístico en estos espacios es todavía poco recomendable, al menos fuera de los circuitos establecidos y las carreteras y caminos más transitados. No obstante, a pesar de este contexto desigual, pero hostil, el turismo ha supuesto uno de los sectores de desarrollo para países como Vietnam, que según las estadísticas de la OMT casi ha septuplicado el número de turistas internacionales entre 1990 y 1997 (de 250.000 a 1.715.637); o Myanmar, país que comienza a aprovechar su potencial riqueza en todos los sectores productivos, y también en el turístico, con el lanzamiento internacional del país, a partir de la designación de 1996 como "el año de Myanmar", aprovechando los cambios políticos y la relativa calma en Vietnam y Laos.
La accesibilidad entre los centros turísticos, en general, es bastante buena tanto en avión, como por carretera o barco cuando es preciso, conectando éstos con las capitales y principales puertas de la subregión como Bangkok, Rangún o Ho Chi Min (antigua Saigón).
La oferta turística que presentan los grandes operadores turísticos sobre esta región se basa fundamentalmente en el paisaje tropical que rodea a las ciudades, el patrimonio arquitectónico y artístico, las posibilidades deportivas en sus variedades acuáticas y de montaña, de entre las cuales destaca por lo abundante el golf, y por lo novedoso el trekking, la visita de sus parques nacionales; y, finalmente el turismo de sol y playa, con grandes centros conocidos a nivel internacional, sobre todo los situados en Tailandia, como Pattaya, Phuket y Samui, seguidos a mucha distancia por los vietnamitas.
Las estrategias planteadas por las entidades nacionales para el turismo de estos países tienen en común el objetivo de desarrollar redes turísticas más amplias, introduciendo nuevos destinos secundarios e interiores de estos países, llegando a crear redes supranacionales, capaces de atraer mayores flujos turísticos en virtud de la complementariedad de destinos y de ofertas que este espacio ofrece en su conjunto.
En esta línea, resulta interesante el programa de desarrollo económico que plantean las organizaciones nacionales de turismo de los países ribereños de la subregión del Gran Mekong (tales como China, Laos, Vietnam, Myanmar, Tailandia y Camboya) para el desarrollo del interior continental, cuyo objetivo fundamental es el estudio del turismo potencial del río Mekong para un desarrollo a largo plazo. No en vano, el turismo es uno de los seis sectores (entre los transportes, la energía, las inversiones, los recursos medioambientales y humanos) que se propone estudiar el Proyecto de asistencia técnica regional del Banco para el Desarrollo Asiático.
Esta fórmula basada en la cooperación regional y la confluencia de esfuerzos se plantea igualmente para la promoción turística en triángulos de desarrollo. Las propuestas, en este sentido, se centran en un área que engloba Singapur, Indonesia, Tailandia, Malasia, Brunéi y las Filipinas, así como China y Hong Kong. Además, en esta línea estratégica de desarrollar el turismo como sector de importancia económica, los gobiernos están concediendo tasas especiales y otros privilegios para los inversores en la región.
Conjuntos insulares del Sudeste Asiático
En estrecha relación con el sur del área indochina, esta subregión del Sudeste Asiático comprende Malasia (repartida entre la península de Malaca y el norte de la gran isla de Borneo), Singapur, Brunéi (también al norte de Borneo) y los enormes y complejos archipiélagos que forman los estados de Indonesia y Filipinas. Se trata de un espacio cambiante, según la orientación y situación de cada una de las numerosas islas que se incluyen, de las cuales buen número se hallan deshabitadas.
Su situación de desarrollo económica depende de los recursos naturales de cada isla, pero en general es buena, con rentas per cápita muy altas en Singapur y Brunéi, y bastante aceptables en el resto de las naciones de la subregión, gracias a la presencia de minerales, crudo y gas en su subsuelo, además de la dedicación a la agricultura de las escasas áreas no boscosas. Precisamente, en busca de la diversidad de sus economías, demasiado centradas en las industrias de extracción de estos países, se ha venido propiciando un mayor desarrollo del sector turístico, normalmente centrado en los espacios de costa.
En general, el ambiente global de calma política (aun con ciertos brotes en el norte de la isla de Sumatra y con la evidente excepción de la isla de Timor, conflicto que parece haber finalizado en el 2000 con la independencia de la parte oriental, antigua colonia portuguesa, del estado indonesio) y sus características naturales tropicales y ecuatoriales, se prestan a una acogida basada fundamentalmente en el recurso turístico del exotismo en todas sus facetas, paisajística, cultural y lúdica. Su principal oferta se halla relacionada con su situación, su clima y su naturaleza geográfica, que ofrece una enorme variedad: desde las costas bajas y pantanosas, a las costas acantiladas, pasando por las de largas playas arenosas; desde las notables elevaciones montañosas del interior, algunas de origen volcánico, hasta las llanuras laderas del arrozal, pasando por interfluvios, en ocasiones apenas transitables, por la densa cobertura vegetal.
En primer lugar, destacan por lo extendido de la oferta los complejos turísticos que toman base en el sol y la playa, en relación con las oleadas de evasión vacacional por vía aérea, en líneas regulares o vuelos chárter, estimulada por la elevación del nivel de vida en los países industriales, que suelen apoyarse en las mayores cadenas hoteleras y redes comerciales o publicitarias norteamericanas.
La promoción de la subregión se basa en una publicidad muy elaborada, que hace referencia a los deseos de evasión completa y a las posibilidades de rentabilizar el coste del viaje con unos precios de estancia moderados, poniendo a sus destinos de playa en una posición competitiva favorable con respecto a las regiones turísticas europeas o americanas, reconocidas de los países industrializados. Entre ellas destaca el caso de la isla de Bali en Indonesia, Penang y Langwaki, en Malasia, que actualmente sufren un enorme crecimiento de hoteles, o Cebú en Filipinas.
Suelen plantear circuitos que relacionan la costa con el interior de los países, de forma que logran diversificar y complementar la planta de alojamiento inicial con espacios sobresalientes por su calidad medioambiental o paisajística en los numerosos parques y reservas nacionales para la conservación de la flora y la fauna local, en áreas casi vírgenes situadas sobre todo en las islas más orientales del conjunto; así como en las vistas para conocer los poblados y culturas tradicionales, con el desarrollo incipiente del agroturismo. A ello se une la amplísima oferta deportiva acuática y de interior, con el golf, el trekking o la escalada, así como todo tipo de actividades del turismo de aventura. Se plantea, en suma, la antítesis de las sociedades emisoras de flujos turísticos, a las cuales están orientados los principales equipamientos de acogida.
La excepción más notable en este entorno es el caso de la ciudad estado de Singapur, con importante oferta y demanda orientada al turismo de negocios, coloquios y congresos, que representa un gran polo de impulsión mundial en el movimiento turístico desde hace veinte años, debido a su posición estratégica de corredor, con amplia oferta de actividades recreativas de todo tipo. Al mismo tiempo, el mercado de Singapur supone un importante centro emisor para los destinos turísticos del entorno, cuyo voluminoso mercado de población residente o de paso intenta atraer con actuaciones conjuntas de los países que le rodean.
En toda la región las huellas de una herencia multicultural son patentes y suponen otro de los recursos de atracción turística. Los testimonios de la cultura malaya, china, hindú, musulmana y colonial de diversas nacionalidades, dotan a estos espacios de una originalidad notable, tanto en sus manifestaciones folclóricas y culturales, como en los restos arquitectónicos y artísticos dispersos por la mayor parte de las zonas habitadas.
n este contexto, es fácilmente comprensible la actitud adoptada por un buen número de ciudades de este espacio que han visto reducirse sus cuotas de mercado iniciales. Ciudades que como Yakarta, Manila o Kuala Lumpur, para mantenerse competitivas han comenzado a situarse como centros de negocios y congresos, con la creación de centros de exposiciones y convenciones en toda la región que trabajan asociados, como la Association of Asían Convention and Visitors Bureaux, para atraer más convenciones y exposiciones a Asia.
Otra de las estrategias emprendidas por las entidades turísticas de la zona está relacionada con la articulación de redes de transporte entre los diferentes países y la mejora de infraestructuras de comunicaciones para el desarrollo de nuevos destinos en regiones ulteriores menos masificadas, en la misma línea que la subregión anterior.
La oferta de alojamiento ofrece dos fórmulas diferenciadas: por una parte la considerable frecuencia de equipamientos de lujo, centrados alrededor de hoteles de cinco estrellas de las principales cadenas del mundo, y por otra, los complejos destinados al turismo de masas que pueden llegar a ocasionar fuertes impactos medioambientales y socioculturales en las áreas donde se ubican, con la consiguiente merma de la calidad y capacidad de atracción turística.
Tiene este enorme continente de 44.412.681 km² (repartidos entre casi 40 países) una forma maciza, excepción hecha de sus tres grandes penínsulas meridionales (Arábiga, Decán e Indochina), "poco asiáticas" geológicamente, puesto que forman parte del antiguo macrocontinente Gondwana, y por tanto son más afines al sector africano que al Euroasiático.
Su altitud media ronda los 950 m, elevada cifra que enmascara grandes contrastes, puesto que alberga desde la cumbre más alta de la Tierra (Everest, 8.848 m), a las mayores depresiones continentales (fondo del lago Baikal, a 1.300 m de profundidad) y las fosas marinas más profundas (junto a las islas Marianas, 11.500 m bajo el nivel del mar).
En este espacio es posible encontrar toda la variedad climática del Planeta: climas árticos (Nueva Zembla), hipercontinentalizados (Verjoiansk), áridos y desérticos (Rub-al-Jali, Gobi, Thar), templados (costas japonesas), de alta montaña (Tíbet) y monzónicos (desde la desembocadura del Indo a la península de Corea).
Posee más de la mitad de la población mundial (casi el 60%), aunque muy desigualmente distribuida tanto demográfica como racial y lingüísticamente. Así, cuenta con los dos países más poblados del mundo (China y la India), y con otros cuatro que superan los cien millones de habitantes (Japón, Pakistán, Indonesia y Bangladesh). Pero en Asia encontramos también enormes áreas deshabitadas, sobre todo en el oeste chino (Dzungaria) y en la Península Arábiga, con densidades inferiores a los 5 hab/km², así como con los hasta hace poco restos coloniales de Hong Kong y Macao (en territorio chino, pero antiguas colonias británica y portuguesa respectivamente) y de la ciudad-estado de Singapur que, con densidades mil veces mayores, basan su desarrollo en las actividades industriales, turísticas y portuario-comerciales (las tres son puertos francos). Entre estos valores extremos, Asia ofrece toda la gama intermedia, que se refleja en infinidad de paisajes que hacen de él un continente muy heterogéneo.
Esta diversidad se manifiesta también en el campo del turismo, donde podemos diferenciar grandes regiones, a partir de sus recursos turísticos, que reseñamos de una manera abreviada:
1. Asia del Sudoeste, (Oriente Próximo y Medio)
Zona donde el factor religioso tiene una enorme importancia, bien como lugares de peregrinación (santos lugares cristianos, musulmanes y judíos), o bien como parte del patrimonio arqueológico-cultural (mezquitas de Estambul, iglesias bizantinas chipriotas, templos Jordanes, etc.). Aunque tienen menos promoción turística, no son desdeñables los recursos naturales de esta región, como los desiertos, paisajes montañosos e incluso las costas, que casi siempre justifican desplazamientos internos, es decir, como turismo doméstico dentro de cada nación o bien como movimientos intrarregionales, pero que comienzan a ser conocidos a escala internacional.
2. Asia Central
Es una región bastante desconocida para los mercados occidentales, cuyo principal reclamo turístico es el recorrido de la antigua Ruta de la Seda, que comunicaba el Mediterráneo Oriental con China a través de las estepas asiáticas, aunque no carecen de otros interesantísimos recursos culturales y naturales. Integran esta región buena parte de Rusia (Siberia, desde los Urales al Pacífico), así como las cinco repúblicas ex-soviéticas del Asia Central (Kazajstán, Turkmenistán, Uzbekistán, Tayikistán y Rirguistán), Afganistán y todo el Pakistán que queda a la orilla derecha del Indo. Pero como veremos, los problemas políticos (incluso conflictos bélicos) mantienen a estas naciones alejadas de los circuitos turísticos internacionales.
3. El Himalaya.
El techo del mundo tiene unas características especiales que le diferencian notablemente de los mundos chino e indio, con los que más se ha relacionado. La región autónoma del Tíbet (en China), Cachemira (India-Pakistán), Nepal, Bután y el norte de la India conforman esta región que tiene como principal recurso turístico el exotismo y los paisajes montañosos. El trekking y otros deportes de montaña (rofting, escalada, etc.) componen el resto de la oferta.
4. El mundo indio o hindú.
Formado básicamente por la India y la porción oriental de Pakistán (a la izquierda del Indo), es uno de los principales destinos de Asia, y mantiene una incuestionable "imagen de marca" relacionada con el mundo religioso (Varanasi, el Ganges), el cosmopolitismo de sus grandes urbes (Bombay, Calcuta, Delhi, Madras), algunos hitos monumentales (el Tah Majal es el más conocido) y, por supuesto, el exotismo cultural.
5. El Sudeste Asiático.
En él podemos diferenciar entre aquellos países plenamente insertos en el contexto turístico mundial (Tailandia, Singapur, Indonesia, Malasia y, en menor medida, Filipinas) y aquellos otros que inician en estos últimos años un débil aperturismo, como Birmania, Camboya, Vietnam, Laos y Brunei. De nuevo el exotismo es un recurso básico, pero no se puede descuidar la importancia de las playas tropicales de Bali (Indonesia), o de Phuket, Partaya y Samui (Tailandia), ni el peso específico de las grandes ciudades, como Bangkok, Singapur y Yakarta, que por su posición en el sistema industrial y económico mundial generan importantes movimientos de negocios.
6. En el Lejano Oriente
No sólo una nación (Corea del Norte) permanece al margen de las corrientes turísticas, mientras que las demás (China, Japón, Corea del Sur, Taiwan y las ciudades de Hong Kong y Macao) son receptoras de primer orden y cuentan con infraestructuras perfectamente adecuadas a los flujos que reciben. Tan sólo China mantiene una política turística internacional poco definida, que, sin embargo, dista mucho del aislamiento en el que se encontraba hasta hace unos pocos años. La imagen de esta región viene encabezada por ciertos hitos turísticos mundiales de primer orden (la Gran Muralla, el Fuji Yama, y las ciudades de Pekín, Shangai, Cantón, Seúl, Tokyo, Kyoto y Hong Kong), aunque la variedad de recursos que ofrecen los mantiene en una posición de privilegio dentro de las previsiones de crecimiento de la Organización Mundial del Turismo.
Explicaciones sobre la sinopsis anterior
1. Asia Sudoccidental: Próximo Oriente y Oriente Medio
Es este espacio un nudo del viejo mundo en el que se encuentran las tierras de Asia, África y Europa, bajo el nombre de Oriente Medio. Se trata de un espacio de transición desde Europa hacia el Extremo Oriente, que ha conocido las más viejas civilizaciones de la Tierra, y que ofrece una cierta heterogeneidad, si bien puede verse en ellos el rasgo común de la cultura islámica. Por su variedad paisajística y socio-económica, es una región difícil de delimitar, que abarca los territorios comprendidos entre Asia Menor y su prolongación hacia Europa en Turquía (Estambul), la trasera de las franjas costeras libanesas, sirias e israelíes y las extensiones del sur del continente asiático hasta Pakistán.
En estos espacios confluye una considerable diversidad de climas y relieves, que favorecen una enorme riqueza de paisajes. Aun así, es evidente que forman parte del mismo conjunto socioespacial, en relación con unas estructuras agrarias comunes en el entorno de los ríos Tigris y Eufrates, y con vastas extensiones de multiformes medios desérticos. Ahora bien, la identificación de este espacio como región homogénea, profundamente influida por el Islam y con una evolución socioeconómica similar, al menos hasta Irán, se debe sobre todo a la explotación petrolífera.
Así pues, se incluyen en el estudio de esta región del Asia Sudoccidental los países integrantes de la Península Arábiga (Arabia Saudí, Yemen, Omán, Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Kuwait y Bahrein), Turquía, Siria, Líbano, Israel, Jordania, Irak, Irán y el occidente de Pakistán.
En un contexto natural marcado por la escasez de los recursos hídricos es ocioso señalar que los espacios de mayor densidad poblacional se sitúan1 en torno a una franja de 100 km de ancho que bordea las riberas mediterráneas, apoyadas en las cadenas montañosas litorales bien regadas. En el mismo sentido, es notable la presión demográfica sobre los oasis y en los valles de los grandes ríos.
Parece evidente que la distribución de población entre los distintos países, y aun dentro de ellos mismos, es muy desigual, de forma que junto a grandes extensiones escasamente pobladas de carácter rural poco evolucionado, coexisten unos pocos centros que catalizan la actividad económica de la región, relacionados básicamente con la exportación de materias primas, fundamentalmente energéticas.
Estos países del Asia Sudoccidental han sido la cuna de importantes civilizaciones urbanas, que basaron su crecimiento en el comercio, al cual añaden hoy importantes funciones religiosas, culturales y políticas. En la actualidad, la distribución de las grandes ciudades de base fundamentalmente industrial, poco tiene que ver con estas funciones tradicionales. Las grandes metrópolis industriales, que aglutinan a la mayor parte de la población, no siempre en condiciones óptimas y con importantes bolsas de desempleo y pobreza, conviven con el subdesarrollo de sus áreas rurales.
En algunos países, la riqueza procedente de la industria y la exportación de hidrocarburos ha permitido poner en marcha grandes proyectos desarrollistas y superar las limitaciones impuestas por el medio natural, gracias a la inversión de ingentes cantidades de capital, que muestra un considerable poder de actuación y unas enormes posibilidades de desarrollo futuro si no malgastan sus recursos.
El desarrollo turístico de la región, que apenas alcanza un 2% del turismo internacional mundial, se ha visto enormemente influido por cuestiones políticas. Conflictos recientes como la intifada, los alzamientos palestinos, guerras civiles en Yemen y Afganistán, las tensiones entre Grecia y Turquía por la isla de Chipre, o la invasión de Irak en Kuwait y la siguiente crisis que culminó en la guerra del Golfo, todas ellas han tenido gravísimas repercusiones en el mercado turístico. No sólo el turismo receptor o emisor de los países afectados en cada uno de los conflictos, sino en toda la región del Próximo Oriente y Oriente Medio.
Por fortuna, las dramáticas repercusiones de esta guerra se han traducido en un proceso de negociaciones políticas al más alto nivel en busca de la estabilidad de la zona, que sin duda ha influido para cambiar el destino de la industria turística. No obstante, el seguimiento de los recientes acontecimientos políticos de la región hace pensar que esta estabilidad puede evaporarse repentinamente, lo cual evidencia su fragilidad.
Conviene matizar la importancia del turismo en la región del Asia Sudoccidental, con claras diferencias entre distintas subregiones, entre países vecinos, e incluso entre distintas zonas de un mismo país. Evidentemente, la razón ha de buscarse en una evolución histórica y política que ha seguido caminos diferentes en cada uno de estos espacios, derivando en unas condiciones socio-económicas distintas, todo lo cual ha favorecido un crecimiento exponencial de los ingresos turísticos en unos países, como es el caso de Turquía o Israel, y el descenso e incluso la desaparición del turismo en otras naciones o provincias, como resultado del clima de inestabilidad política. Tal es el caso de espacios fronterizos de Irak e Irán, Jordania, o Afganistán, entre otros.
Por otra parte, se observan enormes diferencias entre la gran mayoría de los países que se incluyen en la región, que presentan un predominio de las cifras de ingresos turísticos en relación con los gastos, normalmente por encima del cien por cien (figura 12.4), lo cual muestra una estructura turística básicamente receptora, de procedencia mayoritariamente europea y de la propia región, seguida de lejos por el mercado americano. No obstante, reforzando la idea de la variedad de la estructura turística de la región, en unos pocos países se invierte la balanza, con superioridad de los gastos turísticos, apuntando un potente mercado emisor que normalmente se dirige a destinos de la propia subregión, como ilustra claramente el caso de Kuwait, y en menor medida en Israel y Yemen, donde los datos de gastos e ingresos turístico se hallan bastante nivelados.
La procedencia de los flujos turísticos internacionales que llegan a la región de Asia Sudoccidental (que se corresponde con la división de Oriente Medio de la OMT excluyendo Egipto y Libia e incluyendo Israel y Turquía), se relaciona directamente con estos hechos. Así pues, si bien para el conjunto el origen de los turistas da un claro predominio en 1997 a los países de la propia región, podremos comprobar que para los destinos chipriotas, turcos o israelitas, predomina con enorme soberanía el mercado europeo, siendo éste apenas testimonial, para Kuwait o Bahrein
Por todo ello, resulta innecesario insistir en que la importancia del turismo de la región es muy diversa, en conexión con la distinta personalidad de cada uno de los estados que la componen.
Por esta razón, el análisis de sus características y evolución debe ser analizada a partir de la subdivisión de este espacio, siguiendo criterios funcionales y de tipología turística similar, fundamentalmente en lo que atañe a los recursos y los productos ofertados de forma genérica por cada subregión.
Distinguiremos en este espacio tres grandes unidades:
1- El Próximo Oriente engloba a Turquía, Siria, Líbano, Israel, Jordania, Gaza-Cisjordania e Irak.
2- la Península Arábiga incluye todos los países de la unidad peninsular
3- El Oriente Medio está formada por los países de Irán, Afganistán y Pakistán.
Turquía y Próximo Oriente
Se trata de una región de transición que hace difícil plantear límites precisos, pero que podríamos identificar con el espacio rodeado por los mares Negro, Egeo y Mediterráneo oriental al norte y oeste; por el arco montañoso del Kurdistán al este; y por la Península Arábiga y el Mar Rojo al sur. Incluye, por tanto, los países de Turquía, Siria, Líbano, Jordania, Israel, Irak y los territorios que se encuentran actualmente bajo el control de la Autoridad Palestina.
El relieve de esta zona, a excepción de las cadenas plegadas de Turquía, ofrece una disposición paralela a la costa, lo cual dificulta que las benefactoras influencias marinas puedan llegar a los territorios interiores. Así pues, al este de las alineaciones montañosas litorales sirias y del Líbano que descienden hasta las fosas del mar Muerto, mar de Galilea (lago Tiberíades) y río Jordán, la morfología del terreno se estructura en grandes mesetas al estilo del continente africano. Sobre estas inmensas llanuras el efecto de sombra pluviométrica que propician los relieves costeros se traduce en un aumento de la continentalidad del clima, y morfológicamente en una interesante variedad de medios desérticos.
El relieve impone contrastes y variaciones climáticas, que hacen que las áreas más pobladas se sitúen en los espacios mejor regados, al pie de las montañas. Así sucede en las costas de Turquía, Siria, Líbano o Israel; pero también, con el aumento de las altitudes de las cordilleras de Tauros y Pónticos en Asia Menor, y una vez rebasados los desiertos en las estribaciones de los Zagros en Irán, así como en las riberas de los ríos Tigris y Eufrates.
Al margen de los conflictos que cierran los pasos fronterizos en algunos puntos de la región, las vías de comunicación actuales ofrecen una red bastante tupida, que reproduce en muchos casos las antiguas rutas de caravanas entre Asia y Europa. La accesibilidad de esta subregión presenta una densidad por tierra y aire prácticamente coincidente con la morfología del territorio y la mayor concentración de población y núcleos urbanos, que disminuye conforme se avanza de oeste a este. A su posición histórica como corredor de flujos comerciales y de población entre Oriente y Occidente debe su variedad de grupos religiosos y la inestabilidad en el plano político, que, con multitud de brechas beligerantes por el control de diversos territorios sigue un complejo, aunque esperanzado, proceso de pacificación.
Dependiendo de las características naturales y la situación de cada uno de los países, las industrias de transformación son todavía débiles pero crecen con rapidez. Sin embargo, carecen de recursos de base como la mano de obra o de un buen sustrato que cultivar por la sequedad del clima, o como ocurre en Irak, por la salinidad de las aguas o las crecidas de primavera en el curso bajo del Tigris y Eufrates. De manera general, apoyan sus economías en la exportación de diversos minerales o hidrocarburos y en actividades comerciales y de servicios, aprovechando así su posición geográfica estratégica como salida obligatoria de los países árabes del interior de la región y paso por tierra de Asia a Europa Occidental. En esta línea, es un objetivo recurrente entre las metas programadas a corto y medio plazo el potenciar el sector servicios en forma de desarrollo turístico como medio para equilibrar la balanza de pagos de estos países.
Consecuencia de todos estos factores, el Oriente Próximo ofrece una combinación de recursos turísticos capaces de atraer a los distintos segmentos de mercado. No obstante, puede decirse que su historia y su cultura son el atractivo turístico principal de la región, ya que se trata de uno de los espacios ocupados o colonizados más antiguos de la Tierra, lo cual se refleja tanto en su historia como en su cultura y arquitectura. En ella pueden encontrarse restos, que corresponden en muchos casos a la estratificación de civilizaciones sucesivas, como resultado de la ocupación de numerosas naciones y grupos étnicos, como asirlos, helenos, romanos, cruzados procedentes de Europa, las aportaciones de la ocupación árabe, la invasión de los turcos y los mongoles y la instauración del Imperio otomano, hasta su hundimiento en los inicios del siglo XX, con la llegada de los ingleses.
Parece evidente que el turismo puede contribuir de manera positiva a la rehabilitación y reconstrucción del patrimonio arquitectónico. A pesar de su gran variedad, se trata mayoritaria mente de templos, mezquitas, palacios o zocos, de enorme interés tanto desde el punto de vista cultural e histórico como desde su consideración como recurso turístico, como así parece verse reflejado en recientes planes de desarrollo turístico propuestos por algunos de estos países.
Muy relacionado con elfo, el turismo religioso o de peregrinación supone otro de los pilares de atracción. La razón estriba en que dentro de este conjunto, el entorno de Israel y Jordania posee restos y ruinas que han sido testigos de un pasado que ha marcado la historia religiosa del mundo occidental. No en vano, en esta subregión se encuentra la Tierra Santa bíblica, que contiene la mayor parte de los lugares sagrados del cristianismo y del judaísmo (Jerusalén, Nazaret, Galilea, Belén, etc.); y es también uno de los principales puntos de peregrinación de los musulmanes, dado que Jerusalén es la tercera ciudad sagrada del Islam.
Por otra parte, en las costas mediterráneas del Próximo Oriente se encuentra la mayor concentración de destinos turísticos de sol y playa de la zona. En la mayoría de ellos es posible combinar el atractivo litoral con la oportunidad de visitar la abundancia de restos arqueológicos y arquitectónicos romanos y bizantinos, corno así se muestra en prácticamente todas las ofertas de operadores turísticos que trabajan este espacio.
A pesar de su enorme potencial para albergar destinos turísticos de sol y playa, no existe un gran desarrollo en este campo, debido al dominio de este mercado por las costas mediterráneas europeas, y a su mayor lejanía respecto de los mercados emisores, en comparación con las costas españolas o del norte de África. No obstante, posee en su espacio más meridional una ventaja comparativa en relación con estos entornos y es su clima especialmente cálido en invierno, sobre todo en el golfo de Aqaba con los centros turísticos de Eilat (Israel) y Aqaba (Jordania), en las costas del mar Rojo, que pueden compararse climáticamente a las Islas Canarias.
Las posibilidades turísticas en el plano deportivo son abundantes y variadas. Éstas pueden agruparse en dos modalidades principales: por un lado, las desarrolladas en el litoral y los lagos (submarinismo, esquí acuático, vela, natación, etc.) y, por otra parte, los deportes de montaña como el esquí, practicable en más de seis estaciones en las montañas de Turquía y una en Chipre, en la ladera occidental de los montes Troodos, además de la oportunidad de practicar el montañismo y senderismo, u otras modalidades propias de turismo de aventura, como la escalada, que en los últimos años se combina con visitas a los desiertos y oasis.
En relación con el turismo balneario y de salud, y abundando en la variedad de atractivos de la región, pueden encontrarse espacios de enorme interés terapéutico por la riqueza mineral del agua y el barro, en combinación con un clima seco y suave, que ha convertido a ciertas zonas en verdaderos centros de salud. El mar Muerto y el mar de Galilea (Tiberiades), concentran la mayor parte de las instalaciones balnearias que ofrecen tratamientos sanitarios en instalaciones modernas, que en ocasiones se combinan con actividades deportivas. A pesar de las modas, no puede decirse que se trate de un nuevo aprovechamiento turístico, como ilustra el histórico destino de las termas israelíes de Tiberiades o las de Bursa en Turquía, con importantes edificios otomanos, o las espectaculares cascadas de aguas termales sobre calizas de Pamukkale, en el mismo país, usadas por los romanos por sus cualidades curativas.
Finalmente, en conexión con el proceso de paz iniciado en 1993, se empiezan a advertir en los programas de algunos de los gobiernos de este espacio estrategias que incentivan la inversión para crear nuevas infraestructuras capaces de acoger congresos y convenciones internacionales, de entre los cuales destaca sobre todo el caso israelí.
En la última década, las tendencias del mercado turístico internacional han sido alcistas, al tiempo que otros destinos de la Europa Occidental perdían cuota de mercado. Las cifras son enormemente ilustrativas al respecto, ya que si atendemos al número de llegadas e ingresos desde el extranjero, en algunos casos como Israel o Turquía, suponen niveles de crecimiento récord, con cifras comparativas entre 1982 y 1992 que llegan a superar el 400% de incremento. Todo ello, sin tomar en consideración las cifras de visitantes diarios, ni los desplazamientos del turismo doméstico, que en algunos de los lugares considerados "santos" por varias religiones podrían disparar todavía más las cifras.
Atendiendo a estos datos, no sería descabellado pensar en el desarrollo de proyectos de base regional, teniendo en cuenta la similitud de estos recursos, y los avances en el proceso de pacificación de la zona. El número de turistas podría aumentar si se considerase seriamente la oportunidad de articular las visitas a varios países, como puntos de un mismo paquete más amplio, que ligase Israel con Siria y Jordania en forma de visitas cortas o excursiones. En esta misma línea, la cooperación regional en marketing turístico para Oriente Próximo y el Mediterráneo Oriental puede estimular un desarrollo turístico articulado de estos espacios.
Merece una mención especial, por su singularidad geográfica, el caso de la isla de Chipre, a mitad de camino entre tres continentes (Europa, África y Asia), la cual, a raíz de la ocupación turca del norte de la isla en 1974, se encuentra dividida en dos estados: la República de Chipre, con capital en Nicosia (o Lefkosia, en griego), y la República Turca del Norte de Chipre, con capital en Famagusta, y que no está reconocida por la ONU (de hecho, entre 1974 y 1994 se han formulado 65 resoluciones del Consejo de Seguridad y 12 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, condenando la ocupación turca del tercio norte de la isla de Chipre).
La mitad meridional de la isla de Chipre (la greco-chipriota) es la que más intensamente se inserta en los circuitos turísticos internacionales, y en ella se atesoran los recursos turísticos de la isla, que se concentran en dos sectores:
Los montes Tróodos, presentan una densa vegetación, e incluso una pequeña estación de esquí, y en sus laderas pueden encontrarse nueve iglesias bizantinas declaradas Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO, de modo que lo convierten en un atractivo cultural y artístico de primer orden.
El litoral sur de la isla, ofrece una serie de destinos consolidados en el producto sol y playa como Pafos, Larnaka, Limasol y Ayia Napa. La primera de las ciudades, además, cuenta también con la declaración de Patrimonio de la Humanidad, y en todas ellas el producto cultural complementa con éxito las estancias en la costa, que además se encuentra enriquecido con la oferta de golf (Pafos) y talasoterapia (Limasol).
Ambos recursos justifican que en 1997 acudieran a la República de Chipre más de dos millones de turistas, casi tres por cada habitante local, que generaron, según datos de la OMT, unos ingresos superiores a 1.600 millones de dólares.
Sus clientes principales son en un 90 % europeos (británicos, alemanes, suizos y escandinavos, por ese orden), seguidos muy de lejos por el mercado libanés, ligado a Chipre por compartir la religión maronita (105.000 turistas). Pese a todo, la oferta de alojamiento sigue siendo escasa, con algo más de 35.000 camas para todo el país en 1996.
Península Arábiga
Por su personalidad geográfica desgajada del continente, es una región mucho más sencilla de delimitar que la anterior. La Península Arábiga fue definida en 1939 por Beaujeau-Gamier, como "un trozo de desierto empapado de petróleo, cuna del Islam y dividido de un modo curioso" y, a pesar de los casi sesenta años transcurridos desde este escueto enunciado, sigue manteniendo todo su vigor.
En efecto, su principal fuente de ingresos procede de la extracción petrolífera y de la comercialización del crudo y sus derivados. Aun así, no son despreciables las exportaciones de pieles, minerales y metales preciosos, sin olvidar los ingresos obtenidos por las peregrinaciones a las ciudades santas de La Meca y Medina. No obstante, algunos países como Kuwait buscan diversificar su fuente de ingresos con otras ramas industriales, pero sobre todo con las inversiones en el extranjero y el desarrollo del sector servicios.
Al igual que en las otras dos zonas del entorno del Asia Sudoccidental, la guerra del Golfo marcó un dramático hito de referencia, tanto en el plano económico y social como en el turístico, por la alineación directa o indirecta de estos países en la plataforma anti o pro-iraquí, cuyas consecuencias aún son palpables en el equilibrio comercial y presupuestario de los países que componen este conjunto.
En ellos el crecimiento vegetativo es muy elevado, aunque sin alcanzar las cifras del Sudeste Asiático. Sin embargo, la debilidad generalizada del poblamiento sobre un dominio árido propicia unas densidades poblacionales bajas, a excepción de Bahrein y Kuwait, de las notables densidades agrícolas de Omán, y de las costas occidentales de la península, posibles gracias a la disponibilidad de reservas hídricas, puesto que se ven ligeramente beneficiadas por el monzón húmedo de verano.
De estos datos se deduce la existencia de un entorno natural poco homogéneo, con intensos contrastes entre la costa oriental y occidental y el corazón de Arabia Saudí, entre los fuertes ingresos de las extracciones petrolíferas o la agricultura comercial y la precaria subsistencia de la población dedicada al pastoreo nómada o a la agricultura de secano. Precisamente este atractivo contraste entre el mundo árabe tradicional y la modernidad industrial y urbana es uno de los factores que más claramente diferencia a este grupo de países del resto de unidades de la región del Asia Sudoccidental.
En este contexto, resulta especialmente atrayente el contraste de los barrios árabes tradicionales, con sus mezquitas y zocos, y con la típica morfología de ciudad antigua sembrada de callejones en la que todavía se observa la distinción gremial de los barrios, frente al moderno perfil, similar al de cualquier ciudad occidental, del corazón de sus ciudades comerciales, tanto en Kuwait, como en los Emiratos Árabes Unidos o en Qatar.
En general, la accesibilidad es buena (excepto en espacios fronterizos por inestabilidad política) y el alojamiento abundante y de elevada calidad, sobre todo en el área occidental de la región. Por sus características naturales, pueden distinguirse varios espacios turísticos dentro del conjunto de la Península Arábiga. Por un lado, el entorno turístico de alto nivel del sur del Golfo Pérsico, en el que destacan las posibilidades de turismo costero con un fuerte potencial de desarrollo del turismo deportivo náutico, gracias a la morfología de su litoral en el entorno de la ensenada de Dubai (uno de los emiratos que integran los Emiratos Árabes Unidos). Por otro, es de señalar la oferta de turismo de sol y playa de las costas occidentales, más cálidas y húmedas conforme se avanza hacía el sur, las cuales, con un esfuerzo de coordinación regional internacional, podrían llegar a convertirse en la Riviera del Mar Rojo.
Al margen de sus recursos costeros, el interior de la península ofrece una sorprendente variedad natural que podría favorecer el turismo de aventura, con el desarrollo de visitas a los oasis del desierto saudita o el montañismo en la cordillera litoral yemení, que alcanza los 3.000 m entre laderas abancaladas, alternado con el turismo cultural de la vista a yacimientos arqueológicos y sepulcros cercanos, o del patrimonio natural en Omán. No obstante, sin lugar a dudas, los principales centros receptores de visitantes de esta subregión son las ciudades de Medina y La Meca, que atraen a peregrinos de todo el mundo islámico, haciendo de este espacio el centro comercial y turístico de la península.
El Oriente Medio
Al igual que la mayor parte de los países que conforman la región del Asia Sudoccidental, el Islam es el principal vínculo de unión de la subregión del Oriente Medio, que abarca las repúblicas islámicas de Irán, el sur de Afganistán y la parte occidental de Pakistán. Es, además, nota común su antigua importancia como escenario de las grandes rutas de caravanas del mundo eurasiático, de la seda y las especias, hasta la apertura en 1869 del Canal de Suez, que asestó un duro golpe a las rutas de transporte terrestre interior.
Desgraciadamente, también comparten cierto clima de tensión política que ha desembocado en la última década en brotes de violencia y guerras que han afectado profundamente el desarrollo económico de estas naciones.
Del mismo modo, a grandes rasgos, comparten un medio físico hostil marcado por la sucesión de cadenas montañosas desde la cordillera de Zagros hasta la meseta del Beluchisán (Pakistán), pasando por las vastas extensiones desérticas iraníes debido al efecto climático continental y a la naturaleza salina de los suelos. Al este de estas unidades destaca la doble cadena del Hindú Kush que alcanza cotas cercanas a los 7.500 m de altitud. Todo ello propicia una serie de elementos comunes en las características de sus recursos turísticos naturales y culturales.
Las mayores densidades poblacionales, en relación con las condiciones del medio físico, aprovechan la relajación topográfica y las posibilidades de aprovisionamiento hídrico en las costas del mar Caspio, donde se encuentran los espacios agrarios más fértiles de la región.
La accesibilidad y capacidad de alojamiento se encuentra íntimamente ligada a las condiciones topográficas y a la inestabilidad civil de determinadas regiones, en las cuales no sólo es difícil la práctica de actividades recreativas y el desarrollo turístico, sino que éste llega a ser desaconsejado por los propios gobiernos afectados. A pesar de ello, este espacio reúne importantes recursos potencialmente turísticos.
En lo referente al patrimonio histórico y cultural, la mayor parte de sus atractivos se halla relacionada con su pasado como cuna de la civilización persa, antigua y refinada, o a su vinculación a la Ruta de la Seda durante siglos en el caso del llamado Triángulo de Oro (Hamadan-Bakhtaran-Khorramabad) por su enorme riqueza histórica. Sus capitales, antiguas y modernas, y sus ciudades ofrecen restos de su pasado gremial, de la arquitectura mogol y colonial, así como notables mezquitas, mausoleos y bazares. El atractivo cultural y natural se hace único en las tierras del norte de Pakistán, donde se encuentran las montañas de retiro de Mingora, con abundantes monasterios y estatuas budistas apenas conocidas en el hermoso valle de Swat. Además, el aislamiento físico de algunos espacios a lo largo de los siglos ha hecho posible que, todavía hoy en el noroeste de este país, puedan encontrarse en la región de Chitral espacios salvajes bajo leyes tribales paganas que han empezado a conocerse en los últimos años.
La práctica de turismo deportivo, náutico en las riberas de los lagos y del mar Caspio; o de montaña, con la práctica del esquí en Elburz (Irán), tiene un carácter fundamentalmente nacional. No obstante, es destacable el atractivo internacional para la práctica del montañismo especializado que suponen las montañas del Hindú Kush, en Afganistán y Pakistán, y su prolongación en las montañas del Karakorum en los territorios de Jammu y Cachemira, disputados por India, China y Pakistán, que serán estudiados dentro de la unidad del Himalaya en el subcontinente indio.
La zona indostánica.
La imponente barrera montañosa del Himalaya y el océano Indico delimitan este inmenso espacio de más de cuatro millones de krn2, que le ha valido la denominación del "subcontinente indio", en virtud de la variedad paisajística y cultural que engloba. Esta región abarca cuatro pequeñas naciones como Sri Lan-ka, Nepal, Bután y República de las Maldivas, dos grandes estados, como son la India y la parte oriental de Pakistán (orilla izquierda del Indo), y uno intermedio, Bangladesh.
La pluralidad de este espacio es una de sus características básicas. En él el abanico de paisajes varía desde las regiones septentrionales marcadas por el reborde montañoso de la cordillera de mayor altitud del mundo, hasta los medios monzónicos, o los subecuatoriales y ecuatoriales del sur de la península y de los conjuntos insulares indios, pasando por la gran llanura central, dentro de la cual las diferencias topográficas y climáticas son notables.
A pesar de esta enorme diversidad, la personalidad geográfica del conjunto indostánico en el contexto del Asia Meridional queda fuera de toda duda. En efecto, el dominio más o menos evidente de la civilización y la religión hindú da cohesión al conjunto a pesar de la multiplicidad religiosa y lingüística de la India, y la distingue con respecto al Sudeste Asiático. Además, a pesar de la existencia de acusadas diferencias históricas entre unas regiones y otras, incluso dentro de los mismos países, la colonización inglesa ha supuesto un factor fundamental, que ha dejado su huella en la economía y la cultura de las naciones que conforman esta región.
La ubicación de los asentamientos humanos, relacionado con el relieve y las condiciones climáticas, es otro rasgo común a estos países. Es innecesario insistir en el hecho de que estos factores imponen serios condicionantes en la distribución de las concentraciones de población, que buscan las mejores condiciones térmicas, exposición a los flujos húmedos y posibilidad de abastecimiento hídrico. Es por ello que las mayores densidades poblacionales del conjunto indostánico se sitúan en el entorno de los colectores fluviales principales, tradicionalmente sobre las llanuras de inundación, sobre sus valles y deltas, sobre todo en la bahía de Bengala, y en torno a los cursos del Indo y Ganges. Debemos recordar, no obstante, que el dominio monzónico afecta a una parte importante del conjunto, propiciando períodos de intensas lluvias (generalmente de mayo a septiembre), que dan lugar a grandes variaciones del caudal de los ríos con los consiguientes desbordamientos e inundaciones, en muchas ocasiones de consecuencias catastróficas.
Pese a la existencia de las islas industriales en algunos estados de la India y en Pakistán, puede decirse que nos encontramos en un contexto económico marcado por el subdesarrollo, con gravísimos problemas de superpoblación, una organización social desequilibrada y un escaso dinamismo económico. Por ello, no extraña que la mayor parte de los estados que conforman el conjunto se planteen el desarrollo turístico como posible vía de ingresos en sus maltrechas economías, en las que la agricultura sigue siendo la principal fuente de empleo y subsistencia de la población.
Así pues, a pesar de los trastornos políticos y los desastres naturales, la India como principal destino turístico de la región ilustra los esfuerzos de estos países en la puesta en marcha de políticas estratégicas, centradas en cambiar la percepción de la región hacia una imagen de prestigio para el turismo de alto nivel, si bien es cierto que, aunque algunos espacios de la región están bien preparados para recibir turistas, muchos otros necesitan una mejora importante de sus infraestructuras, tanto de la red de comunicaciones como de la calidad de la oferta de alojamiento. La accesibilidad es buena en términos generales, bien por vía terrestre, bien aérea o marítima, con una densidad y una frecuencia de trayectos aceptable.
Superados los fortísimos incrementos del número de llegadas en décadas anteriores, las metas propuestas plantean básicamente desarrollar las posibilidades de atracción de mercados ampliando la oferta de plazas hoteleras y, sobre todo, mejorando las infraestructuras de acceso y alojamiento en localizaciones específicas.
Dentro del conjunto, la India representa el máximo exponente turístico, con más de la mitad de las llegadas de turistas internacionales a la zona, seguido de lejos por Pakistán y Sri Lanka. Se trata básicamente de un espacio de turismo receptor, a tenor de los datos de ingresos y gastos con claro predominio del mercado europeo. No obstante, las cifras correspondientes a Pakistán y Bangladesh, en las cuales el gasto por turismo internacional supera a los ingresos en el mismo concepto, refuerzan el hecho de que el segundo mercado turístico proceda de la propia región del Asia Meridional.
De acuerdo con sus posibilidades de desarrollo y uso turístico, el conjunto indostánico puede subdividirse en cuatro grandes unidades funcionales que responden tanto a sus valores paisajísticos como a la tipología turística dominante: las regiones montañosas del Norte, que incluye el reborde montañoso del Himalaya y Karakorum; la gran unidad central de la India, con los espacios más poblados del conjunto indostánico (valle del Ganges); la India del Sur, que se extiende sobre la meseta del Decán, que abarca la costa Malabar y Coromandel; y, finalmente, las agrupaciones insulares del entorno, como la República de las Maldivas
Las Regiones montañosas del Norte
Esta región turística no puede considerarse en sí como una unidad geográfica homogénea, pues son muchos y muy variados los paisajes que en ella se encuentran.
De forma sucinta está formada por los rebordes montañosos de la cordillera Himalaya y el Karakorum, abarcando parte de la India y Pakistán, Nepal y Bután.
Los límites de esta unidad, reconocida por sus características topográficas se sitúan, de este a oeste, en las cadenas del vecino país de Birmania (Myanmar) y en los rebordes montañosos del espacio fronterizo indo-pakistaní incluyendo el Karakorum, definiendo así un arco que alcanza los 2.000 km de longitud.
Así pues, en este amplio espacio, los matices topográficos y climáticos relacionados con la altitud y la exposición de las laderas montañosas hacen variar las condiciones térmicas y de pluviosidad, y por tanto, también la distribución de los asentamientos humanos, mucho más frecuentes en los valles y laderas orientadas al Sur. Su altitud varía desde los 300 m de las tierras bajas y hasta los más de 8.000 m en las cumbres himalayas al norte, ofreciendo un amplio abanico de espacios geográficos desde un ambiente tropical, con habitat y vida salvaje propios de la jungla hasta el clima extremo de la región del alto Himalaya, apenas habitada por el hombre.
El aislamiento, debido a la difícil accesibilidad de estas cadenas montañosas, ha tenido consecuencias políticas importantes, como son el mantenimiento de pequeños países independientes corno Bután o Nepal, cerrados durante mucho tiempo a la penetración europea, o el mantenimiento de las disputas entre la India, Pakistán y China por los territorios de Cachemira y Jammu, todavía sin resolver.
La población de la región se dedica principalmente a la agricultura de subsistencia o a la ganadería en torno a las granjas, que ven en el desarrollo turístico, con un considerable potencial de crecimiento, una posibilidad de mejora económica de la región o del país, según el caso. Esta región es reconocida nacional e internacionalmente por sus espectaculares paisajes de cumbres nevadas, bosques de coníferas, glaciares y ríos y con una considerable riqueza natural y cultural en multitud de parques, reservas y santuarios para la conservación de la fauna y la flora de la zona.
No obstante, después de las dos últimas décadas, la explosión del trekking turístico ha puesto en peligro el equilibrio ecológico de estas sociedades basadas en los productos forestales y naturales, pero también ha lesionado las características culturales de la región. Todo ello ha llevado en el área del Annapurna (8.078 m), en Nepal, a considerar la creación de un nuevo concepto de región protegida, teniendo en cuenta la enorme extensión del área que reúne variedades culturales, paisajes y microclimas distintos, que han de regirse por esquemas también diferentes.
Toda la región cuenta con un interesante precedente turístico (al margen de las peregrinaciones a las fuentes del Ganges), a principios del siglo XVIII siguiendo las costumbres europeas e inglesas de la época en busca de las temperaturas moderadas de la montaña para sus curas de salud. Esta larga tradición, conocida entre los indios en estaciones a menor altitud, se desarrolla en estaciones para el descanso y el relax del valle de Cachemira desde el cual se dominan espectaculares panorámicas. Con el tiempo, estas estaciones-refugio se han convertido en el lugar de partida para las expediciones de montañeros a algunas de las mayores cumbres del planeta.
Además de la práctica deportiva del montañismo y el trekking, o la práctica de algunas actividades propias del turismo de aventura como el rafting, excursiones en elefante, o paseos en canoa, la apertura de Mepal y Bután ha dado al Himalaya nuevos atractivos, relacionados con la búsqueda de la espiritualidad y la meditación, que Siego a convertir a Katmandú en un verdadero centro de peregrinación para los hippies en las décadas pasadas. Por otra parte, la profusión de templos, monasterios y sepulcros budistas e hinduistas a lo largo de la región supone un atractivo añadido a uno de los escenarios naturales más espectaculares de la Tierra, capaz de atraer por sí mismo a un turismo internacional cada vez más numeroso.
El Norte indogangético.
Al sur de la unidad montañosa y al norte del golfo de Bengala y los Montes Vindhya, queda definida la unidad de la gran llanura Indogangética, que abarca el estado de Bangladesh, parte de Pakistán y el espacio más poblado de la India, en el cual se encuentran las bases físicas y humana de esta gran potencia; es decir, como su propio nombre indica, ocupa los valles del Indo y el Ganges. En esta zona se pueden definir varios conjuntos paisajísticos, que pasan de un extremo climático a otro, desde el delta del Ganges y Brahmaputra o las llanuras surcadas por los grandes ríos y sus interfluvios, la jungla y los marjales que las separan del Himalaya, hasta las extensiones trigueras del Punjab o el desierto de Triar.
Es un espacio variado en el cual coexiste la pobreza de la población agrícola, azotada por desastres naturales, con el desarrollo industrial y tecnológico de las grandes ciudades. El contraste es uno de los atractivos de la región en la cual se encuentran macizos montañosos arbolados y extensos desiertos en los que conviven la tradición y la modernidad, perfectamente ilustrada en las grandes ciudades industriales como Islamabad, Karachi, Delhi, Nueva Delhi y Chandigarh. Son destacables en este sentido las ciudades de Calcuta y Bombay, las más pobladas de la India, centros de negocios del país, así como creativos e intelectuales.
La riqueza patrimonial cultural y arquitectónica hindú, islámica o colonial de todo el conjunto es el principal activo turístico de la región, y el principal elemento de conexión en las rutas internacionales establecidas por los operadores turísticos. En los últimos años, buscando una reorientación de la oferta turística y la captación de nuevos segmentos de mercado, se intenta lanzar al exterior una imagen de turismo de élite a partir de la conversión de antiguos palacios reales en hoteles de lujo, y del intento de difundir el turismo de incentivos y congresos en este marco, con el apoyo del gobierno indio.
El turismo internacional de circuito es el principal mercado de la región, que recorre las ciudades monumentales de Dehli, Agrá y Jaipur, que conforman el triángulo de oro, en la puerta del desierto de Thar, jalonado de palacios y fortalezas. Pero no es el patrimonio arquitectónico su único recurso turístico, ya que son notables los yacimientos arqueológicos de la provincia de Sind en Pakistán que muestran restos de algunas de las culturas más antiguas de la Tierra. Del mismo modo, es necesario dar el lugar que corresponde a los flujos turísticos nacionales relacionados con el turismo religioso y de peregrinación hacia las ciudades santas de las orillas del río sagrado Ganges, de entre las cuales destaca Varanasi (Señares).
Es igualmente importante la variedad de actividades recreativas y deportivas de agua y tierra ofertadas al turista, que abarca desde la visita a las numerosas reservas naturales para observar la fauna y la flora de la zona, hasta los recorridos por el desierto o las excursiones y posibilidades de practicar el montañismo y el trekking en las elevaciones cercanas. Sus espacios litorales, a pesar de contar con algunas de las playas más largas y anchas del mundo con aguas azules en la Bahía de Bengala, con unos entornos espectaculares con palmeras y cocoteros, mezquitas y minaretes, se hallan muy poco desarrollados.
La India central y peninsular.
Esta región está constituida básicamente por los territorios de la península del Dekán, al sur de los Montes Vindhya, como umbral geográfico sembrado de macizos montañosos que dificultan la accesibilidad. Por sus características físicas, históricas y culturales, se incluye también en esta región turística la isla de Sri Lanka (antes Ceilán).
Su medio físico, en general, está marcado por las fuertes temperaturas y la complejidad de su régimen de precipitaciones, dependiendo de la altitud y la exposición a los flujos húmedos del monzón. En este sentido, es destacable el cambio en las estaciones turísticas, de noviembre a abril, o de abril a septiembre, según se trate de destinos situados en la costa occidental u oriental respectivamente.
La población de la región se distribuye de norte a sur, en una serie de franjas desigualmente pobladas, con mayor peso demográfico en la mitad occidental, sobre todo en la umbría de los Ghates. Su economía es predominantemente agrícola, con cultivos de plantación algodonera en el interior, y de caña de azúcar en la costa oriental, así como de té en Sri Lanka, todos ellos restos del pasado colonial de la zona. No obstante, también posee centros de extracción de minerales y algunos de los centros industriales y comerciales más importantes del país, como Bombay, Bangalore o Madras, antiguo centro de comercio con Persia, China y Ceilán.
Así pues, se trata de un espacio cambiante, aunque unido por una historia común. Su base económica es igualmente variada pero, al igual que la mayor parte de los estados indios, éstos han declarado al turismo como una industria a la que hay que preparar el terreno con incentivos y concesiones. No obstante, lo más preocupante en el plano económico deviene de la situación de inseguridad civil que afecta a Sri Lanka, que ha afectado particularmente desde los años noventa a la industria turística.
Tanto en el antiguo Ceilán, como en la costa Coromandel o en la Malabar, esta región ofrece largas y hermosas playas orladas de palmeras, de entre las cuales destaca el sector de Goa y Kerala en la costa Oeste, donde se encuentra la mayor concentración de destinos turísticos de costa del país. En la costa oriental es necesario mencionar el entorno de Puri, una de las ciudades santas de la India y centro de peregrinación que, en los últimos años, ha desarrollado un complejo turístico de sol y playa. En todas ellas, la oferta recreativa en forma de festivales y danzas, así como de deportes acuáticos, es variada. Además, estos espacios cuentan con numerosos parques nacionales, reservas y santuarios para la conservación y observación de la vida salvaje.
No obstante, aunque el principal activo turístico de la región se basa en sus playas, es notable el interés de la complementariedad entre estos recursos y el rico patrimonio histórico y cultural de sus ciudades, en las cuales se entremezclan las construcciones de las ciudades modernas con los vestigios coloniales ingleses, franceses o portugueses, y con los restos arquitectónicos en forma de templos, palacios y sepulcros de las religiones cristiana, hindú, budista e islámica.
Las conexiones internacionales desde este espacio y a través de él son fluidas y la accesibilidad es buena en la mayor parte del territorio, a excepción de la montaña de Sri Lanka, bajo el control de los grupos independentistas tamiles. De hecho son numerosas las rutas organizadas por los grandes operadores turísticos que, en tren, autobús y avión, atraviesan la región para dirigirse a otros espacios turísticos del espacio indostánico.
Los Conjuntos insulares.
Son varios los conjuntos insulares que se encuentran en la región, situados en tomo a la península del Decán.
Las islas de Andaman y Nicobar al sur del golfo de Bengala y las Islas Laquedivas frente a la costa Malabar, bajo dominio indio y República de las Maldivas, al sur de éstas, en el extremo occidental.
En un medio físico afectado por el monzón, con características subecuatoriales, la población basa su economía en la exportación de pescado y en el turismo, ya que la cobertura forestal tropical cercana al 80% de su superficie deja poco espacio para el aprovechamiento agrario. No obstante, aunque en todos estos conjuntos isleños el turismo es una actividad en alza, destaca de modo particular el caso de las islas Maldivas, con más de setenta complejos turísticos, y en menor medida, las islas Andaman.
Su principal recurso turístico es el sol y la playa sobre multitud de atolones, islas (casi siempre de origen volcánico) rodeadas por una barrera coralina que engloba un lago de aguas poco profundas. Evidentemente, este turismo contemplativo se ve complementado con las enormes posibilidades deportivas que un conjunto de arrecifes coralinos puede ofrecer, en todas las modalidades de submarinismo o buceo y de deportes acuáticos de todo tipo.
Algunos de los operadores turísticos más potentes incluyen a estas islas en sus programas, incluso con vuelos directos desde Europa, por el momento su principal mercado. Se ofrecen éstos como parte de paquetes combinados que incluyen visitas a Tailandia, Sri Lanka, Singapur y Malasia, incluyendo visitas a los poblados de pescadores nativos cercanos y a las más de 200 islas deshabitadas.
Las cifras de llegadas reflejan un ascenso notable en el número de turistas y se traducen en la creación de nuevos destinos en las islas. De hecho, en los últimos diez años el turismo ha tenido un incremento cercano al 250%, ciertamente elevado incluso al compararlo con el 40% de crecimiento experimentado por los destinos turísticos del Sudeste Asiático; las cifras, además, auguran un continuo incremento. En este contexto, sólo la limitación de los recursos hídricos podría poner tope a esta colonización turística. No obstante, recientemente algunos complejos han instalado plantas desalinizadoras para el aprovisionamiento de agua.
La mayor parte de estos destinos turísticos se encuentran en el atolón maldivo de Kaafu, donde se sitúa la capital, Male. Aunque cada vez más abundan los complejos ubicados en los grupos de islas más al norte y mucho más al sur, rebasando el Ecuador, como el de Seenu. Estos complejos turísticos incluyen normalmente todo lo necesario: deportes y ocio, restaurantes, bares, tiendas, etc, y cada una de las islas atrae a una clientela de distinta nacionalidad.
Se trata, pues, de destinos enclavados, en la mayoría de los cuales los nativos no se mezclan con los turistas, a excepción de aquellos que rodean los complejos turísticos más importantes y de los cercanos a Male. En general la oferta suele tener un carácter ecológico que responde a las exigencias de una clientela más o menos exigente. El alojamiento suele ser en bungalows o chozas cercanos a la playa, pero en los últimos años la tendencia a la masificación, con la llegada de grupos de turistas extranjeros a estos espacios, ha propiciado la aparición de poblados turísticos mucho más multitudinarios, que incluyen además una oferta recreativa considerable. Todo ello, puede suponer el inicio de degradación de unas formas turísticas respetuosas con el medio ambiente físico y cultural de estas islas.
Siberia y Asia Central
Comprende esta gran región las repúblicas ex-soviéticas de Kazajstán, Uzbekistán, Turkmenistán, Tayikistán y Kirguistán, además de parte de Afganistán y de Siberia, la Rusia asiática al este de los Urales.
Se trata, por lo tanto, de una enorme región con escasa homogeneidad interna, que viene definida principalmente por su antigua pertenencia a la antigua URSS.
El clima es extremadamente duro, con una fortísima continentalidad, que se manifiesta en amplitudes térmicas próximas a los 40 "C. Con estas condiciones y la elevada altitud media, el paisaje predominante es el estepario, aunque el importante desarrollo latitudinal permite ir desde los climas árticos y de tundra en el norte de Siberia hasta el desierto en el sur de Afganistán. No obstante, no faltan grandes áreas pantanosas en torno al mar Caspio y a los grandes cursos fluviales (Ural, Sir Daria, Amu Daria), frecuentemente sobreexplotados para el aprovechamiento agrario, sobre todo de algodonales, hasta el punto de haber provocado la desecación del Mar de Aral, entre Kazajstán y Uzbekistán.
Hacia el este, la progresiva elevación del terreno (que culmina en los montes Tian Shan, a casi 7.500 m de altitud) significa una suavización de esos rasgos estepario-desérticos, favoreciendo el cultivo y por tanto la ocupación humana. Por esta razón y por motivos históricos (la Ruta de la Seda), las principales ciudades de Asia Central se encuentran en su sector oriental, a los pies de la cadena montañosa (Almaty, Tashkent, Samarcanda, Dushanbe y Frunze).
Una parte importante de este territorio, Siberia, está funcional y políticamente unido a Europa dada su pertenencia a la Federación Rusa, país que a pesar de ser asiático en un alto porcentaje tiene la mayor parte de su población y sus principales centros de poder político y económico al oeste de los Urales, en la zona europea. El clima extremo, marcado por la alta latitud al norte y la continentalidad, así como el atraso económico y de comunicaciones que tradicional-mente presenta (no en vano estuvo cerrada al turismo procedente del oeste de Europa hasta los ochenta), mantienen a Siberia prácticamente al margen de los flujos turísticos que se dirigen hacia la Rusia europea.
En el resto de las antiguas repúblicas soviéticas del Asia Central, y además del clima existen otros dos criterios menos evidentes pero hasta cierto punto válidos: la religión y, en menor medida, la lengua. En efecto, todas las antiguas repúblicas soviéticas albergan una mayoría religiosa de confesión musulmana sunnita, aunque con importantes minorías turcas, chutas y ortodoxas, mientras que casi todas sus lenguas son formas más o menos evolucionadas del turco, dando lugar al kazako, uzbeko, turkmeno, etc. El ruso, lengua que impuso el régimen soviético, sólo se emplea en las grandes ciudades, y suele provocar cierto rechazo en la población local.
El estudio del aprovechamiento turístico de esta región es el que ofrece mayores semejanzas entre estas repúblicas. Todas ellas comparten unos recursos físicos similares: enormes montañas coronadas por nieves perpetuas, bosques impenetrables, prados y estepas de extensión desmedida, etc. y todo ello en países apenas afectados por el fenómeno turístico, debido a una serie de factores:
1. La inestabilidad política de la zona, especialmente manifiesta en Tayikistán y Afganistán, cuya visita está de momento desaconsejada. En el resto de los estados teóricamente no existen problemas, pero todos ellos siguen exigiendo visados para los turistas llegados de países no adscritos a la antigua órbita soviética o comunista (las quince repúblicas ex-soviéticas, Europa Oriental, China, Cuba, Corea del Norte y Laos), e incluso Tayikistán los exige también a estos últimos.
2. Esta inestabilidad, y el aislamiento de esta gran área durante la época soviética han condicionado una enorme falta de infraestructuras adecuadas para la actividad turística (sanitarias, de transporte, alojamiento y servicios). Las deficientes comunicaciones son determinantes en la elección de los destinos, de modo que los escasos flujos de visitantes se concentran en las principales ciudades (Almaty, Samarcanda, Tashkent, Bujara).
3. La inseguridad económica. Desde la desmembración de la URSS, la inflación ha aumentado de forma considerable, las monedas locales se devalúan de forma constante y el mercado negro se ha convertido en una práctica habitual. Las tarjetas de crédito y los cheques de viaje son casi desconocidos excepto en los mejores hoteles de las principales ciudades. En Tayikistán, además, no existen sucursales de bancos extranjeros. Sólo dólares en metálico son un dinero seguro.
4. Las condiciones sanitarias. Se advierte de la posibilidad de epidemias de malaria en las fronteras
uzbeco-afgana y tayiko-afgana. Son necesarias vacunas contra el tifus, la polio y la rabia en Uzbekistán, Tayikistán, Afganistán y Pakistán, y el agua debe ser hervida para su consumo en casi todas las repúblicas de Asia Central. En algunas de ellas, como Kirguistán y Tayikistán se aconseja al visitante que lleve su propio botiquín, debido a la escasez de medicamentos.
En su favor, todos estos países cuentan con alguna ventaja evidente: son (salvo Samarcanda y algún otro enclave aislado) prácticamente desconocidos en Occidente, a lo que debemos sumar la competitividad de sus bajos precios.
Como se ha indicado, la oferta hotelera apta para turistas en estos estados es casi inexistente. Kazajstán, por ejemplo, una nación que quintuplica la extensión española, sólo cuenta con trece hoteles en todo el país, aunque esta oferta se ve ampliada si tenemos en cuenta las turbazas, pequeños adosados rurales en los que, por uno o dos dólares se tiene derecho al alojamiento y a tres comidas diarias.
Desde el punto de vista de la oferta turística, podrían encontrarse tres subregiones de rasgos similares.
1.- Siberia, con recursos naturales y económicos, y un alto potencial si se produjese una recuperación de Rusia.
2.- Los territorios de Kazajstán y Uzbekistán, son de escaso desarrollo pero notable potencial.
3.- Lo engloban las repúblicas de Turkmenistán, Tayikistán, Kirguistán y parte de Afganistán marcados por la inestabilidad política que limita fuertemente su incorporación al mercado turístico.
Siberia presenta atractivos importantes, algunos de origen humano como el recorrido en el Transiberiano, que une Moscú con Valdivostok, en la costa Pacífico; la vista a los gulags, los campos de concentración de disidentes en la época stalinista, que al igual que los campos de concentración alemanes se están convirtiendo en la memoria histórica de una de las grandes tragedias de este siglo; y un cierto turismo de negocios hacia algunas ciudades industriales surgidas en la época soviética, aunque la mayoría de ellas se encuentren en situación de crisis. De todos modos, sus principales recursos, y los que pueden potenciar su apertura turística en las próximas décadas, a medida que evolucione la economía y la sociedad rusa, son los naturales. No en vano se trata de una inmensa porción del planeta con una escasísima ocupación humana, y que guarda en su interior recursos naturales y espacios casi intactos de enorme atractivo para el turismo de aventuras y de naturaleza: los cursos fluviales del Obi, Yenisei y Lena; paisajes árticos y glaciares; el lago Baikal, el más profundo del mundo y la mayor reserva de agua dulce en estado líquido; etc.
Hasta la fecha, los principales movimientos turísticos en Siberia son internos. Sin embargo, no es descartable que la recuperación económica y la normalización política de Rusia permita que algunos de los recursos más importantes de su zona asiática se integren en los circuitos que hoy día se concentran casi exclusivamente en la zona europea.
Uzbekistán es la única república de Asia Central donde el fenómeno turístico tiene una cierta importancia, debido a su ubicación en el trayecto de las antiguas caravanas que desde el Mediterráneo oriental partían a Extremo Oriente, en busca de especias y sobre todo de tejidos lujosos (Ruta de la Seda), y que confirió a alguna de sus ciudades (sobre todo Samarcanda) un valor comercial, artístico y monumental de primer orden.
A diferencia de Kazajstán, los recursos turísticos de este país son sobre todo monumentales, aunque por desgracia la mayor parte de ellos datan de fechas posteriores al siglo XIV, fecha en la que las hordas mongolas de Gengis Khan interrumpen sus ataques contra las ciudades de Bujara y Samarcanda. Más recientemente, han sido los terremotos los causantes del deterioro de parte de este patrimonio, como el que en 1966 asoló la capital de la república.
Samarcanda es, sin duda, el principal destino de esta república y de toda Asia Central. Fundada hace 5.000 años, fue tomada por Alejandro Magno en 319 a. C, y destruida por Gengis Khan en 1220. Se benefició del tráfico comercial de la Ruta de la Seda entre Oriente y Occidente durante los siglos XV-XVL Samarcanda fue también la capital intelectual del islamismo en Asia Central. El centro de la ciudad es la plaza Rajastán o Registán, donde existen tres medersas o escuelas islámicas de los siglos XV- XVII, decoradas con tejas y mosaicos azules.
Bujara es, sin embargo, la capital religiosa de Uzbekistán. Hay más de 350 mezquitas y más de 1.000 escuelas religiosas. Destaca en esta ciudad el barrio de Shakristan, donde se encuentra el complejo palaciego de los emires, parcialmente destruido tras el incendio de 1920. Sólo el minarete de la mezquita Kalyam, de 47 m de altura, construido en 1127, y el mausoleo Ishmael Samani son anteriores a los ataques mongoles.
En cuanto a las repúblicas de Turkmenistán, Tayikistán, Kirguistán y Afganistán, si bien sus recursos turísticos naturales y culturales justificarían la aparición de determinados flujos turísticos, la inestabilidad política y económica, así como la inexistencia de infraestructuras de acogida; esta escasa oferta se comprueba en las riberas del mar Caspio, donde se han tenido que acondicionar algunas Dom Otdykha (casas de obreros turkmenos) para acoger a los escasos visitantes extranjeros, pero desaconsejan de momento su visita y justifican su ausencia de los circuitos turísticos internacionales.
El Lejano Oriente
Se trata de un enorme y complejo conjunto (tan sólo China supera los 9,5 millones de km²) tanto en sus características físicas como humanas. Los contrastes son impresionantes entre las alturas del Himalaya, que en varios puntos del territorio chino superan los 8.000 m, las del Tien Shan por encima de los 7.000 m o las extensas planicies que forman la elevada meseta del Tíbet, frente a la depresión de Turfan (China) a más de 100 m por debajo del nivel del mar. Estas diferencias altitudinales, así como los contrastes latitudinales y las muy distintas condiciones de continentalidad implican también enormes variaciones climáticas, ya que puede encontrarse desde una importante superficie dominada por el clima de alta montaña (en China, especialmente en la región autónoma del Tíbet, pero también en zonas del norte de Japón), algunos de los más importantes desiertos de la Tierra (Gobi, Takla Makán) hasta zonas que como Taiwan o el sudeste de China presentan un clima subtropical y tropical o se ven dominadas por los monzones (gran parte de Japón), pasando por los climas templados.
Pero quizá sean aún mayores las diferencias humanas, aunque todos los países que se incluyen en este conjunto comparten una característica común: los enormes contingentes demográficos. China, con más de 1.000 millones de habitantes, es el país más poblado de la Tierra; Japón, un 25% más pequeño que España, prácticamente alcanza los 125 millones; y los pequeños territorios de Taiwan y Hong Kong superan respectivamente los 20 y los 5 millones. Sin embargo, estas altas tasas demográficas generales esconden importantes diferencias de densidad, ya que por ejemplo en China la mayor parte de la población se concentra en las provincias orientales del Pacífico, mientras que la parte occidental permanece prácticamente despoblada. Estas disparidades en la distribución de la población se encuentran igualmente en los contrastes de urbanización, con algunas de las más grandes ciudades del mundo (Tokio y su enorme área metropolitana, Pekín, Shanghai) frente a un alto porcentaje de la población china que sigue manteniendo pautas de vida rurales. Finalmente, desde el punto de vista económico, la característica más espectacular es el alto grado de industrialización y los importantes crecimientos que se están experimentando en los últimos años. La senda de Japón, segunda potencia industrial del mundo y uno de los tres más importantes conjuntos económicos (junto con Estados Unidos y la Unión Europea), fue seguida por Taiwan, Hong Kong y en menor medida por Corea del Sur, aunque con características diferentes dado que en estos casos la mayor parte de las inversiones proceden del exterior, aprovechando las ventajas que ofrecen estos países para producir manufacturas a bajo precio. En los últimos años, los enormes crecimientos han llegado también a China con motivo de la apertura económica, que ha supuesto el paso a una economía capitalista dentro de un régimen política y socialmente comunista (lo que ha dado lugar a la definición de "un país, dos sistemas"); complicado aún más con la plena incorporación en 1999 de Hong Kong, antigua colonia británica que sigue manteniendo ahora bajo control chino sus peculiares estructuras políticas y económicas. Sin embargo, si bien en Japón el crecimiento se tradujo en una prosperidad general, en el resto de los países las cifras macreconómicas aún no van paralelas ni al aumento del nivel de vida ni a la apertura política. Tan sólo Corea del Norte mantiene un estricto régimen comunista, y es uno de los países más aislados del mundo desde el punto de vista económico, y por supuesto, también turístico.
Según datos de la OMT, en el año 1998 el conjunto de Asia Oriental, junto con los destinos pacíficos, superaron los 86 millones de turistas internacionales, experimentando rápidos crecimientos (tasas en torno al 7%), que según previsiones llegarán a duplicar las cifras actuales en la cercana fecha del 2010.
Al margen de estas cifras, las previsiones con respecto al desarrollo del sector turístico en esta zona:
a) Japón continuará siendo el principal mercado emisor de la región, aunque con un incremento de la demanda hacia sectores de playa, en detrimento del hasta ahora predominante turismo urbano.
b) Se configuran también como grandes mercados emisores los denominados "tigres económicos": Singapur, Taiwan, Hong Kong y Corea del Sur.
c) El turismo europeo (y en menor medida el estadounidense) tiende a crecer en esta región, con unos objetivos orientados a las motivaciones culturales.
d) China, hasta ahora eminentemente receptora, se perfila como un potencial emisor, pues ya se registran aumentos en el número de desplazamientos interiores, con lo que los viajes regionales al exterior parecen ser el siguiente paso.
e) El crecimiento turístico de la región promete ser tan notable que la OMT calcula que en el año 2010 absorberá el 20% del turismo internacional, frente al 1% que suponía en 1960 y el 3% en 1970. Este aumento, que parece irse confirmando, vendrá dado por la intensificación de los viajes a larga distancia, pero sobre todo por el incremento de las relaciones y del turismo de negocios motivado por el crecimiento y la apertura económica general en la zona.
Tanto sus características netamente geográficas como turísticas llevan a la distinción de una serie de regiones funcionales, que se describen a continuación de manera sucinta
El mundo chino
Dentro de China podemos diferenciar con claridad tres grandes sectores: el noroccidental, vinculado paisajísticamente al Asia Central (depresiones de Dzungaria y Tarim), el suroccídental, relacionado con el mundo himalayo (República Autónoma China del Tíbet) y el Extremo Oriente, donde se concentran los mayores flujos turísticos, la mayor oferta y los recursos más explotados, además de las mejores condiciones climáticas para los aprovechamientos agrarios, y por tanto, el asentamiento humano.
Existen países exóticos donde practicar el turismo se convierte a veces en una aventura, pero China es, sin duda, uno de los más asombrosos. La propia política china se mueve indecisa entre el comunismo conservador a ultranza y un reciente aperturismo hacia una economía más o menos liberal e internacionalizada (condicionada por la reciente integración de Hong Kong y Macao, antigua colonia portuguesa), lo que imprime unas características muy particulares al fenómeno turístico en China, derivadas sobre todo del aislamiento internacional al que se han sometido (hasta hace poco el comercio exterior sólo suponía entre el 4 y el 5% de toda la actividad económica nacional).
Este aislamiento comenzó a ceder en 1979 cuando las autoridades chinas, movidas por la necesidad, rompieron el férreo esquema comunista para crear cuatro Zonas Económicas Especiales (ZEE) que atrajesen las inversiones y la tecnología de los extranjeros, a la vez que mantenían exenciones fiscales y autonomía para comerciar con otros países. Se trata de Shantou y Xiamen (frente a Taiwan), Zhuhai (junto a Macao) y Shenzhen (junto a Hong Kong), todas ellas en el sudeste e ideadas para facilitar la absorción de ambas colonias occidentales. Estas ZEE, "verdaderos enclaves y zonas francas" (Lariviére y Sigwalt, 1991) fueron en principio muy criticadas por razones ideológicas y por la lentitud de la consecución de sus objetivos económicos, pero hoy día su éxito es innegable y han provocado que la provincia de Guangdong (con capital en Cantón), donde se asientan tres de las ZEE, se convierta en la primera comerciante de China, acaparando el 14% de las exportaciones nacionales, con tan sólo el 6% de la población.
A estas cuatro se añadió en 1988 la ZEE de la isla de Hainán (33.900 km²), hecho que ha facilitado su inserción dentro de los flujos turísticos mundiales, liberalizando su economía. Pero en la práctica, Shenzhen es la única ZEE en la que, hasta cierto punto, se han cumplido los deseos del gobierno, aunque a costa de mantener la ciudad rodeada por una valla metálica que impida el contrabando con el resto del país.
Paralelamente a estos cambios, y en buena medida a causa de ellos, en 1978 se abrieron parcialmente las fronteras chinas para el turismo internacional, hasta entonces muy restringido. Es lícito emplear el término parcial porque, aún hoy, existen ciertas zonas del país que sólo pueden visitar los extranjeros si consiguen una autorización especial del gobierno chino.
A pesar de ello, a partir de esa fecha, y debido al innegable atractivo de la geografía y la cultura chinas, el turismo internacional (liderado por los japoneses) ha conocido un fuerte crecimiento, hasta el punto de superar los equipamientos previstos (sobre todo el del alojamiento) durante la temporada alta (de abril a octubre), estimados en 400.000 camas, dentro de los 1.300 hoteles en los que han participado inversores extranjeros. En el resto de establecimientos hoteleros, de momento, no está permitido el alojamiento a los foráneos, y por tanto éstos no figuran en los circuitos turísticos de los occidentales.
En realidad, los turistas que viajan a China en grupos organizados no precisan visado, si su recorrido ha sido autorizado por los encargados del turismo interior. Pero sí se les puede exigir a todos aquellos que viajen por su cuenta, y debe solicitarse en las Oficinas de Seguridad. En él hay que indicar las ciudades que se piensa visitar, y en cada una de ellas un encargado debe sellar el visado. Pero no obstante esto, la tendencia hacia el aperturismo chino es indudable. Por esta razón, y aunque la infraestructura turística es escasa y ocupa a pocos trabajadores, la cantidad de divisas ingresadas por este concepto es fundamental para la economía del país y permitió, en 1987, que por primera vez la balanza de pagos tuviera un saldo positivo, tras pasar en diez años (1977-1987) de recibir 250.000 personas a casi 30 millones a finales de los noventa. Todo ello convierte a China en el principal destino turístico de Asia, aunque estas cifras necesitan una explicación, pues incluyen las entradas fronterizas de los chinos procedentes de Hong Kong y Macao (que ahora no se contarán pues ya están plenamente integrados desde el punto de vista político) y a los procedentes de Taiwan (que aunque independiente en la práctica, en sentido estricto forma parte de la China continental como una provincia más), que generalmente visitan el país por negocios y/o asuntos familiares, y no como turistas de ocio. En realidad la cifra de turistas internacionales, excluyendo los casos anteriores, ascendió a casi siete millones en 1996, pero con espectaculares crecimientos que prácticamente llegan al 15% anual a mediados de la década de los noventa.
El efecto de esta llegada de turistas ha sido muy desigual en las distintas regiones autónomas y provincias chinas. Así, en alguna de ellas como el Tíbet se ha convertido en la actividad motriz de la economía, debido al atraso y aislamiento secular de esta región autónoma, y que comienza a retroceder gracias a los 30.000 visitantes que recibe anualmente.
La isla de Hainán (ZEE), por su parte, se empieza a conocer como el "Hawai chino", puesto que se está potenciando el turismo de sol y playa en la costa sur, muy apta para ello durante los meses de invierno, cuando no le afecta el monzón veraniego. Cuenta, además, con la ventaja de su situación intermedia entre Hong Kong, Singapur, Tailandia, Bali y China, principales destinos turísticos de los turistas occidentales en esta región, los cuales suelen visitar durante algunos días esta isla semivirgen y casi desconocida.
A pesar de este producto turístico basado en el o sol y playa, el turismo en China sigue siendo un hecho principalmente urbano y ligado a la monumentalidad, destacando por encima de todo Pekín (empleado también como base para visitar la Gran Muralla), Xi'an, Shanghai y Cantón. No obstante, n en el interior de la nación, es decir en el Asia Central, el turismo es todavía un hecho extraño, sin infraestructura alguna, no incluido en la oferta turística, y que sólo es realizable a título particular, de e modo casi aventurero.
El verdadero turismo internacional lo constituyen en China los casi siete millones de visitantes considerados "extranjeros" que, si bien no alcanzan ir una cuantía voluminosa, generan el 45% de las pernoctaciones y la mayor aportación de divisas. Se trata de turistas que participan en recorridos organizados de dos a cuatro semanas, en grupos de quince a veinte personas, alrededor de circuitos turísticos y preestablecidos (y autorizados), y que se calcula suponen el 64% de los visitantes. El 36% restante de los visitantes extranjeros lo son por motivos profesionales (empresarios y hombres de negocios sobre te todo de Japón, y secundariamente de Corea del Sur le y Singapur).
Los países que formaban la antigua Unión Soviética aportan también un sustancial contingente de turistas (2,5% del total), cuyo destino principal es la provincia de Heilongjiang (Manchuria) debido al barler toiirism o turismo de intercambio (Xinluo, 1994). Este tipo de turismo, cuyo principio de funcionamiento es el "cambio en la igualdad" se produce en las áreas fronterizas de aquellos países que presentan (por subdesarrollo, problemas económicos o estricto control gubernamental) serias dificultades para el cambio de moneda. Así, para evitar el contrabando y canalizar los flujos de la demanda, los gobiernos respectivos autorizan el turismo controlado de idéntico número de visitantes por cada sector, siempre entre ciudades que ofrezcan unas condiciones semejantes de alojamiento, manutención y oferta de ocio, tratándose, pues, de un turismo esencialmente urbano y por motivos de placer o compras.
El principal cliente de la oferta turística china es Japón (más de 1,5 millones), debido esencialmente a su proximidad y al elevado nivel económico de sus habitantes (Courtin, 1993). Un buen número de visitantes proceden de otros países asiáticos, como Filipinas, Malasia, Singapur y Tailandia, a causa del retorno vacacional de los emigrantes chinos en estos países. Europa Occidental registra mucha menor importancia en cifras globales, pero es el cliente que más ha aumentado en los últimos años, en especial en los mercados alemán y francés, debido a las acciones de promoción chinas y a los crecientes contactos con operadores turísticos europeos, mientras buena parte de los más de doscientos mil británicos se explican por los contactos con su ex colonia, Hong Kong.
Paralelamente a este desarrollo del turismo internacional, se registra un movimiento interior cada vez mayor, que alcanzó 289.000 personas durante los seis primeros meses de 1994 y es una de las razones por las que la OMT augura a China un crecimiento turístico constante en los próximos lustros, y le asigna un papel de mercado emisor cada vez más importante en el sector Asia Oriental-Pacífico.
En cuanto a los destinos más habituales, todavía es frecuente la visita a las comunas populares (Crisá et al., 1985), que tanto se desarrolló durante la Revolución Cultural (desde 1966 hasta la muerte de Mao, diez años después), promovida por el régimen. En las comunas se visitan talleres, granjas, viviendas de los campesinos, escuelas, etc., aunque el turismo en China puede considerarse un hecho esencialmente urbano.
Ahora bien, pese a que un gran número de localidades está abierto al turismo, la fuerte concentración del equipamiento hotelero en el Extremo Oriente explica que tres cuartas partes de las pernoctaciones del turismo extranjero se localicen en tan sólo nueve ciudades, que por orden decreciente son Pekín (Beijing). Shanghai, Cantón (Guangzhou), Guilin, Xi'an, Hangzhou, Shuzhou, Nankín y Wuhan. Es importante, por ello, el proyecto hotelero de la empresa Holiday Inn para construir hasta cien establecimientos en ciudades pequeñas y medianas antes de concluir el siglo, "destinadas a clientes que no requieran servicios completos ni instalaciones de recreo", y que sin duda diversificarán la oferta en este inmenso país.
Pekín (o Beijing, "la capital del norte"), capital administrativa y cultural de China, es en la actualidad una ciudad-museo-palacio que alberga 9.470.000 habitantes en su área metropolitana, sólo superada por Shanghai. Urbanísticamente tiene la curiosidad de carecer por completo de centro histórico, en el sentido que los occidentales damos a esta expresión (núcleo originario de la ciudad, de calles estrechas e irregulares). Su plano presenta una estructura ortogonal, con calles que se cortan perpendicularmente, como si fuera una ciudad nueva implantada ex novo en un país de América del Sur, a pesar de su bimilenaria historia. Dentro de esta retícula, una casilla fundamental de 40 Ha es la Plaza de Tíananmen, corazón cultural y político de China, y tristemente célebre tras los sucesos de 1989. Junto a la Plaza se abre la Puerta de Tiananmen (o Puerta de la Paz Celestial), que da paso a la Ciudad Prohibida y a algunos de los mejores museos de Pekín. A pesar de su nombre, hoy se permite visitar todo el complejo, aunque callejear por Pekín sigue siendo la experiencia más enriquecedora para un occidental.
La Ciudad Prohibida alberga el palacio imperial, residencia de los emperadores chinos desde 1420 hasta 1924. En su interior los patios y jardines se suceden entre casi una veintena de palacios, algunos de ellos reconvertidos en museos.
Pero la política china promociona en Pekín, sobre todo, la oferta de templos y palacios imperiales, es decir, la China "monumental", que culmina para los occidentales en la famosa Gran Muralla China (Wang Li Chang Cheng). La parte actualmente visitable, llamada Badaling, se construyó bajo la dinastía Ming (de finales del XIV a mediados del XVII). Tiene una altura media de 7,8 metros, con torres de guardia construidas a intervalos regulares, que servían para cobijar a los centinelas.
Xi'an (2.390.000 habitantes), que al igual que Pekín se dispone en forma ortogonal, es una ciudad de gran pasado histórico, como denota el yacimiento neolítico de Banpo (6000 a. C.) y el que fue capital de China durante más de un milenio (desde el siglo II a. C). Posee por ello una enorme riqueza patrimonial y sobre todo arqueológica, con tumbas imperiales y animales tallados directamente en la piedra, que culmina en la tumba del primer emperador de la dinastía Qin (Qinshi Huangdi, quien ordenó la construcción de la Gran Muralla). En la cercana ciudad de Lintong, donde se han hallado casi 8.000 figuras de guerreros y caballos esculpidas en terracota a tamaño natural (entre 1,78 y 1,87 cm).
Shanghai, por su parte, carece del encanto histórico de las anteriores, pero es en la actualidad, con sus más de trece millones de habitantes, el centro industrial y comercial más importante de China gracias a su puerto, que durante buena parte del siglo XIX se desarrolló merced a su conexión con Europa (sobre todo con el Imperio Colonial Británico), escapando totalmente al control chino (Tratado de Nankín, 1842), Fruto de todo ello, Shanghai es hoy el centro financiero y económico del país: la producción industrial del municipio es superior a la de cualquier provincia de China (excepto la de Liaoning, en Manchuria). Es la primera productora nacional de textil y la segunda de acero, y sus tierras (aluviales, fruto de los aportes del Yang Tse) son las más fértiles de China. Ofrece la imagen de una ciudad comercial, muy viva, dinámica y en la que las actividades portuarias siguen teniendo un peso importantísimo dentro de sus funciones. Es, por decirlo asi, la ciudad china más occidentalizada, como lo atestiguan sus rascacielos y la presencia de compañías comerciales extranjeras en sus calles principales (Nanjing lu).
Se diferencia, pues, de las demás ciudades chinas por su decidida vocación comercial (gran parte de su atractivo reside en ir de compras por los Almacenes de la Amistad) y por la fama que obtuvo durante la Segunda Guerra Mundial como ciudad de ocio (casinos, discotecas) y centro de prostitución. En la actualidad, sin embargo, estas actividades son duramente reprimidas y Shanghai ofrece una imagen más tranquila que la de hace cincuenta años.
Nankín (o Nanjing, "la capital del Sur"), cuenta con más de dos millones de personas, fue capital de varios reinos chinos durante casi siete siglos. Fruto de ello conserva todavía sus murallas, de trazado irregular y varias tumbas de emperadores que confieren a su urbanismo un patrimonio envidiable. También es famosa la ciudad por el puente que cruza el Yang Tse, que une a la espectacularidad de sus más de 5 km de largo, la importancia que tuvo para las comunicaciones de toda China, pues fue el primero que consiguió salvar el río y unir la China del norte con la China del sur.
Wuhan, aguas arriba del Yang Tse, es un puerto fluvial de primer orden y una populosa ciudad de tres millones y medio de habitantes. Aunque en su interior existen templos de gran interés (sobre todo el templo Yuangui Si, de la dinastía Qing, con más de quinientas estatuas), es en los parques donde reside su principal atractivo. Destaca especialmente el Parque del Lago del Este, bordeado en sus orillas por numerosos palacetes y pabellones que conforman la oferta turística local, enriquecida por encontrarse en el trayecto fluvial del Yang Tse.
Cantón (que en muchos atlas figura ya con el nombre actual de Guangzhou) ha sido durante muchos siglos la ciudad china más relacionada con Europa, desde la llegada de los misioneros en el siglo XVI, y sobre todo durante el siglo XVIII, gracias a los intercambios con Inglaterra a través de la Compañía de las Indias Orientales. A esta mezcla de culturas hay que añadir la cercanía de las colonias de Macao y Hong Kong (100 km río abajo) y la presencia musulmana, extraña en el Oriente chino, asentada desde el siglo vil y que se refleja en la actualidad en una mezquita para sus fieles. Hoy Cantón, con unos cuatro millones de habitantes, posee el aeropuerto más grande del sur de China y cinco hoteles "especialmente reservados para alojar extranjeros en cualquier temporada" (Crisá et al., 1985), aunque si éstos se saturan pueden habilitarse habitaciones en otros hoteles. Como valoración final, conviene apuntar que ha cambiado la actitud de las autoridades chinas con respecto al turismo extranjero: mientras antes se utilizaba a los turistas para propagar las excelencias del régimen, actualmente se contempla el fenómeno turístico como una industria necesaria, generadora de divisas. Por ello lo han insertado dentro de sus planes de desarrollo económico, con el objetivo de aumentar la llegada de visitantes extranjeros hasta los diez o doce millones anuales para final de siglo.
Hong Kong
Hong Kong (o Xianggang), era un enclave colonial británico en el sudeste de la República Popular China, que acoge en tan sólo 1.068 km2 a casi seis millones de personas. Su origen se debió a los intereses comerciales y estratégicos ingleses, como escala en la ruta comercial con Extremo Oriente y Australia, aprovechando uno de los mejores puertos naturales del mundo para buques de gran calado (el Victoria Harbour), además de ser el punto de contacto comercial entre Occidente y China. Con todo ello y gracias a la emigración llegada de China (siempre) y de Vietnam (1978-1979), Hong Kong constituye en la actualidad uno de los puertos francos y centros bancarios y financieros con mayor movimiento del mundo.
Es conocida como uno de los "cuatro pequeños tigres económicos", junto a Corea del Sur, Taiwan y Singapur. Su economía depende del intercambio mundial de mercancías y del turismo extranjero, que en 1996 superó los once millones de visitantes, de los cuales 2,3 millones procedían de la República Popular China. Esta cifra tan cuantiosa de llegadas (que casi duplica la población local) desborda la capacidad de alojamiento y manifiesta una grave carencia de camas de hotel, que se esperaba solucionar con la entrada en funcionamiento de varias líneas ferroviarias que mejorasen las comunicaciones terrestres con el resto de China. De este modo, las localidades vecinas podrán ofertarse como ciudades-dormitorio para turistas de Hong Kong, conformando un área turística más amplia, especializada y mejor definida que el actual foco puntual que es la ex-colonia británica.
Hong Kong ofrece como principal atractivo la exención fiscal y de aranceles que le supone su condición de puerto franco, por lo que las funciones comerciales se encuentran plenamente desarrolladas. Esta Libertad fiscal atrajo las inversiones chinas (tras la Segunda Guerra Mundial), y norteamericanas, japonesas, neerlandesas y suizas en la actualidad, favorecidas por una mano de obra abundantísima y de muy bajo coste (trabajo domiciliario).
En la actualidad, Hong Kong es una escala habitual, como Singapur, en los viajes ofertados por los operadores turísticos occidentales, como complemento a los largos recorridos que llevan a China, Japón o Tailandia. Para Go et al. (1994), la media de pernoctaciones de un turista extranjero en Hong Kong se mantiene en tomo a las 3,5 noches por persona desde 1985 y hasta 1993, con lo que la estancia en la ex-colonia británica supone cuando menos un tercio del tiempo total destinado al viaje, cifra que da idea de la importancia que ha adquirido Hong Kong, dentro de los circuitos turísticos internacionales en Asia Oriental. Junto a esta motivación del turismo de compras, es también importante la función financiera y bancaria, auténtico motor de su economía, que provoca la llegada de numerosos hombres de negocios japoneses, y en menor medida norteamericanos y europeos.
Hasta principios de los noventa, el liderazgo de las llegadas correspondía a Taiwan, lo que se explicaba por la ausencia de vuelos directos entre China y Taiwan, con lo que para viajar entre ambas naciones era preciso hacer escala en Hong Kong (Go et al., 1994), incrementando las llegadas a la ex colonia británica. Ambos países carecen de relaciones diplomáticas desde que, con la revolución de Mao Tse Tung en 1949, las tropas nacionalistas chinas -encabezadas por Chiang Kai Chek- se refugiaron en la isla de Formosa, hoy Taiwan, estableciendo allí un régimen capitalista abiertamente enfrentado a las tesis ortodoxas maoístas. Sin embargo, a mediados de la década esta posición la ocupaba ya Japón, aunque a punto de ser superado por China, dado que las relaciones entre este enorme país y Hong Kong se iban intensificando a medida que se acercaba la fecha de la reunificación. En la actualidad, todas las entradas desde China son consideradas turismo interno, puesto que ambos forman un único territorio, al menos desde el punto de vista político.
Japón
Japón (Nippon, "allí donde nace el Sol") es un archipiélago formado por cuatro islas principales (de norte a sur Hokkaido, Honshu, Shikohu y Kyushu), y miles de islas e islotes pequeños, que suman en total 377.815 km², tres cuartas partes de la superficie española, con una densidad media total de casi 332 hab/km². Aunque este valor resulta falso si no tenemos en cuenta que varias cadenas montañosas elevadas (Alpes Japoneses y Montes Mikuni) recorren el arco de islas por su centro, como si fuera una espina dorsal, obligando a sus pobladores a concentrarse en las estrechas llanuras (como la de Kanto, donde se asienta Tokio, y la de Kansai, donde se encuentran Kobe-Osaka), que suponen tan sólo una séptima parte de la superficie nacional, con densidades que superan los 2.300 hab/km², llegando a la necesidad de ganar terreno al mar para asentar ciertas infraestructuras como el nuevo aeropuerto de Osaka.
Esta falta de espacio, usada como argumento histórico por los japoneses para justificar sus invasiones en el Extremo Oriente asiático (Manchuria, Corea), se intenta paliar en las últimas décadas con medidas de planificación demográfica que han logrado reducir el crecimiento vegetativo de por encima de 1% anual en las décadas de los sesenta y setenta al 0,3% a mediados de los noventa; al tiempo que las mejoras sanitarias han reducido la tasa de mortalidad, elevando la esperanza de vida media aproximadamente a los 79 años, una de las mayores del mundo.
La insularidad, la latitud y la presencia de corrientes marinas frías (Oya Shivo, al noreste) y cálidas (Kuro Shivo, al sudeste), determinan la aparición de varias regiones climáticas, con características contrastadas. Aun así, salvando las excepciones, puede decirse que el clima japonés se caracteriza por un verano húmedo y caluroso, pero también por un invierno frío en el que la nieve está siempre presente, incluso en las costas, salvo en el archipiélago de las Ryu Kyu.
Consecuencia de todo ello resulta una vegetación natural de tipo forestal, lo que sumado a la escasa extensión de las llanuras provoca que los bosques cubran el 68% del territorio (Bloc-Duraffour et al., 1991), índice comparable al de Finlandia o Canadá, y por tanto uno de los más altos del mundo, constituyendo el 30% restante las áreas urbanas y las pendientes aterrazadas dedicadas al cultivo del arroz.
Japón es un país intensamente urbanizado y con una fuerte tradición histórica que es uno de sus atractivos turísticos más importantes. De hecho, casi todas sus ciudades nacieron de un castillo de la época feudal (residencia de algún shogun durante el siglo XVI), a excepción de las ciudades de Hokkaido, de reciente colonización, que se rigen por patrones norteamericanos ortogonales. En las últimas décadas, alguno de estos castillos ha sido objeto He una intensa restauración en madera y piedra, destacando los de Kumamoto, Himeji y Osaka.
Su desarrollo urbano ha sido vertiginoso tras la Segunda Guerra Mundial, conformando en la actualidad una red urbana estructurada a partir de varias aglomeraciones y conurbaciones. Todas ellas se agrupan en dos sectores: la llanura de Kanto, donde se asientan entre otras ciudades las de Tokio, Yokohama y Kawasaki, en una aglomeración que supera los 31 millones de habitantes; y por otro lado, el Mar Interior del Japón, destacando en él su extremo oriental, donde se emplaza la región de Kansai, en la que se asienta la conurbación Kobe-Osaka-Kyoto, con 16,5 millones de pobladores. Entre ambas, se encuentra la aglomeración de Nagoya, con "tan sólo" 8,3 millones. Se trata por lo tanto de una red urbana que se extiende sobre todo por el litoral meridional de Honshu, y ofrece una fachada urbanizada de casi 1.000 km, con 104 millones de habitantes. Esta tupida y densa red, que acumula además un impresionante poder y capacidad de decisión económica, se convierte en un importante centro de turismo vinculado a los negocios.
Salvo en determinadas funciones económicas y empresariales, donde Osaka y Nagoya rivalizan con éxito, Tokio sigue siendo el centro neurálgico de las actividades japonesas y por supuesto de las comunicaciones, gracias a los puertos de Chiba y Yokohama, a los aeropuertos de Narita y Haneda y a que es el punto de partida de las tres líneas ferroviarias de alta velocidad, que la comunican con la isla de Hokkaido (a través del reciente túnel de Seikan), con el oeste de Honshu y con las costas del Mar del Japón. A este respecto, conviene recordar que Japón posee algunas de las infraestructuras de comunicaciones más espectaculares del mundo.
La antigua Edo cambió su nombre por el de Tokio (que literalmente significa "la capital del este") en 1868, cuando con la restauración Meiji sustituyó a Kyoto, la "capital del oeste". Pero, pese a lo reciente de su capitalidad, basa buena parte de su atractivo turístico en la historia y las tradiciones, además de en su función comercial y de compras. Así, el palacio Shogunal (actual palacio imperial), el teatro kabuki (mezcla de teatro, mimo y danza, representado sólo por hombres), el Yoshiwara (barrio del placer), el Museo Nacional del Japón y el Kabuto-Cho (Bolsa de Tokio) son algunos de los atractivos de la ciudad.
Pero sin duda es la mencionada Kyoto el gran centro turístico nipón. Incluida actualmente dentro de la metrópolis Kobe-Osaka, Kyoto mantiene el esplendor tradicional que le confirió el haber sido capital nacional durante varios siglos y, sobre todo, la capital espiritual japonesa, como lo demuestran los innumerables templos (de Inari y de Shinnyo), pagodas, villas imperiales, jardines y palacios, sobre todo del siglo XVII.
En cuanto a la tipología constructiva, salvo los rascacielos de los barrios financieros y las gigantescas torres de televisión (la de Tokio supera a la Eiffel), la edificación es siempre baja, inferior a los diez pisos, y con mayoría de casas de madera y papel, con alfombras o talarais en el suelo. Esto es debido a las precauciones contra los seísmos, dado que el archipiélago se encuentra en el denominado Cinturón de Fuego del Pacífico, en el contacto entre dos placas tectónicas (la asiática y la pacífica), lo que continuamente provoca terremotos en ocasiones con efectos catastróficos, como sucedió en Kobe en 1994.
Al igual que China, Japón basa su turismo en el fenómeno urbano ligado a la historia y a las costumbres tradicionales, aunque con la ventaja de contar con una amplia dotación de servicios modernos, consecuencia del enorme desarrollo nacional y que provoca la atractiva dicotomía pasado histórico/presente moderno que Japón ofrece a sus visitantes. Son por tanto las ciudades los espacios más visitados de Japón, destacando como se ha dicho Kyoto, rica en santuarios, o Tokio por su atractivo comercial y, en menor medida, las ciudades víctimas de los bombardeos atómicos, sobre todo Hiroshima (Parque de la Paz).
Existe, no obstante, un hito geográfico que es símbolo nacional, el volcán Fuji-Yama o Fuji-San (3.776 m), considerado sagrado por el budismo japonés. No obstante, pese a sus nieves perpetuas, carece de aprovechamiento para el turismo de montaña o invernal. Se trata de un centro de peregrinación budista, y junto con el monte Hakone y la península de Izu conforma un parque nacional de 1.223 km², además de una innegable función contemplativa y fotográfica.
El vulcanismo en Japón es también causante de la existencia de abundantes recursos termales. Vitu (1990) aporta la cifra de 20.759 fuentes, de las cuales 14.595 están actualmente en uso, no sólo para aprovechar de ellas sus propiedades curativas, sino también como centros de reunión social, donde los trabajadores de las empresas niponas son enviados para aumentar el grado de cohesión interna de la plantilla y mejorar así la producción. La provincia de Guma, a 100 km de Tokio, es la que acapara la mayor oferta termal nipona.
Hay que hacer constar un hecho significativo, y es que pese a la inserción plena de Japón dentro de los circuitos turísticos internacionales, se trata de un país esencialmente emisor de turistas, más que receptor de los mismos, ya que en 1998 tan sólo recibió unos cuatro millones de turistas, sobre todo de norteamericanos. Por estas razones, la balanza turística de pagos de Japón presenta un gigantes déficit.
Esto se debe a una serie de factores:
1. La gran distancia física que separa a Japón de los otros centros emisores mundiales {Europa Occidental y América del Norte), lo que unido a su insularidad condiciona el precio de los viajes y por tanto la cuantía de los visitantes que recibe. Buena parte de ellos responden a un turismo de negocios centrado en las dos grandes áreas urbanas: Tokio y Kobe-Osaka.
2. El enorme poder adquisitivo de los japoneses que, como la gran potencia económica mundial que es goza de una de las rentas per cápita más altas del mundo, les permite mayores posibilidades de practicar el turismo internacional. Esta misma capacidad económica supone que el turismo interno sea, con mucha diferencia, el más importante, destacando además de los recursos ya comentados, algunos parques nacionales y espacios naturales, destino masivo de una población mayoritariamente urbana.
3. La presencia relativamente cercana de centros turísticos similares al Japón (al menos para la visión simplificadora que de esa zona se tiene en Occidente) pero que requieren una inversión mucho menor, pues allí el nivel de vida es más asequible: China, Hong Kong, Taiwan, Singapur y, en menor medida, Tailandia, que se convierten así en competidores del país del Sol Naciente. La fortaleza del yen dificulta de igual modo la llegada de turistas extranjeros, procedentes de países con monedas más devaluadas.
4. Motivos culturales y de moda. Además de la aversión japonesa contra los estadounidenses (justificada por razones empresariales e históricas). Japón ve en la Vieja Europa un modelo de civilización con una historia milenaria, arraigada, tradicional, que le ofrece elementos culturales y patrimoniales para ellos exóticos: catedrales románicas, góticas, barrocas, templos griegos y romanos, ciudades amuralladas medievales, barrios islámicos, castillos (De Breteuil, 1994), etc., que son motivo de atracción de numerosos japoneses que, armados con sus cámaras fotográficas, asedian nuestras ciudades más monumentales: Toledo, Granada, Sevilla, Salamanca, Venecia, Pisa, Florencia, París, Carcasonne, Roma, Atenas, (...), y constituye así un turismo de elevado poder adquisitivo y gran nivel cultural.
Corea del Sur
Desde 1945 la Península de Corea la componen dos naciones, enfrentadas en lo político, en lo militar e incluso en lo social, contradiciendo el mismo significado del topónimo Corea (Cho-Son), "el país de la mañana tranquila".
El fenómeno turístico apenas afecta a la economía y a la sociedad de la República Popular Democrática de Corea (o Corea del Norte), que con una población de 23,5 millones de habitantes, dispone de tan sólo 6.000 plazas hoteleras, la tercera parte de ellas en la capital, Pyongyang (OMT, 1989), y que recibió solamente 120.000 turistas en 1998. No obstante, el gobierno comunista es consciente de la necesidad de obtener divisas extranjeras que equilibren su balanza de pagos, y se ha propuesto aumentar esta exigua capacidad de alojamiento, para lo que además se integró en la OMT en 1987. Pero su desarrollo deberá pasar inevitablemente por la mejora de relaciones con su vecino surcoreano, mucho más desarrollado y que podría ser el mercado principal del que se abasteciese, sobre todo tras la desintegración del bloque comunista y los indicios aperturistas de China.
Corea del Sur, a la que aludiremos a partir de ahora, es por el contrario una nación con casi 45 millones e habitantes, que ve aumentar de año en año su importancia en el contexto turístico internacional, sobre todo desde 1962, fecha en la que se constituyó la Korea National Tourism Corporation (KNTC), actual responsable del desarrollo de la infraestructura turística del país.
Durante la década de los ochenta las llegadas internacionales mantuvieron un ritmo de crecimiento del 20% anual, con dos hitos cronológicos que merecen destacarse: la celebración de los Juegos Olímpicos de verano de 1988 en Seúl y la Exposición Internacional de Ciencia y Tecnología en Taejon (1991), con los que el país aspiraba a difundir la imagen de una nación moderna y próspera, alejada de la visión que en Occidente se tenía de un país aún no repuesto de la guerra (1950-53). Como consecuencia de todo ello, de los 15.000 visitantes que el país recibió en 1962, se ha pasado a más de cuatro millones en 1998, por los que se obtuvieron más de cinco mil millones de dólares en 1997 (OMT, 1998).
Este espectacular crecimiento en el número de turistas ha ido acompañado de recientes incrementos en la oferta. Así, si en 1991, tres años después de la Olimpiada, padecía todavía un escaso desarrollo en su infraestructura hotelera, pues, aunque contaba con establecimientos internacionales como Hilton, Hyatt e Intercontinental, sólo alcanzaba algo más de 40.000 camas, la mayor parte de las cuales se localizan en Seúl, Pusan y la turística isla de Cheju, al sureste de la península, demostrando una concentración excesiva, por el contrario, a finales de la misma década el número de plazas se había triplicado hasta superar las 120.000 (figura 12.20).
Hasta 1971 los estadounidenses eran los principales visitantes de Corea del Sur, debido a la cooperación militar y a las buenas relaciones diplomáticas. Sin embargo, ese año el restablecimiento de relaciones con Japón supuso que el país del Sol Naciente se convirtiera en el principal cliente coreano, por su proximidad y su elevada renta per cápita. En 1997, Japón aportó el 43% de los turistas a Corea, mientras que Estados Unidos sólo suponía el 11% y Taiwan el 23% (OMT, 1998). Sin embargo, la duración de la estancia sigue siendo mayor para los norteamericanos (13 noches de media, frente a las 5,3 de los japoneses), lógica consecuencia del mayor desplazamiento que se requiere.
Con respecto a las salidas al extranjero eran casi inexistentes a principios de los ochenta, desde 1997 se superan los 4,5 millones de surcoreanos que visitaban otros países (OMT, 1998), provocando que la balanza de pagos turística manifestara un déficit notable.
Dos son las razones básicas que pueden ayudar a explicar este incremento de las salidas internacionales desde Corea del Sur (Zafar et al, 1994).
a) El aumento del nivel de vida surcoreano (la renta per cápita pasa de 270 dólares en 1970 a 7.256 en 1993), lo que redunda en una mayor disponibilidad de gasto. Además, se han obtenido ciertos logros sociales extraños en Extremo Oriente, como las vacaciones pagadas y las semanas con cinco días laborables. Hay más tiempo libre, y por tanto, más posibilidad para el viaje.
b) El levantamiento en 1983 de la prohibición de viajar al extranjero, hasta entonces sólo permitido por motivos de negocios o escolares. En esa fecha el gobierno surcoreano autorizó a los mayores de 50 años a viajar fuera del país, aunque con ciertas restricciones en la duración de la estancia y el dinero que podrían llevar consigo. En 1989 estas limitaciones de edad, tiempo y dinero desaparecieron, provocando una salida masiva (sobre todo a Japón y Estados Unidos) durante los períodos vacacionales, que es la causante del déficit al que antes se aludía.
Por todo ello, el gobierno promociona cada vez más su nación para recibir turistas que equilibren los gastos coreanos en el exterior. Pero los objetivos propuestos eran quizá desmedidos: recibir 6,1 millones de turistas en el año 2000, e ingresar por este concepto 8.500 millones de dólares (Kim, 1994), cuando en 1997 se encontraban en algo menos de cuatro millones de visitantes y 5.116 millones de dólares. Para lograrlo se ponía como condición sitie qua non duplicar el número de camas de hotel y construir nuevos establecimientos, cosa que, como se vio, se ha logrado en gran medida.
Taíwan
Recorrida de norte a sur por la Cordillera Central, que alcanza los 3.952 m en la Montaña de Jade (Yu Shan), Taiwan es una isla de casi 36.000 km2 que acoge 21 millones de personas, de las cuales sólo 325.000 son aborígenes taiwaneses, y el resto chinos de origen continental. Con semejante altitud y atravesada por el Trópico de Cáncer, el clima de la isla es excepcionalmente húmedo y cálido.
Las precipitaciones se encuentran fuertemente condicionadas por el fenómeno rnonzónico, proveniente del sudeste, que propicia un intenso poblamiento en el sector occidental de la isla, y un escaso poblamiento humano en la zona oriental cubierta por una vegetación de gran frondosidad (los bosques cubren el 60% de la isla), donde tampoco son infrecuentes los tifones a finales de septiembre, que se dirigen a las costas su do dentales de Japón.
Aunque la isla fue colonizada por los chinos en el siglo XII, el origen del Taiwan actual se remonta a 1949, cuando con la llegada de Mao Tse Tung al poder, Chang Kai Chek fue expulsado de la China continental, y se refugió en la isla donde, con el apoyo económico y militar norteamericano, aseguraba mantener "el espíritu y los valores de la China tradicional". Hoy el argumento sigue empleándose como reclamo turístico, y no es extraño advertir frases como "En Taiwan será testigo de muchas expresiones de la cultura tradicional china" o "Degustará los platos de la mejor cocina china". Incluso el propio aprendizaje de la lengua (el chino mandarín) es un atractivo para los estudiantes norteamericanos y japoneses.
Por lo que respecta a las áreas turísticas taiwanesas, haremos una distinción básica entre los espacios naturales protegidos y las ciudades.
a) Espacios protegidos. Fruto de la enorme variedad vegetal de la isla y de la presión demográfica, Taiwan ha desarrollado una eficaz política de conservación medioambiental, articulada en diferentes figuras de protección, como los Forest Recreational Áreas (similares a nuestros parajes naturales), Scenic Áreas o Áreas Nacionales Turísticas (que recuerdan a los parques naturales españoles) y, sobre todo los parques nacionales.
Las Áreas Nacionales Turísticas son dos: la de la Costa Este y la de la Costa Noreste.
La primera se extiende entre las ciudades de Taitung y Hualien, protegiendo una costa acantilada de enorme valor ecológico, mientras que la segunda se localiza, lógicamente, en el extremo nororiental de la isla, con idéntico motivo protector. Salvo en el Parque Nacional de Kenting, que debe su protección a los corales y fondos marinos, los principales valores de estos parques son las especies vegetales, a veces únicas en ámbitos tropicales de altitud (como las taiwanias, bambúes, cerezos y azaleas), los paisajes de montaña (lagos, cataratas, torrentes, cráteres volcánicos) y una fauna de gran interés, sobre todo ornitológica.
b) Ciudades. La arquitectura taiwanesa responde a los patrones chinos continentales, aunque con una abundante presencia de modernas construcciones de tipo occidental (rascacielos), fruto del despegue económico de la nación. Salvo algunos monumentos conmemorativos, no existe demasiada riqueza constructiva urbana, aunque sí otros valores que hacen muy interesante la visita a las ciudades de la isla.
Taipei es la principal puerta de entrada a Taiwan a través de su aeropuerto internacional Chang-Kai-Shek, lo que sumado a su condición de capital y ciudad cosmopolita la convierten en la ciudad más visitada del país. La gastronomía variada (taiwanesa y de cada una de las regiones de la China continental), las fiestas populares (del dragón y los leones, festival de la Luna, festival de los faroles chinos) y sobre todo la celebración del Año Nuevo Lunar Chino son buenos motivos para acudir a la capital.
Existen por supuesto otros destinos, aunque de menor importancia cuantitativa.
Las playas suelen ser bastante frecuentadas por la población local, destacando las de Yenliao y Fulung (ambas en el Área Nacional Turística del Noreste, muy frecuentadas para deportes náuticos, como el sur/y windsurf. Taiwan cuenta, además, con 25 campos de golf.
Por otro lado, aunque más de cien cumbres taiwanesas reciben nieve todos los años, sólo una es adecuada para la práctica del esquí, y durante una breve temporada (sólo enero y febrero). Se trata de la estación de esquí de Hohuanshan (Montaña de la Alegría Armoniosa), en el Parque Nacional Taroko, lo que la convierte en la más cercana del mundo al Trópico.
El Sudeste Asiático
Este espacio, mitad continental, mitad insular, incluye los territorios que rodean a dos grandes gigantes como China y la India. Se trata, por tanto, de un espacio en el que se combinan las condiciones tropicales y oceánicas, y en el cual se deja sentir la influencia de una situación de transición entre dos hemisferios y dos océanos. La región distribuye sus espacios entre los países plenamente continentales de Birmania (Myanmar), Tailandia, Camboya, Laos y Vietnam; el paso hacia la condición insular en la península de Indochina, que incluye parte de Tailandia y la parte continental de Malasia; para completar con los conjuntos insulares de Indonesia, Filipinas, Singapur, Brunéi y parte de Malasia.
Todos estos países forman parte de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), y a pesar de situarse en un contexto marcado por el subdesarrollo y la superpoblación, cada uno de ellos posee una dinámica propia muy distinta. Así lo ilustran, por ejemplo, las enormes diferencias entre la riqueza de Brunéi o de la ciudad estado de Singapur, seguidas por Malasia y Tailandia, y los problemas agrarios de Filipinas o la marginalidad de Laos, Camboya y Birmania.
Las dos terceras partes de este espacio presentan un paisaje ondulante de una gran complejidad, debido a su origen plegado y volcánico en el dominio insular, que establece serias diferencias climáticas entre vertientes a barlovento y sotavento. Así pues, se trata de una región montañosa surcada por grandes organismos fluviales, como el río Rojo, el Chao Phraya o el Mekong, en cuyas llanuras y deltas se asienta la mayor parte de la población y las principales ciudades y capitales como Bangkok, Manila, Yakarta o Kuala Lumpur.
A pesar del surgimiento de nuevos países industrializados como Malasia, Tailandia o Filipinas, la mayor parte de la población del Sudeste Asiático es rural y trabaja en la actividad agraria, excepción hecha de los pequeños países de Brunéi y Singapur. Esta dedicación primaria se centra mayoritariamente en el cultivo intensivo de las llanuras inundables con plantas leguminosas y arroz, a pesar de lo cual no consigue sacar al campesinado de una situación de subsistencia que no han logrado corregir las sucesivas reformas agrarias aplicadas en el espacio del Sudeste Asiático. No obstante, es necesario reconocer la importancia del proceso de modernización agraria, fructífero en el caso de Indonesia, para el desarrollo de estos países, aunque no en todos los casos obtenga los frutos deseados.
La proporción de estos territorios peninsulares e insulares propicia una elevada relación mar/tierra, lo cual, unido a su situación en un área climática mayoritariamente de condiciones tropicales con temperaturas elevadas y lluvias monzónicas, permite pensar en un notable potencial turístico, únicamente basado en sus recursos costeros, para un desarrollo turístico de sol y playa. Además, por su situación de encrucijada climática, posee algunos de los bosques más ricos del mundo, ya se trate de espacios forestales de montaña o de llanura, que suponen igualmente un factor de suma importancia para el desarrollo de un turismo de naturaleza, e incluso científico.
Por otra parte, este espacio ha nacido de la superposición de influencias culturales, de lenguas y religiones milenarias provenientes de la India o China, de incursiones musulmanas y de la influencia occidental durante el período colonial. Todo lo cual ha ido dejando huella en las estructuras sociales, culturales, políticas y económicas de estos países, marcando serias diferencias entre ellos, tanto en la forma de distribución de los usos del suelo como en las redes urbanas y las infraestructuras resultantes, todo lo cual repercute en el panorama turístico que ofrecen.
Tras una primera etapa de impulso incipiente del turismo, estrechamente relacionada con el desarrollo de las fuerzas aéreas y de los ejes de comunicación internacional después de la Segunda Guerra Mundial, esta región del continente asiático inicia un crecimiento vertiginoso durante la década de los setenta en torno a las principales ciudades con aeropuerto. Incremento que ha continuado en los decenios posteriores con tal pujanza que se empieza a apuntar por parte de especialistas internacionales que la segunda ola del desarrollo turístico mundial llevará a Asia, y en concreto a su sector meridional, a dominar el sector de los viajes del siglo XXI.
No en vano, a pesar del contexto económico y social descrito anteriormente, es necesario insistir en el enorme desarrollo económico asiático, aunque éste no se halle igualmente distribuido, ni por países ni por regiones. En este sentido, es destacable el esfuerzo realizado por algunos de los gobiernos al plantear estrategias para la descongestión de áreas urbanas, evitando desórdenes sociales y políticos, o al diseñar programas de incentivos para el desarrollo de áreas rurales, sin olvidar la atención a la renovación y creación de infraestructuras, de las cuales el sector turístico será el principal beneficiario, como elemento clave de los planes de desarrollo económico.
No obstante, a este interés económico por el desarrollo acelerado del turismo en determinados destinos y regiones, debería unirse la reflexión y el análisis sobre el proceso de crecimiento turístico obtenido hasta la fecha, que llegó alcanzar el 170% para el período entre 1974 y 1980, siendo el turismo el segundo sector en ingresos por detrás de los crudos. Este disparo propició la sobredimensión del desarrollo turístico, relacionado con una sobredimensión de la capacidad hotelera de Tailandia o Singapur en la década de los ochenta, que favoreció un crecimiento incontrolado enormemente agresivo con el entorno cultural y natural.
Este desarrollo masivo debido a la aplicación de incentivos fiscales y tasas vacacionales se vio reflejado sobre todo en las grandes ciudades del Asia Pacífica como principales polos de recepción, aunque en este momento comiencen a retroceder. Evidentemente, éstas siguen atrayendo a un buen número de turistas, de entre los que destacan los visitantes de negocios y de conferencias o exposiciones. Sin embargo, los turistas que manifiestan con mayor frecuencia una intención de retorno dirigen sus viajes de ocio hacia las áreas rurales y los centros secundarios. Así pues, en línea con la demanda, los operadores buscan el desarrollo de destinos tierra adentro, que precisan costes e inversiones inferiores y que, por tanto, incrementan los beneficios de las nuevas implantaciones turísticas.
A pesar de lo expuesto, estos destinos secundarios no se insertan todavía en los circuitos masivos, aunque paulatinamente algunos de ellos comienzan a independizarse con promoción propia. Ha de tenerse en cuenta, no obstante, que en estos espacios de interior y en las ciudades de segundo orden las oportunidades son tan amplias corno los cambios potenciales. Por ello, sería conveniente establecer los controles y los estándares medioambientales adecuados, estableciendo el límite de la capacidad de carga a través de la planificación, con inversiones en educación e infraestructuras y preservando el patrimonio cultural e histórico.
Este conjunto sitúa a tres de sus países entre los principales destinos turísticos mundiales en 1997, en concreto Tailandia, Singapur y Malasia en los puestos vigésimo, vigésimo segundo y vigésimo tercero respectivamente. Aunque también estas naciones, junto con Indonesia, se sitúan entre los 35 principales emisores del mundo, con lo que su balanza se equilibra en parte frente a otros países asiáticos que son eminentemente receptores.
La principal fuente de turistas de la zona tiene su origen en la misma región, que según la división de la OMT se corresponde con el Asia del Este y Pacífico, dentro de la cual destacan los propios países del ASEAN, con más del 73% del total y en el mercado japonés, que acapara más del 50%, seguido muy de lejos por el mercado europeo, con tan sólo el 15% del total de llegadas turísticas.
Hasta ahora, los destinos turísticos tradicionales de esta región de Asia solían identificarse con ciudades populosas o capitales muy conocidas y con los complejos turísticos de playa. Sin embargo, como tendremos oportunidad de estudiar en adelante, los centros de orden secundario empiezan a hacerse cada vez más conocidos específicamente como destinos emergentes, además de ser parte del mercado turístico emisor. Todo lo cual explica la importante procedencia del turismo internacional dentro de la propia región, a la que debemos unir por su importancia cuantitativa y cualitativa la cercana demanda japonesa.
Todo ello queda reflejado en las cifras de ingresos y gastos por turismo internacional, en las cuales, si bien destaca la preponderancia de las cifras de ingresos turísticos, de considerable cuantía, no es menos sorprendente la cantidad gastada en el mismo concepto por los países más ricos de la región que nos ocupa.
El estudio del turismo de un espacio como el Sudeste Asiático no puede ser abordado de manera global sin la identificación de subáreas más homogéneas, a partir de las distintas características de la oferta turística de cada ámbito. De lo cual han resultado dos regiones funcionales, enormemente relacionadas con las condiciones del medio físico y económico.
El Sudeste Asiático continental
Sintéticamente, este espacio ofrece un paisaje montañoso seccionado por grandes colectores fluviales, que propician la formación de amplias llanuras en cuyo entorno se asienta la mayor parte de la población. Abarca los territorios de la península de Indochina, que incluye básicamente los países de Myanmar (llamado Birmania hasta 1989), Tailandia, Reino de Camboya, Laos y Vietnam.
En general, debido a las características topográficas en esta región montañosa del norte y seccionada por espacios de agua, las infraestructuras viarias y ferroviarias son pobres.
De este modo, se entiende el papel fundamental que tiene la presencia de aeropuertos y puertos como uno de los principales factores de desarrollo turístico, centrado de manera mayoritaria en las ciudades tradicionales, pero cada vez más también en los polos secundarios que complementan y diversifican la oferta inicial.
La variedad define el amplio abanico de los recursos turísticos de la subregión. Los paisajes, tropicales en general, son cambiantes según nos situemos en las colinas boscosas y de jungla que dominan el arco septentrional, o en las llanuras de inundación de los grandes colectores, en los que se encuentra la mayor parte de asentamientos humanos y los terrenos dedicados al cultivo del arrozal. Del mismo modo, sorprende el contraste entre la cultura tradicional que ofrece una variedad considerable de templos, pagodas, monumentos, imágenes budistas y palacios, frente al perfil de sus capitales modernas de aspecto occidental, marcadas en ocasiones por rasgos de la arquitectura colonial correspondiente.
Desgraciadamente, existen también enormes contrastes en el nivel de desarrollo de las naciones incluidas en la unidad de la península de Indochina, debido a cuestiones puramente históricas y en otros casos a la herencia de una economía de guerra que no acaba de ser superada, por la mala gestión de gobiernos socialistas o los embargos internacionales. Sin embargo, en su subsuelo existen las bases para el despegue económico, que paulatinamente comienza a despertar en forma de industrias extractivas y de transformación.
La inestabilidad política está presente todavía en las áreas fronterizas de Myanmar, Tailandia, Laos y Camboya.
De manera que el desarrollo turístico en estos espacios es todavía poco recomendable, al menos fuera de los circuitos establecidos y las carreteras y caminos más transitados. No obstante, a pesar de este contexto desigual, pero hostil, el turismo ha supuesto uno de los sectores de desarrollo para países como Vietnam, que según las estadísticas de la OMT casi ha septuplicado el número de turistas internacionales entre 1990 y 1997 (de 250.000 a 1.715.637); o Myanmar, país que comienza a aprovechar su potencial riqueza en todos los sectores productivos, y también en el turístico, con el lanzamiento internacional del país, a partir de la designación de 1996 como "el año de Myanmar", aprovechando los cambios políticos y la relativa calma en Vietnam y Laos.
La accesibilidad entre los centros turísticos, en general, es bastante buena tanto en avión, como por carretera o barco cuando es preciso, conectando éstos con las capitales y principales puertas de la subregión como Bangkok, Rangún o Ho Chi Min (antigua Saigón).
La oferta turística que presentan los grandes operadores turísticos sobre esta región se basa fundamentalmente en el paisaje tropical que rodea a las ciudades, el patrimonio arquitectónico y artístico, las posibilidades deportivas en sus variedades acuáticas y de montaña, de entre las cuales destaca por lo abundante el golf, y por lo novedoso el trekking, la visita de sus parques nacionales; y, finalmente el turismo de sol y playa, con grandes centros conocidos a nivel internacional, sobre todo los situados en Tailandia, como Pattaya, Phuket y Samui, seguidos a mucha distancia por los vietnamitas.
Las estrategias planteadas por las entidades nacionales para el turismo de estos países tienen en común el objetivo de desarrollar redes turísticas más amplias, introduciendo nuevos destinos secundarios e interiores de estos países, llegando a crear redes supranacionales, capaces de atraer mayores flujos turísticos en virtud de la complementariedad de destinos y de ofertas que este espacio ofrece en su conjunto.
En esta línea, resulta interesante el programa de desarrollo económico que plantean las organizaciones nacionales de turismo de los países ribereños de la subregión del Gran Mekong (tales como China, Laos, Vietnam, Myanmar, Tailandia y Camboya) para el desarrollo del interior continental, cuyo objetivo fundamental es el estudio del turismo potencial del río Mekong para un desarrollo a largo plazo. No en vano, el turismo es uno de los seis sectores (entre los transportes, la energía, las inversiones, los recursos medioambientales y humanos) que se propone estudiar el Proyecto de asistencia técnica regional del Banco para el Desarrollo Asiático.
Esta fórmula basada en la cooperación regional y la confluencia de esfuerzos se plantea igualmente para la promoción turística en triángulos de desarrollo. Las propuestas, en este sentido, se centran en un área que engloba Singapur, Indonesia, Tailandia, Malasia, Brunéi y las Filipinas, así como China y Hong Kong. Además, en esta línea estratégica de desarrollar el turismo como sector de importancia económica, los gobiernos están concediendo tasas especiales y otros privilegios para los inversores en la región.
Conjuntos insulares del Sudeste Asiático
En estrecha relación con el sur del área indochina, esta subregión del Sudeste Asiático comprende Malasia (repartida entre la península de Malaca y el norte de la gran isla de Borneo), Singapur, Brunéi (también al norte de Borneo) y los enormes y complejos archipiélagos que forman los estados de Indonesia y Filipinas. Se trata de un espacio cambiante, según la orientación y situación de cada una de las numerosas islas que se incluyen, de las cuales buen número se hallan deshabitadas.
Su situación de desarrollo económica depende de los recursos naturales de cada isla, pero en general es buena, con rentas per cápita muy altas en Singapur y Brunéi, y bastante aceptables en el resto de las naciones de la subregión, gracias a la presencia de minerales, crudo y gas en su subsuelo, además de la dedicación a la agricultura de las escasas áreas no boscosas. Precisamente, en busca de la diversidad de sus economías, demasiado centradas en las industrias de extracción de estos países, se ha venido propiciando un mayor desarrollo del sector turístico, normalmente centrado en los espacios de costa.
En general, el ambiente global de calma política (aun con ciertos brotes en el norte de la isla de Sumatra y con la evidente excepción de la isla de Timor, conflicto que parece haber finalizado en el 2000 con la independencia de la parte oriental, antigua colonia portuguesa, del estado indonesio) y sus características naturales tropicales y ecuatoriales, se prestan a una acogida basada fundamentalmente en el recurso turístico del exotismo en todas sus facetas, paisajística, cultural y lúdica. Su principal oferta se halla relacionada con su situación, su clima y su naturaleza geográfica, que ofrece una enorme variedad: desde las costas bajas y pantanosas, a las costas acantiladas, pasando por las de largas playas arenosas; desde las notables elevaciones montañosas del interior, algunas de origen volcánico, hasta las llanuras laderas del arrozal, pasando por interfluvios, en ocasiones apenas transitables, por la densa cobertura vegetal.
En primer lugar, destacan por lo extendido de la oferta los complejos turísticos que toman base en el sol y la playa, en relación con las oleadas de evasión vacacional por vía aérea, en líneas regulares o vuelos chárter, estimulada por la elevación del nivel de vida en los países industriales, que suelen apoyarse en las mayores cadenas hoteleras y redes comerciales o publicitarias norteamericanas.
La promoción de la subregión se basa en una publicidad muy elaborada, que hace referencia a los deseos de evasión completa y a las posibilidades de rentabilizar el coste del viaje con unos precios de estancia moderados, poniendo a sus destinos de playa en una posición competitiva favorable con respecto a las regiones turísticas europeas o americanas, reconocidas de los países industrializados. Entre ellas destaca el caso de la isla de Bali en Indonesia, Penang y Langwaki, en Malasia, que actualmente sufren un enorme crecimiento de hoteles, o Cebú en Filipinas.
Suelen plantear circuitos que relacionan la costa con el interior de los países, de forma que logran diversificar y complementar la planta de alojamiento inicial con espacios sobresalientes por su calidad medioambiental o paisajística en los numerosos parques y reservas nacionales para la conservación de la flora y la fauna local, en áreas casi vírgenes situadas sobre todo en las islas más orientales del conjunto; así como en las vistas para conocer los poblados y culturas tradicionales, con el desarrollo incipiente del agroturismo. A ello se une la amplísima oferta deportiva acuática y de interior, con el golf, el trekking o la escalada, así como todo tipo de actividades del turismo de aventura. Se plantea, en suma, la antítesis de las sociedades emisoras de flujos turísticos, a las cuales están orientados los principales equipamientos de acogida.
La excepción más notable en este entorno es el caso de la ciudad estado de Singapur, con importante oferta y demanda orientada al turismo de negocios, coloquios y congresos, que representa un gran polo de impulsión mundial en el movimiento turístico desde hace veinte años, debido a su posición estratégica de corredor, con amplia oferta de actividades recreativas de todo tipo. Al mismo tiempo, el mercado de Singapur supone un importante centro emisor para los destinos turísticos del entorno, cuyo voluminoso mercado de población residente o de paso intenta atraer con actuaciones conjuntas de los países que le rodean.
En toda la región las huellas de una herencia multicultural son patentes y suponen otro de los recursos de atracción turística. Los testimonios de la cultura malaya, china, hindú, musulmana y colonial de diversas nacionalidades, dotan a estos espacios de una originalidad notable, tanto en sus manifestaciones folclóricas y culturales, como en los restos arquitectónicos y artísticos dispersos por la mayor parte de las zonas habitadas.
n este contexto, es fácilmente comprensible la actitud adoptada por un buen número de ciudades de este espacio que han visto reducirse sus cuotas de mercado iniciales. Ciudades que como Yakarta, Manila o Kuala Lumpur, para mantenerse competitivas han comenzado a situarse como centros de negocios y congresos, con la creación de centros de exposiciones y convenciones en toda la región que trabajan asociados, como la Association of Asían Convention and Visitors Bureaux, para atraer más convenciones y exposiciones a Asia.
Otra de las estrategias emprendidas por las entidades turísticas de la zona está relacionada con la articulación de redes de transporte entre los diferentes países y la mejora de infraestructuras de comunicaciones para el desarrollo de nuevos destinos en regiones ulteriores menos masificadas, en la misma línea que la subregión anterior.
La oferta de alojamiento ofrece dos fórmulas diferenciadas: por una parte la considerable frecuencia de equipamientos de lujo, centrados alrededor de hoteles de cinco estrellas de las principales cadenas del mundo, y por otra, los complejos destinados al turismo de masas que pueden llegar a ocasionar fuertes impactos medioambientales y socioculturales en las áreas donde se ubican, con la consiguiente merma de la calidad y capacidad de atracción turística.